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Fabiola nos recibe en su casa de Madrid y se abre en canal sobre los abusos que sufrió de su propio tío

Descubrir a Fabiola es algo que después de tantos años pensé que no me iba a pasar. Pero me ha ocurrido una vez leí su libro, Cuando el silencio no es una opción, y entendí lo que una mujer puede llevar dentro en una mochila que hoy por fin ha podido separar de su espalda. Para llegar a este final feliz Fabiola ha hecho terapia con Marian Rojas y volver a esa niña inocente que no entendía por qué su tío le hacía unas cosas que no formaban parte de los juegos inocentes.

Fabiola se abre en canal y en sus páginas hay emociones y dolor, lucha y superación y sobre todo la valentía de una mujer que ha podido poner nombre a lo que no se explicaba ni se hablaba en familia. Quedamos en su casa, muy cerca del estadio Santiago Bernabéu, donde vive con sus dos hijos, Kike y Carlos, y donde también ha montado el showroom de la línea de ropa que ahora comercializa. Nos acompaña su perro que va y viene a la cocina donde hay olor a crema de verduras y guisitos de siempre. Fabiola ha hecho un hogar con sus hijos y las personas que le ayudan en las tareas diarias donde apenas hay tiempo para tumbarse en el sofá.

Me acabo de dar cuenta después de leer su libro que apenas la conocíamos.

Siempre que me decían que soy muy fuerte yo pensaba si la gente supiera todo lo que hay detrás, cómo te vas curtiendo, haciendo, aprendiendo y conociendo cada vez más. Confieso que si no fuese porque he tenido ayuda profesional tampoco hubiera conseguido eso.

¿Este libro es entonces consecuencia de esa terapia?

Hacía muchísimos años que quería escribir un libro hablando de cómo me había convertido en la madre de Kike porque era lo que todo el mundo me decía, digamos que era lo que se veía, conseguir ser esa madre fuerte que me repetían. Pero no veía el momento porque no estaba preparada y había muchas cosas que había hundido sobre un montón de pensamientos y de vivencias y también porque quería hablar con mis padres de todo esto. Piensa que desde que se enteraron del abuso nunca más se volvió a mencionar su nombre.

¿Era un tema tabú en casa?

Era algo tan doloroso que era mejor hacer como si no hubiese pasado. Lo malo de eso es que al final invalidas la situación y la arrastramos todos. Hubo un momento en el que yo ya decidí buscar ayuda para aclarar las ideas.

Hace apenas un año es cuando comienza su terapia junto a Marian Rojas.

La propuesta del libro me llegó hace dos años y di el Ok pero entendí que antes tenía que ordenar algunas cosas. Pasa un año y me doy cuenta que sola no puedo. Escribía y borraba porque me cuestionaba todo. No era solo por la inseguridad de escribir, sino porque me planteaba si lo estaba contando bien, de una forma terapéutica. No quería hacer daño a nadie, tampoco quería que pensaran que el libro era sólo para acusar. No quería poner el foco en nada de eso. Entonces solo lo podía conseguir aclarándome yo. A través de una amiga consigo una cita con Marian y cuando en la primera cita le empiezo a contar cosas también flipó. Me dijo que nadie se podía imaginar todo lo que llevaba dentro y entonces me dijo que no me preocupara, que me iba a ayudar, que tenía mucha experiencia en temas de abuso infantil y ahí empezamos todo el proceso.

El libro empieza con una niña que además vive en unas condiciones muy precarias en una casa donde el primero que llega es el que come. Describe muy bien su casa, las carencias que tenían en una Venezuela que hoy tampoco ha levantado cabeza. ¿Cree que los abusos se dan más en este tipo de situaciones?

Pasa mucho más de lo que la gente cree y también en España donde se hizo un estudio hace tres años que reveló cómo dos de cada cinco niños (de ambos sexos) sufren abusos. En violaciones de menores (entre 2 y 5 años) el 73 por ciento es igual en niños que niñas. Y esto está pasando en España. Son cosas que no se comparten y por eso las víctimas nos creemos un bicho raro al creer que sólo nos ha ocurrido a nosotros.

