Corrían los últimos días de enero de 2023, hace justo dos años. En el clásico sofá de Risto Mejide la baronesa había decidido sentarse y contarlo todo. Una pregunta que le formuló Risto Mejide a Tita Cervera fue usada en la promoción que adelantaba el programa como parte de su distendida charla. "¿El padre de las niñas es tu hijo, Borja Thyssen (43)?", le interpelaba Mejide a su entrevistada. Con "las niñas" se estaba refiriendo a las mellizas Guadalupe Sabina y María del Carmen. Unas jóvenes nacidas en Los Ángeles, y que colmaron de felicidad a una Carmen Cervera que volvía a convertirse en madre a los 63 años a través de un vientre de alquiler.
La baronesa se mostró atribulada y sin saber qué responder. Unos segundos después, esbozando una sonrisa, Tita conestaba: "Las niñas tienen un padre". Ahí se detuvo. Luego la pregunta fue retirada del programa y nunca más se supo. Ahora, con las hijas de la baronesa ya mayores de edad, son ellas las que se someten a una entrevista. Una de las hijas de Carmen es clavada a su hermano Borja.

Hay que recordar que en septiembre de 2020, Telecinco sugirió que el padre de las gemelas de Tita podría ser su hermano, Borja. Lo hicieron después de que Carmen posara en la portada de una conocida revista con sus dos hijas, Sabina y Carmen, de 14 años. En la imagen se aprecia que una de las dos adolescentes, que nacieron por gestación subrogada, guarda un gran parecido con su hermano. El misterio de quién es el padre de las niñas sigue latente a día de hoy. La propia baronesa afirmó lo siguiente: "Mis hijas ya saben quién es su padre". Ahora son ellas las que hablan para Hola.

Cuando se emitió la entrevista, Carmen Cervera se sinceró sobre las cuestiones más peliagudas de su vida: matrimonios, infidelidades, problemas con Hacienda y, por supuesto, el enfrentamiento que la mantuvo años alejada de su hijo Borja. "Soy una persona positiva y siempre espero un cambio por su parte. Yo lo he intentado favorecer mil veces, pero hay personas a su lado que lo impiden", confesó. Pero ni rastro de la pregunta sobre la paternidad de sus hijas.

Han pasado dos años desde que una pregunta incómoda se estrelló contra la figura mediática de la baronesa Thyssen
Una interrogante que muchos calificaron de brutal: "¿El padre de las niñas es tu hijo Borja?" El eco de aquel cuestionamiento, lanzado con estudiada frialdad por Risto Mejide, persiguió a Tita durante semanas, pero no rompió su figura; al contrario, añadió otra capa al complejo cuadro de su vida. Hoy, las protagonistas de aquella tormenta, Carmen y Sabina, ya adultas, alzan la voz, no para responder directamente, sino para trazar su propio relato. Nacidas el 6 de julio de 2006 en Los Ángeles, Carmen y Sabina llegaron al mundo con la discreción de quien ignora que será objeto de titulares y portadas.

Fueron presentadas al público casi dos años después en un reportaje que despertó la curiosidad de un país habituado al espectáculo de la aristocracia. Desde entonces, sus rostros, ligeramente distintos pero hermanados por la genética y la complicidad, han sido los personajes secundarios en la vida pública de su madre, hasta ahora.

Carmen, la mayor por tres minutos, tiene los ojos de quien mira al mundo con una mezcla de pragmatismo y entusiasmo juvenil. Desde que comenzó la universidad, su vida ha tomado un rumbo definido: un doble grado en ADE y Relaciones Internacionales que la encamina a seguir los pasos de su madre en el universo del arte y los museos. Sin embargo, al hablar, no hay sombra de peso en sus palabras, ni del apellido que carga ni de los rumores que han circundado su historia familiar. Por su parte, Sabina, muy parecida físicamente a Borja, parece un contrapeso perfecto al carácter estructurado de su hermana.Ilustradora en formación, habla con la misma pasión, pero sus palabras dibujan un camino distinto: "Para mí, el arte no está en los museos, sino en las historias que puedo contar a través de mis dibujos. Mi madre y Carmen son mi inspiración, pero quiero encontrar mi propia voz", dice en el semanario.

La vida en Andorra ha sido su refugio y su trampolín, un lugar donde la naturaleza y la privacidad han permitido a las hermanas crecer alejadas del ruido mediático, aunque siempre conscientes de su papel en el cuadro mayor. Pero Sabina reconoce que hay algo especial en ese aislamiento: el espacio para soñar.

Cuando revolotea el episodio de su paternidad, no hay aspavientos ni miradas esquivas. Carmen, la más elocuente, enfrenta la cuestión con madurez: "Mi madre siempre nos ha hablado claro. Sabemos de dónde venimos y lo que significa llevar este apellido. Esa pregunta no cambió nada para nosotras", dice. Sabina, más reservada, asiente en silencio, pero añade con una leve sonrisa: "El arte nos enseña que lo importante no es el ruido alrededor del cuadro, sino lo que transmite el lienzo. Y nosotras sabemos quiénes somos", dice.

A pesar de sus diferencias, las mellizas comparten un vínculo que va más allá de la sangre. Desde pequeñas, han sido inseparables, y aunque sus caminos empiezan a divergir, el puente que las une sigue siendo sólido. Carmen habla con orgullo de su hermana: "Sabina tiene una manera única de ver el mundo. Siempre me sorprende con sus ideas y su creatividad. Nos complementamos mucho", señala. Por su parte, Sabina describe a Carmen como su pilar: "Carmen es quien me organiza, quien me recuerda que soñar está bien, pero que también hay que pisar tierra de vez en cuando. Nos equilibramos", añade.

El humor y las bromas cómplices son una constante entre ambas, un rasgo heredado de su madre, quien, a pesar de ser el epicentro de una familia compleja, ha sabido construir una relación cercana con sus hijas: "Mi madre siempre ha sido nuestro refugio", dice Sabina con una expresión de ternura. "Nos ha enseñado a afrontar todo con elegancia y determinación", recuerda. Con 18 años recién cumplidos, Carmen y Sabina están listas para escribir el próximo capítulo de su vida. Carmen sueña con contribuir al mundo del arte desde una perspectiva global, mientras que Sabina imagina un futuro lleno de historias dibujadas y universos por explorar. Ambas coinciden en algo: el amor y el respeto por la herencia que su madre les ha dejado, no solo material, sino también moral.
