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El estreno teatral de Terelu Campos como nadie lo ha contado: sudor y lágrimas y miradas al cielo

Terelu Campos

El teatro no es más que eso: una forma elegante de hacer ver que controlamos el caos. Y Terelu, sudorosa y triunfal, ha demostrado que también en el escenario, como en la vida, la voluntad puede más que el miedo. Aunque sea a costa de llorar un poco —y de sudar mucho— frente a las candilejas de un cielo hecho de papel pintado. Este 26 de abril era una fecha señalada en el calendario de Terelu Campos y los suyos, los más cercanos, sabían de la importancia que tenía estar a su lado en su debut como actriz. Familiares y amigos no quisieron perderse el estreno de su obra en el Teatro Zorrilla de Valladolid para que se sintiese lo más arropada posible. A pesar de las especulaciones que ella misma fomentó jugando al despiste hasta el último momento, Alejandra Rubio finalmente acudió junto con Carlo Costanzia.

También fue su hermana, Carmen Borrego, acompañada por su inseparable marido, José Carlos Bernal. En cuanto a las amistades que se dejaron ver por ahí, no faltaron Raquel Abad y su marido Kike Calleja, quienes mantienen una relación muy estrecha con la ex del periodista y reportero. Tras finalizar la obra de teatro, Carmen aseguró que María Teresa Campos, su madre, "estará muy orgullosa" de su hermana por lo bien que lo hizo. "Al principio no me imaginaba cómo estaba ella, todos estábamos nerviosos, pero yo sabía quién es Terelu, no me hacía falta verla" comentó. Por su parte, Alejandra salía del teatro "súper feliz y súper orgullosa" porque "me ha encantado, nos hemos reído un montón y ha ido todo perfecto". Al igual que José Carlos Bernal: "Me ha gustado mucho. la verdad que me ha sorprendido".

Una mujer muere y llega al cielo

Una mujer muere y llega al cielo. Podría ser el inicio de un mal chiste o el epílogo natural de cualquier tertulia de televisión, pero es el punto de partida de Santa Lola, la obra que ha convertido a Terelu Campos en actriz, con todo el sudor, las lágrimas y la ironía involuntaria que ello implica. Este 26 de abril, el histórico Teatro Zorrilla de Valladolid —que ha visto pasar a Concha Velasco, a Paco Valladares y hasta a Maradona en espíritu— abrió sus puertas como quien abre una caja de bombones: con esperanza y cierto temor. Era el gran estreno de Terelu, el debut que, como un cometa extravagante, solo puede contemplarse una vez por generación. Desde que se anunció la función, Terelu abrazó los ensayos con la misma fe con la que otros abrazan las estampitas de San Pancracio.

No era para menos: compaginar un papel protagonista con supervivencias televisivas en playas remotas exige un tipo de talento que escapa a la formación actoral tradicional. El resultado fueron meses de sudores fríos, pastillas para la ansiedad y ensayos a media voz, como si todo dependiera de un hilo invisible que podía romperse en cualquier momento.

Un beso al cielo, lanzado por Terelu con ese gesto que mezcla homenaje y necesidad de aprobación

Pero nada se rompió. Al contrario: la noche del estreno, tras más de una hora de teatro y nervios, el público —un auditorio más acostumbrado a las procesiones de Semana Santa que a los experimentos escénicos— se puso en pie y ovacionó a Terelu y a su partenaire César Lucendo. Hubo abrazos, lágrimas sinceras y un beso al cielo, lanzado por la propia Terelu con ese gesto que mezcla homenaje y necesidad de aprobación, como una niña que busca entre el gentío la sonrisa de su madre. Y ahí estaban, en el palco, como mandan los cánones de toda saga mediática que se precie: Alejandra, la hija orgullosa; Carlo, el yerno atento; Carmen, la hermana sufrida; y José Carlos, el cuñado infalible. Todos ellos dispuestos a no perder detalle, aunque con la prudencia de sentarse unas filas más atrás, no fuera que los nervios de la sangre terminaran desconcentrando a la artista. La función fue ideada por Lara Dibildos.

No solo es hija de la inmensa Laura Valenzuela. No olvicemos que es hija del colosal productor José Luis Dibildos. Lara ha pasado a ejercer de empresaria teatral sin despeinarse: estaba sembrada de guiños a los que ya se han mudado al más allá. Entre las paredes del despacho celestial de San Pedro, donde transcurre la obra, desfilaban en forma de fotografías la Faraona, el Fary, Maradona y, por supuesto, María Teresa Campos, en un lugar de honor que parecía susurrar: "Tú puedes, hija mía, pero no te pases de drama". No faltó el recuerdo a Concha Velasco, la dama de Valladolid, que en su día convirtió las tablas del Zorrilla en su propio salón. Terelu, siguiendo el protocolo sentimental, sujetó un retrato de la actriz mientras el público rompía en aplausos. La escena, de tan programada, rozó el simulacro, pero nadie se lo tuvo en cuenta. Después de todo, en el teatro —como en la vida— lo importante no es la espontaneidad, sino la emoción que parezca auténtica.

La gira continuará en mayo por Murcia y Granada

Tras la representación, a la salida, Terelu posó junto al cartel de "localidades agotadas", ramos de flores en mano y lágrimas aún brillando bajo las luces frías del teatro. Se había ganado su lugar en el olimpo de los actores por derecho propio, o al menos por derecho mediático. Las cámaras, los micrófonos, los flashes: todo el circo rendido ante el milagro de una transformación que, aunque breve, había sido suficiente. "Solo quería que el público se riera", confesó Terelu a la prensa, con esa candidez que tiene quien sabe que el humor es el último refugio antes del naufragio.

Y lo lograron. El público rió, aplaudió y salió del teatro con esa mezcla de alivio y ternura que provocan las causas nobles, aunque artísticamente discutibles. La gira continuará en mayo por Murcia y Granada, porque, cuando el espectáculo se pone en marcha, detenerlo sería un pecado capital. Terelu volverá a besar el cielo, a llorar de emoción y a conjurar los nervios como quien reza para que todo salga bien.

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