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Beyoncé y la moda como inversión: su armario para la Cowboy Carter Tour cuesta 2,7 millones de dólares

Beyoncé, Valentino durante la gira Renaissance.

Mientras el público espera ansioso la primera nota del Cowboy Carter Tour, en los despachos de las grandes casas de moda las calculadoras echan humo. El show de Beyoncé está a punto de comenzar, y con él, la máquina de dinero más afinada del pop vuelve a ponerse en marcha. La cantante texana no necesita permiso para reescribir las reglas del espectáculo: ella es la regla. En el principio fue la música, pero luego llegó el espectáculo y, finalmente, la moda se ha convertido en el latido de cada gira. La diosa de ébano que ha elevado el pop a una experiencia mística, regresa a los escenarios con una nueva gira y, como siempre, cada detalle está calculado con la precisión de un relojero suizo. La ropa también es el espectáculo.

El 28 de abril marcará el inicio de su esperado Cowboy Carter Tour, una celebración de su herencia texana reinterpretada bajo el prisma de la modernidad. No es solo un concierto, sino una pasarela de luces, ritmos y tejidos que brillan bajo los focos. Porque Beyoncé no solo canta, también encarna el sueño americano de la opulencia, donde el éxito se mide en diamantes y el arte se sublima en cifras astronómicas.

Los números hablan y lo hacen en una lengua hecha de lentejuelas, bordados y firmas de alta costura. Según estimaciones de Socially Powerful, la artista lucirá un vestuario valorado en 2,7 millones de dólares, una cifra que recuerda que en su mundo no hay espacio para la moderación. La estética de esta gira ha sido bautizada como Rodeo Futurism: botas de cowboy con destellos galácticos, chaquetas con flecos reinventadas en clave cibernética y, por supuesto, sombreros texanos con un giro inesperado. Nada nuevo para la diva que ya ha elevado la estética western en la portada de su álbum, pero sí un movimiento astuto en términos de mercado.

Beyoncé, de Philosophy di Lorenzo Serafini en la gira Renaissance

La demanda por prendas de inspiración vaquera se ha disparado en los últimos meses. Las búsquedas de moda cowboy de los años setenta han aumentado un 4.000 %; los sombreros de vaquero en denim han registrado un crecimiento del 70%, mientras que la ropa vintage de inspiración western ha visto un auge del 750%. En este juego de espejos entre la industria y el artista, Beyoncé no sigue la moda, la impone.

Quien vea en estos números un derroche, se equivoca. El vestuario de Beyoncé no es un capricho, sino una inversión con un retorno estratosférico. Según Launchmetrics, la gira Renaissance Tour generó 187 millones de dólares en impacto mediático solo por su vestuario. Cada aparición de la cantante con un diseño exclusivo es un anuncio publicitario que trasciende la pasarela y se convierte en tendencia global.

De Ferragamo

Las casas de moda lo saben y se disputan cada centímetro de tela que pueda rozar su piel. Marcas como Gucci, Valentino, Rabanne, Carolina Herrera, Louis Vuitton, McQueen o Schiaparelli han sido parte de su universo estilístico, sabiendo que vestir a Beyoncé equivale a inscribirse en la historia del pop con letras doradas.

Beyoncé en Schiaparelli

El vestuario de sus conciertos no es solo caro, es arte en movimiento. Nadie ha olvidado la icónica "vestimenta de diamantes" creada por Tiffany & Co. para su gira Renaissance, confeccionada en doscientas horas por doce expertas manos. Una joya de un millón de dólares que, bajo las luces del escenario, valía tanto como el oro de Fort Knox.

Ahora, con la nueva gira, la pregunta es inevitable: ¿cuál será la próxima extravagancia? Los expertos en moda apuestan por dos nombres: McQueen y Schiaparelli. En la gira anterior, la primera firma británica diseñó dos vestidos cuyo precio oscilaba entre los 10.900 y los 15.250 dólares. Si tomamos esto como referencia, el presupuesto de 2,7 millones parece una cifra alcanzable sin necesidad de bordar cada prenda en oro (aunque, tratándose de Beyoncé, nada puede descartarse).

Beyoncé con el vestido de diamantes de Tiffany & Co

La ecuación es simple: lo que Beyoncé toca, se convierte en oro. Si antaño los conciertos eran una celebración de la música en su estado más puro, ahora son experiencias multisensoriales que fusionan arte, negocio y deseo. Beyoncé no solo vende discos o agota entradas en cuestión de minutos. Es un fenómeno económico, un engranaje que moviliza industrias enteras, desde la moda hasta la publicidad, pasando por la joyería y el turismo. Cada detalle de su gira está diseñado para perpetuar su mito. No hay espacio para la improvisación, porque cada atuendo es una pieza de un tablero de ajedrez donde ella es la reina y cada firma de lujo pelea por ser su alfil.

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