En su caso sufrió abusos desde niña y fueron prolongados en el tiempo y eso afectaría a su desarrollo y personalidad.

Pero no es una consecuencia ni del país ni de la cultura o al menos no es exclusivo.

¿Alguna vez ha querido entender por qué su tío abusaba de usted?

Sólo te diré que la mayoría de las personas que sufren abuso luego son abusadores. Eso lo entiendes con el tiempo y con el conocimiento de la mente. En mi caso no tengo más información porque ha sido ahora cuando me he puesto a indagar ya que aquel tema se cerró y no se habló en mi casa.

¿Cómo reaccionaron sus padres cuando se enteraron?

No fue la reacción que yo esperaba o al menos lo que necesitaba en ese momento. Me hubiese gustado que mis padres me hubiesen ayudado con amor e incluso buscar una manera de que esa persona lo pagara de alguna forma. Pero eso no fue lo que pasó.

¿Tuvo algún sentimiento de culpabilidad?

Siempre lo tuve porque siempre sentí que cómo una chica que iba de dura por la vida cómo no me defendí.

¿Ha encontrado la respuesta?

Sí. Cuando se hacen las cosas poco a poco es un adoctrinamiento. Desde tu inocencia o tu ingenuidad vas grabando una forma de vivir que no es la correcta pero no te das cuenta hasta que un día ves que la familia de tu mejor amiga del cole es diferente. Ahí te haces las primeras preguntas. Yo creía que todos éramos iguales y luego descubres que lo normal no es lo que tú estas viviendo. Esto me hizo pensar durante mucho tiempo porqué fui tan cobarde y no hice nada pero ahora entiendo que es por supervivencia. Te disocias de esas persona que tuvo miedo, asco, culpa y haces una fractura para seguir con tu vida dentro de lo que puedes. Te han moldeado en con un molde malo en la época en que eras manejable.

¿Hasta qué punto le afectó esos abusos en sus relaciones posteriores?

Siempre he puesto mucha conciencia en todo lo que he hecho y eso me ha permitido ir viendo cuando me equivocaba, dónde me equivocaba y con quién me equivocaba. He tenido muchas relaciones complicadas y complejas y con el tiempo me he dado cuenta de que aunque fueran tóxicos o dañinos me resultaba familiar. Ninguna pareja me ha agredido sexualmente pero eran personas que estaban rotas también. El refrán de Dios los crea y ellos se juntan tiene mucha lógica. Crees que es una cuestión de mala suerte hasta que tomas conciencia y entiendes que algo haces mal y hay que analizar dentro de una lo que no va bien. Yo me he separado a veces estando muy enganchada y con mucho dolor, pero sabía que no podía ser.

Un concurso de belleza le cambió la vida al acudir a la final de "Miss Venezuela" y acaba instalada en España.

Cuando te acostumbras a vivir un poco esperando a ver la pieza que se queda en la olla para comértela al final vas cogiendo las oportunidades que llegan.

¿No tuvo miedo con el cambio de vida?

Sí tenía miedo pero quería aprovechar todo lo que me llegaba. Cumplí mis 21 años ya en España donde vine con mi primer marido que era fotógrafo. Nos separamos porque lo nuestro no funcionó y como el piso lo había alquilado yo y no podía pagarlo sola me puse a alquilar habitaciones. Era super estricta. No dejaba entrar chicos, todo muy ordenado, muy cuadriculada conmigo y las otras chicas que eran modelos también. Hoy mantengo contacto con casi todas.

¿Qué sabe de su ex marido?

Luego tuvo una novia que me odiaba y no podíamos ni hablarnos aunque luego sí hemos mantenido algún contacto más de mensajes que otra cosa.

Entonces aparece Bertín Osborne en su vida y da otro giro radical.

Yo vivía en Madrid, él en Sevilla y estábamos súper a gusto. Tuvimos varios momentos de crisis y fue cuando me pidió que nos casáramos. Le dije que sólo lo haría para ser madre porque no quería tener un hijo fuera del matrimonio. Ya te decía que era muy estricta y con los años me he ido amoldando a todo pero lo que siempre tuve claro es que quería ser madre. Tenía una pareja que además era muy familiar, siempre le gustaba estar con su gente y me pareció bien. Al principio Bertín no quería más hijos porque ya era padre pero entendió que era mi deseo. Su frase fue "no te puedo pedir que renuncies a ser madre siendo tan joven". Ya tenía 30 años.

