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El legado eterno del gran Giorgio Armani, el maestro del traje: mucho más que un referente de la moda

El mundo de la moda despide a una de sus figuras más influyentes. Giorgio Armani, diseñador italiano que transformó radicalmente la manera de concebir la elegancia masculina y femenina, falleció a los 91 años, según ha confirmado este jueves el Grupo Armani en un comunicado oficial.

Más allá de las cifras y la fama, Giorgio Armani Giorgio Raimondi (Piacenza, 11 de julio de 1934) deja una huella indeleble en la cultura contemporánea. Logró que la moda dejara de ser un simple ornamento para convertirse en un lenguaje de identidad, poder y modernidad. Al transformar el traje masculino y reinterpretarlo para la mujer trabajadora, contribuyó a democratizar la elegancia y a redefinir las nociones de autoridad y género en el vestir.

Su vida es también la historia de un hombre que, sin proponérselo al inicio, edificó un imperio global sin renunciar a su independencia creativa. Armani no solo fue un diseñador, sino también un estratega empresarial que mantuvo el control de su marca, algo poco común en un sector dominado por conglomerados internacionales.

El mundo de la moda lo despide con respeto y gratitud. Su legado seguirá vivo en cada prenda que lleve su sello y en la memoria colectiva de quienes vieron en él al creador de un nuevo lenguaje de poder y elegancia. Giorgio Armani, el maestro del traje, se ha ido, pero su influencia perdurará por generaciones.

Su legado trasciende las pasarelas: redefinió el concepto de vestimenta profesional, conquistó Hollywood y convirtió su apellido en sinónimo de sofisticación global.

Armani irrumpió en la moda internacional en los años setenta y ochenta con una propuesta que rompía moldes. Inspirado en la tradición napolitana, suavizó la estructura interna del traje masculino al eliminar hombreras y forros rígidos. Lo que en un inicio parecía un gesto técnico menor se convirtió en una revolución estética: el cuerpo recuperó movilidad, el porte ganó naturalidad y la sensualidad masculina se volvió más sutil y accesible.

Este nuevo traje, fluido y desprovisto de rigidez, pronto se convirtió en un símbolo de autoridad en oficinas de Wall Street, despachos de Madison Avenue y agencias de talentos en Hollywood. La prenda dejó de ser solo un uniforme corporativo para convertirse en un signo de poder moderno, elegante y pragmático.

El impacto del diseñador no se limitó a los hombres. A comienzos de los años ochenta, cuando muchas mujeres comenzaban a ocupar espacios de decisión en el ámbito laboral, Armani tradujo su propuesta en una versión femenina del traje. El resultado fue un atuendo andrógino y sofisticado que ofrecía a las profesionales un camino intermedio entre la severidad masculina y el formalismo de los conjuntos de falda y chaqueta.

La historiadora y diseñadora de vestuario Deborah Nadoolman Landis lo expresó con claridad: "Las mujeres de mi generación pasaron de los jeans y el espíritu de Woodstock a un entorno laboral competitivo. La manera de profesionalizar esa transición fue adoptando el traje feminizado de Armani". Con ello, el modisto no solo vistió a una generación: ofreció un nuevo lenguaje visual para la emancipación femenina.

La prensa internacional, especialmente en Italia, pronto lo bautizó como "Re Giorgio" —Rey Giorgio—. Su atractivo físico, su mirada azul intensa, su bronceado mediterráneo y una disciplina atlética que mantuvo hasta la vejez lo convirtieron en una figura carismática más allá de sus creaciones. En una época en la que los diseñadores de moda emergían como celebridades, Armani destacó por su imagen sobria, segura y ascética, que contrastaba con los excesos de la industria.

El Museo Guggenheim de Nueva York le dedicó en el año 2000 una retrospectiva comisariada por Harold Koda y Germano Celant. Koda lo comparó entonces con Coco Chanel: "Su relevancia no radica únicamente en el diseño, sino en la transformación social que impulsó a través de la moda".

Hollywood y la alfombra roja

Uno de los grandes motores de la expansión del imperio Armani fue su relación con el cine. Desde los años ochenta, estrellas de Hollywood adoptaron sus trajes como uniforme tanto en pantalla como en la alfombra roja. Richard Gere en American Gigolo (1980) inmortalizó la silueta Armani para el imaginario popular. Más tarde, actrices y actores de todas las generaciones recurrieron a sus diseños como sinónimo de elegancia atemporal en estrenos, galas y premios de la Academia.

Gracias a esa asociación con el glamour cinematográfico, la marca Armani se consolidó como una referencia indiscutible de la alta moda internacional.

Con el paso de las décadas, algunos críticos señalaron que su estilo se había vuelto repetitivo y desconectado de las nuevas tendencias. Sin embargo, Armani nunca se mostró preocupado. Su empresa, de carácter familiar, sostuvo inversiones millonarias en publicidad que mantuvieron la presencia de la marca en los principales medios de comunicación.

El tiempo le dio la razón: la moda de los años ochenta regresó con fuerza en la última década y, con ella, el traje relajado y sobrio que él había popularizado. Nuevas generaciones redescubrieron su valor y el diseñador fue nuevamente aclamado como un visionario.

En 2023, el Grupo Armani reportó ingresos de 2.650 millones de dólares, cifra que refleja la solidez de un emporio construido a base de coherencia estilística y disciplina empresarial.

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