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Richard Chamberlain no fue capaz de hablar de su sexualidad hasta los 70 años: "Estaba prohibido"

Detrás de su imagen pública de mujeriego y héroe romántico, Chamberlain escondía un secreto profundo y desgarrador, uno que no fue capaz de compartir con el mundo hasta los casi 70 años, cuando decidió despojarse de las máscaras que había usado durante toda su vida. La homosexualidad, una parte esencial de su ser, permaneció oculta durante años, un susurro en su alma que él mismo no pudo articular hasta bien entrada su madurez.

Un hombre que vivió bajo las luces de la fama, que construyó una imagen pública tan sólida y tan cuidadosamente diseñada que parecía, para muchos, el epítome de la perfección masculina. Un galán venerado, deseado y admirado. El actor Richard Chamberlain, que falleció este domingo, horas antes de cumplir 91 años, se convirtió en un ícono de la pequeña pantalla, particularmente en las décadas de los 60 y 80, con tres series que marcaron un antes y un después en la historia de la televisión: Doctor Kildare, Shogun y El Pájaro Espino.

En su autobiografía Shattered Love (2003), Chamberlain finalmente dio voz a lo que por tanto tiempo había permanecido silenciado. A sus 69 años, el actor rompió el silencio y reveló su verdadera orientación sexual, lo que para él había sido un peso insoportable que había cargado a lo largo de toda su carrera. "Cuando yo era joven, ser gay, afeminado o cualquier cosa por el estilo estaba prohibido", confesó en una entrevista años después de su salida del armario. En aquel entonces, como en muchos otros ámbitos de la vida pública, la homosexualidad era algo que debía ocultarse, que debía ser enterrado bajo las capas de la perfección impuesta por la sociedad y la industria del espectáculo.

Richard Chamberlain, nacido en Beverly Hills en 1934, comenzó su carrera en una época en la que la vida privada de las estrellas de Hollywood era una mercancía cuidadosamente administrada. La imagen que proyectaban debía ser inmaculada, libre de cualquier sombra que pudiera empañar el brillo de su fama. Así, Chamberlain se sumergió en una carrera que lo llevó a ser el idealizado galán de las pantallas y, como ocurre a menudo con las estrellas de este tipo, la necesidad de mantener esa fachada le llevó a reprimir lo que de verdad sentía. No sólo se trataba de la presión de ser uno de los hombres más deseados del momento, sino de vivir en una sociedad que juzgaba con dureza cualquier atisbo de desviación de la norma.

Su carrera despegó en los años 60 con Doctor Kildare, una serie que lo catapultó al estrellato y lo convirtió en un referente de la televisión estadounidense. Con su rostro anguloso y su mirada melancólica, Chamberlain era el prototipo del galán romántico que no necesitaba hablar mucho para enamorar. Era un hombre ideal para las madres, un yerno perfecto que jamás debía desafiar las expectativas tradicionales de la masculinidad. A su paso, los medios de comunicación construyeron un personaje: el hombre fuerte, viril, y emocionalmente accesible. Pero en su interior, Chamberlain vivía atrapado entre el miedo y el deseo, entre el amor prohibido y la necesidad de ocultarlo.

Pocos años después, en 1980, la miniserie Shogun cimentó aún más su estatus de estrella. En El Pájaro Espino, emitida en 1983, Chamberlain interpretó al padre Ralph de Bricassart, un sacerdote que mantenía una relación amorosa con una mujer, lo que rompió con las convenciones y, a su vez, desató la controversia. El personaje de Ralph de Bricassart, tan atormentado como la propia vida de Chamberlain, reflejaba los conflictos internos que el actor luchaba por ocultar. Mientras millones de espectadores lo veían como un hombre de fe y deseo, Chamberlain experimentaba la desconexión entre su propia vida interior y la imagen pública que había construido.

