En la vida hay momentos que marcan un antes y un después. A veces llegan con estruendo, como una puerta que se cierra de golpe en mitad de la noche, y otras, con la sutileza de un espejo que devuelve un rostro nuevo al despertar. Para Paola Olmedo, ex nuera de Carmen Borrego, el cambio, tras seis horas y media de bisturí, ha sido radical, profundo, casi cinematográfico. No es solo una cuestión de estética; su cara ha cambiado, pero también su destino.
Ha pasado solo un mes desde la operación y aún quedan ajustes, adaptaciones, un proceso de asimilación que va más allá del físico. Su historia es la de alguien que tuvo que despojarse de su propio rostro para reencontrarse consigo misma. La Paola Olmedo que ahora mira a cámara no es solo más guapa. Es una mujer que ha atravesado la frontera del miedo y ha vuelto para contarlo. Y esa, más que la cirugía o la portada, es la verdadera transformación.
Durante años, su dolencia fue una sombra persistente, un enemigo silencioso que le iba robando poco a poco la capacidad de oír, de hablar con naturalidad, de vivir sin dolor. Lo que comenzó como una molestia en el oído se convirtió en una sentencia: o se operaba o la sordera acabaría por encerrarla en un mundo sin voces ni música. Pero lo que no imaginaba era que la intervención médica que necesitaba iba a transformar su identidad hasta el punto de que su propia madre no la reconociera.
No ha sido un camino fácil. No lo es nunca cuando el cambio no es solo una elección, sino una necesidad. La operación duró casi siete horas, con tres cirujanos trabajando a la vez en una reconstrucción facial que iba más allá de la funcionalidad. Cada corte, cada punto de sutura, cada ajuste en su anatomía formaba parte de un plan meticuloso para devolverle no solo la salud, sino una nueva versión de sí misma.
"Han tenido que retocarme todo", confiesa Paola en la entrevista. El problema inicial afectaba al oído, pero en la mesa de operaciones los médicos tomaron decisiones sobre la marcha: "El cirujano me comentó que la nariz quedaba rara y me la han tenido que tocar también. Lo de la nariz no me lo esperaba", explica. El postoperatorio fue una prueba de resistencia. Durante semanas, apenas pudo alimentarse de líquidos. El simple gesto de abrir y cerrar la boca se convirtió en un desafío doloroso. Aprender a mover un rostro que ya no era el suyo, enfrentarse cada día a un reflejo desconocido, fue casi tan difícil como la operación misma.
Cuando Paola salió del hospital y se miró en el espejo, la sorpresa fue inmediata. Pero más impactante aún fue el momento en que sus hijos la vieron por primera vez. Dos de ellos, fruto de una relación anterior, y el pequeño que tuvo con José María Almoguera, el hijo de Carmen Borrego. La reacción del mediano fue la más complicada. Su madre era su madre, pero no lo parecía. Y ese desconcierto inicial tardó en disiparse.

Su actual novio también tuvo que adaptarse a este "cambiazo"
Su actual novio también tuvo que adaptarse a este "cambiazo". La había acompañado en el proceso, había visto las cicatrices, había sostenido su mano en las noches de insomnio y analgésicos, pero aun así, la primera vez que la vio con su nuevo rostro, no pudo evitar una expresión de asombro. "No me esperaba tanto cambio, es muy brusco. No hay marcha atrás", admite Paola. Desde su irrupción en la familia Campos, Paola había sido una figura en la sombra. Su relación con José María Almoguera la llevó al centro de un universo mediático donde los lazos familiares son tan frágiles como las portadas de las revistas que los exponen. Tras la separación, voló en solitario, pero ahora, con este nuevo rostro, el despegue es definitivo.
En su entrevista, habla sin filtros sobre su relación con Carmen Borrego. No todo fue un camino de rosas. Hubo tensiones, silencios prolongados y decisiones tajantes. Pero ahora todo parece haberse recolocado. Como su rostro, su vida ha pasado por una reconstrucción de la que ha salido con una identidad distinta, más fuerte, más definida.
Paola es empresaria, regenta un salón de estética y belleza, y ahora se enfrenta al mundo con una imagen renovada. En la sesión de fotos para Lecturas, posa con la seguridad de quien sabe que está viviendo un punto de inflexión. "Es una sesión que no voy a olvidar nunca", dice con una sonrisa nueva, diferente, pero suya al fin y al cabo.