Fue la mujer más feliz del mundo cuando se enteró de su embarazo.

Bueno, más que cuando me quedé fue cuando pude tener a Kike en brazos. A pesar de todo lo que pasó cuando por fin lo tuve en mis brazos sentí lo que era ser madre. Pasaron 3 o 4 días hasta que lo estabilizaron y me puede levantar.

En sus páginas hay más amor que dolor y no se ha recreado en el morbo que puede surgir de una situación como la que vivió con ese nacimiento.

Las lágrimas que he derramado mientras escribía se han quedado mojando ese papel pero puedes estar segura que he llorado y mucho aunque he evitado cualquier tipo de morbo. Como ejemplo de lo que viví te cuento una anécdota. Estando con mi amiga Laura nos fuimos a comer a un italiano. Tenía unas ganas de llorar terribles y me fui al baño. No podía salir de ahí y la gente se agolpó en la puerta porque oían mis gemidos e hipos y fue mi estallido. Lloré, grité y luego me lavé la cara y terminé de comer. Me dije que era un basta. El foco tenía que estar en otro sitio y cuando hablé con Bertín y me dijo que pasara lo que pasara con nuestro hijo éramos un equipo no sabes el peso que me quitó de encima. Entendí que no era mi responsabilidad y que Bertín no me echaba la culpa. En esos tres meses que pasamos en la UCI vimos cómo muchos padres dejaban de ir a ver a sus niños y se quedaban las madres solas porque ellos no podían soportarlo. Es muy duro ver a tu hijo así y no todo el mundo está preparado.

Y la segunda sorpresa fue el embarazo de su hijo Carlos. ¿Qué sensación tuvo?

De todo un poco. Primero estaba agobiada porque no sabía cómo iba a tener tiempo para los dos. No tuve miedo de pensar que Carlos podía tener algún problema porque lo de Kike fue algo fortuito ya que no había ningún problema genético. El único miedo era saber cómo iba a llegar a todo. Pero Carlos llegó para equilibrar la balanza. Me enseñó a ser madre de otra manera y a que Bertín disfrutara su paternidad. Carlos fue un regalo.

Siempre le preguntamos por Kike pero ahí esta Carlos, ya un adolescente, que también tiene una circunstancias especiales.

En los talleres que damos en la Fundación también nos referimos a los hermanos. He escuchado unos testimonios tan maravillosos que se me quitaron los agobios de pensar que le íbamos a dejar una responsabilidad. Carlos no lo ve así. Él tiene asumida la discapacidad de su hermano de una forma natural y cuando habla del futuro siempre dice cómo le va a ayudar pero porque él también quiere formar parte de la vida de Quique.

Es cuando llegamos ahora al papel de su madre y cómo se portó cuando supo que su cuñado abusaba de usted. No era lo que hubiera esperado de una madre y eso también lo ha tratado en su terapia. Pero no hay reproches.

Mi madre y mi padre ya que quien abusó de mí era el hermano de mi padre pero no he querido que este libro sea un reproche. Ninguna madre quiere nada malo para un hijo pero ellos debieron pensar que alejando a mi tío de casa y no hablando del tema todo se olvidaría. Lo que pasó realmente es que mi relación con ellos cambió porque sentí que no me protegían. Por eso me fui alejando. En los casos de abuso sexual tenemos una herramienta que es la disociación. Cuando tú te alejas de eso, parece que es una película que viste en el cine, que no te acuerdas ni siquiera de los detalles. Yo creo que todos hicimos eso. Mi madre se desasoció de todo esto, mi padre y yo también. Y así vivimos durante mucho tiempo.

¿La llegada de Kike les volvió a unir?