Pero, como ocurre en muchas historias de artistas atrapados en sus propios mitos, la presión fue tal que, tras años de vivir una vida marcada por el miedo y la auto-represión, Chamberlain se dio cuenta de que ya no podía seguir ocultando lo que sentía. Su confesión en Shattered Love fue un acto de liberación, pero también de aceptación. Había llegado a la conclusión de que su vida no podía seguir siendo un escenario, ni él un actor representando su propia existencia. Con 69 años, el actor dejó atrás su pasado de sufrimiento silencioso y dio un paso hacia una vida más auténtica, aún sabiendo que esta revelación podría costarle su reputación y los contratos que había conseguido a lo largo de su carrera. A pesar de las dificultades, Chamberlain nunca lamentó su decisión de salir del armario; por el contrario, dejó claro que su único arrepentimiento fue no haberlo hecho antes.

Durante años, los rumores sobre la orientación sexual de Chamberlain habían circulado entre los medios y sus fans, pero él nunca se atrevió a confirmarlos. En una ocasión, la revista francesa Nous Deux intentó "sacarlo del armario" con una portada titulada "Chamberlain, el galán gay", algo que fue rápidamente desmentido por él mismo en una serie de entrevistas. La presión para mantener esa fachada de heterosexualidad era insoportable, pero Chamberlain no fue el único en enfrentarse a ello. En esa misma época, grandes estrellas como Rock Hudson vivieron un calvario similar, atrapados en una red de mentiras y secretos, sufriendo el costo de la privacidad robada. Como ellos, Chamberlain tuvo que aprender a vivir con el peso de ocultar su verdadera identidad.

Las dos relaciones más conocidas de Chamberlain fueron con el actor y productor Wesley Eure, con quien estuvo involucrado durante un tiempo en los años 70, y con Martin Rabbet, su pareja más estable, con quien tuvo una relación de 30 años y se casó en 1984. Aunque su relación con Rabbet terminó en divorcio en 2010, la vida de Chamberlain junto a él fue la de una relación real, sincera y compartida en la intimidad, lejos de los ojos del público. Con el paso de los años, Chamberlain dejó atrás la televisión y se dedicó a su vida en Hawái, donde se instaló de manera permanente. En la isla, además de disfrutar de una vida más tranquila y alejada de las luces, Chamberlain se dedicó a la pintura, la música y la preservación del medio ambiente, una de sus pasiones más grandes. Su trabajo en la defensa de la naturaleza, especialmente en la protección del río Tuolomne en California, le otorgó un nuevo propósito en la vida.

Aunque Chamberlain siguió trabajando esporádicamente, la mayor parte de su tiempo lo dedicó a sus amigos y a su vida privada. La pintura y la poesía, especialmente los haikus, se convirtieron en sus formas de expresión favoritas. Además, la isla le ofreció la posibilidad de alejarse de las presiones que había enfrentado durante décadas y encontrar un equilibrio que le permitió ser más él mismo. Su residencia en el Monte Tantalus en Oahu fue el reflejo de esta nueva etapa en su vida: un lugar apartado, sereno, con vistas impresionantes de la ciudad de Honolulu, que vendió por 30 millones de dólares, dejando atrás el lujo que la fama le había otorgado, pero nunca logró satisfacer.

Richard Chamberlain encontró la paz que había estado buscando durante tanto tiempo. Aunque su vida estuvo marcada por la constante lucha entre su imagen pública y su identidad personal, su valentía al salir del armario en una época en la que hacerlo requería coraje, lo convirtió en un referente para muchos. Ya no era sólo el galán perfecto de la televisión, sino un hombre auténtico que había aprendido a vivir de acuerdo con sus propios términos. Chamberlain, que a lo largo de su vida vivió la contradicción de ser un hombre deseado pero oculto, dejó un legado más grande que sus papeles en la pantalla: el ejemplo de la lucha por la verdad, por la libertad de ser uno mismo, por la valentía de revelarse al mundo tal y como se es.

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