A sus 53 años, Elon Musk ha tenido, hasta donde sabemos, 14 hijos con cuatro mujeres mujeres diferentes: Justine Wilson (2000-2008), Talulah Riley (2010-2016), Grimes (2018-2021) y Shivon Zilis (desde 2021). A sus relaciones podíamos añadir hasta ahora a Donald Trump, junto al que se mudó a vivir (cerca de Washington) tras el regreso del republicano a la Casa Blanca. Decimos hasta ahora porque se acaba de publicar el inminente anuncio del divorcio más mediático del año.
Elon Musk es un hombre de relaciones cambiantes, como lo prueba su corto romance con Trump y su vida sentimental. Es, por supuesto, un hombre de empresas y de ideas, de cohetes y coches eléctricos, pero es también un hombre de relaciones efímeras. Un hombre que ha vivido muchas vidas, a su manera, con la misma voracidad con la que ha conquistado el mercado de la tecnología. A lo largo de su existencia ha tenido romances que parecen surgir y disolverse como las mismas burbujas que se generan en la combustión de sus cohetes. Y en este continuo fluir, uno de sus últimos enredos ha sido con Donald Trump, el hombre que ha sabido hacer de la incertidumbre una política de Estado. La relación entre Musk y Trump ha sido tan fugaz como un tweet mal puesto, pero tanto la política como la vida amorosa de Musk parecen estar marcadas por esta misma dinámica: amores que nacen y se deshacen al ritmo de una luna nueva.
Si algo caracteriza a Elon Musk es su habilidad para ingresar y salir de relaciones con la misma destreza con la que maneja las operaciones de SpaceX. Su romance político con Trump no es una excepción. Al principio, parecía un pacto entre titanes: el presidente de Estados Unidos, con su característico brío, y Musk, el genio de la innovación que prometía transformar la administración federal. Juntos, durante un breve lapso, fusionaron sus destinos como si fueran el sol y la luna. Pero la magia se ha desvanecido muy pronto. La relación comenzó a parecerse más a una relación de pareja en la que ambos deciden "tomarse un tiempo". Trump, al igual que un novio que prefiere no asumir compromisos, parece que quiere ya enseñarle la puerta de salida a Musk, y parece que el dueño de Tesla pronto emprenderá su regreso a las estrellas, a sus empresas, donde, al parecer, la estabilidad le resulta más cómoda.
La relación entre Musk y Trump, como las de muchos enamorados, se presenta como efímera pero intensa. Había, sin duda, química entre ellos. Musk, en su estilo disruptivo, parecía disfrutar de su papel de 'aliado no oficial' de la Casa Blanca, una especie de consejero industrial que recorría los pasillos de Washington con su gorra MAGA y su estilo de rockstar. Trump, por su parte, no podía dejar de alabar a Musk, ese hombre al que llamaba "patriota" y "amigo", mientras se deshacía en elogios sobre sus esfuerzos para "recortar el déficit", como si Musk fuera el hombre que finalmente traería la paz al caos presupuestario de su administración.
Pero como toda relación intensa, ha habido momentos de fricción. El 'acercamiento' de Musk a la Casa Blanca pronto dio paso a la incertidumbre, cuando sus propuestas para recortar agencias gubernamentales y sus comentarios sin filtro en X (antes Twitter) empezaron a irritar a los mismos funcionarios que lo habían recibido como un héroe. Las constantes sorpresas, como la famosa "iniciativa de eficiencia gubernamental" o los inesperados ataques a programas federales de salud, fueron las primeras grietas en lo que parecía ser una relación sólida. Musk, tan impredecible como siempre, parecía tener una forma especial de mandar a la gente al borde de la desesperación. Y tal vez ahí, entre esas incomodidades políticas, haya comenzado la desconexión, ese lento pero inevitable desenlace.

Lo curioso de este romance entre Musk y Trump es que, a pesar de su corta duración, se parece mucho a los amores que Musk ha vivido en su vida personal. Al igual que sus relaciones amorosas, que han pasado por múltiples fases, desde el matrimonio con Justine Musk hasta su romance fugaz con la cantante Grimes, pasando por su relación con Talulah Riley, Elon Musk parece un hombre que busca algo, siempre algo nuevo, pero nunca se queda en el mismo lugar demasiado tiempo. Su vida amorosa ha sido tan volátil como su vida profesional. Musk, siempre buscando nuevos horizontes, ha tratado de encontrar la fórmula para ser feliz en un mundo donde la estabilidad parece más un mito que una posibilidad. En este sentido, la relación con Trump refleja esa constante inestabilidad emocional que parece ser la marca registrada de Musk. Al principio, todo parece perfecto: la promesa de grandes cambios, la ilusión de que algo nuevo está por llegar, pero luego, al igual que en sus amores, viene la decepción, la insatisfacción y, finalmente, la retirada. Es un hombre que sabe cuándo retirarse a tiempo, aunque su salida siempre deja un rastro de incomodidad, de incertidumbre, como una sombra al mediodía. Así, cuando Musk puede anunciar su 'retiro' del rol gubernamental, la noticia no sorprendió a muchos. Era una despedida con un sabor a despedida, como las últimas palabras de un amor que nunca se concretó del todo. "La misión está cumplida", dijo Musk con la misma seguridad con la que se despidió de Grimes en su momento. Y, como siempre, quedó la duda: ¿realmente es este el final o es solo un nuevo comienzo para Musk? Grimes es autora de frases como esta: "Es absurdo que alguien pueda ser atacado por algo que haya hecho su ex".

Trump, por su parte, parece haber llegado a la misma conclusión: "Elon quiere regresar a sus empresas", es la frase que el político atribuye al presidente con una mezcla de tristeza y resignación, como quien sabe que una historia de amor ha llegado a su fin, pero prefiere no decirlo en voz alta. Sin embargo, como en toda buena historia, siempre queda la posibilidad de que el destino los reencuentre. Después de todo, en la vida de Musk, como en las relaciones amorosas más fugaces, las despedidas nunca son definitivas. Y es que, como todo hombre que persigue estrellas, Musk nunca deja de buscar nuevas oportunidades, nuevos romances, nuevas conquistas, sin importar cuántos corazones tenga que romper en el camino.