Realmente nunca me alejé de ellos. Mi madre vino cuando yo estaba embarazada y luego ya se quedó. A mi padre le costó más dejar Venezuela pero luego se instaló. Vivieron con Bertín y conmigo durante todo nuestro matrimonio. Mis padres tienen su manera de ser y yo los he aceptado siempre con sus cosas. Es verdad que a mi madre le ha afectado un poquito más este libro, pero me dice que lo hizo lo mejor que pudo. No se lo reprocho y le agradezco que haya hecho de mí una mujer fuerte y dura, pero bueno, un poquito de amor no hubiese estado mal. Con mi padre se han abierto también canales de comunicación que antes no estaban y es que han criado de una forma muy fría. Piensa que mis primeros abrazos con él fueron cuando volvía de España y me decía que porque tenía que dar dos besos y no sólo la mano. Mi madre no es una mujer excesivamente afectuosa pero tiene otras maneras de demostrar que te quiere.

Antes de comenzar la terapia paso por la separación de su matrimonio con Bertín Osborne. ¿Qué pasó?

Por querer tener bien mi familia me había apartado de las cosas que yo hacía. Entendí que amoldándome a su vida iba a ser suficiente pero no fue así. Eso generó un desgaste diario, discusiones, pulsos… Yo quería hacer algo más una vez mis hijos tenían cierta autonomía y sentía que no era yo. Bertín viajaba mucho y yo estaba sola en el campo. Me fui cargando de argumentos hasta que le hice el pulso de instalarnos en Madrid y fue muy duro para los dos. Bertín no se adapta a vivir fuera del campo y ahí empezó la gran grieta de nuestro matrimonio. Yo no me quise mover de Madrid y aunque lo intentamos varias veces ya cada uno teníamos nuestro camino. Siempre he admirado a Bertín porque me parece un artista diez pero no era el marido que yo necesitaba. Quería tenerlo cerca, hacer reuniones, barbacoas… el COVID nos dio una oportunidad muy bonita de volver a estar solo en familia pero luego volvió la realidad y fue cuando de nuevo nos distanciamos y ya no había quien lo remontara. Ya eran muchas discusiones y no era cómodo. Sentí vértigo pero me sentía bien. Hoy nos queremos un montón y hay quien cree que vamos a volver pero ya te digo que no. Es un amor de personas pero no del que una pareja tiene que sentir para que funcione un matrimonio.

¿Está preparada para enamorarse?

Estoy muy bien así y no me veo preparada para compartir mi vida con una pareja.

Ya no hay necesidad de vivir bajo el mismo techo.

Cuando me enamoro soy de las que creo que debes compartir mucho y sentirlo presente y que tu familia lo quiera.

¿Y ahora qué?

Tengo que aprovechar todo lo que está pasando con este libro porque ni imaginas todos los mensajes que recibo de gente que ha pasado por lo mismo y nunca lo han contado. Quiero que se hable más y ayudar en todo lo que pueda. Por eso esta entrevista también. Tengo que aprovechar el altavoz porque hay gente que piensa que esto no les pasa a nadie de los suyos sin saber si sus hijos lo están sufriendo. Las víctimas sí que me están diciendo gracias por darnos voz. Todos somos responsables de la infancia. Todos, absolutamente todos. ¿Tú sabes la cantidad de gente que ve una situación y mira para otro lado? Cuando con un solo gesto podemos cambiar la vida de esa víctima. No puede haber más silencio porque lo más importante es que un niño pueda contarlo en su casa o en el colegio. Los niños siempre dan señales. Otra cosa es que no las queramos ver.

¿Qué le dijo Bertín cuando se enteró que iba a contar sus abusos en un libro?

Antes de que saliera el libro nos reunimos todos por la muerte de mi suegro Enrique. En un aparte hablé con Bertín y se lo dije. Al principio se quedó un poco como en shock y me dijo, pero de verdad lo tenía claro. Lo que más le preocupaba era la relación con mis padres. Como estábamos con la familia no hablamos más pero luego me mandó un mensaje diciéndome que me apoyaba y que lo entendía pero que le preocupaba cómo se lo iban a tomar mis padres y le dije que no había problemas en eso.

¿Cree que lo ha leído?

No creo. De todas formas la historia se la sabe por lo que no creo descubra nada nuevo.

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