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Nadiuska, resplandor y sombra de una estrella rota: cumple 73 años internada en Ciempozuelos

Nadiuska está internada en Cienpozuelos

En una España que aprendía a quitarse el corsé de la dictadura, el cine descubrió a muchas diosas. Una de ellas no hablaba castellano, pero tampoco lo necesitaba. Bastaba con su mirada felina, su figura de mármol y una sensualidad que parecía esculpida a propósito para desbordar las pantallas. Nadiuska, nacida Roswicha Bertasha Smid Honczar en Alemania, fue el sueño húmedo de una generación y el símbolo del destape que, entre plumas y censuras rotas, buscaba redefinir una era.

La joven germana, que llegó a España con apenas 20 años, conquistó la cartelera de los 70 y 80 como la gran musa del cine erótico de consumo rápido, ese que llenaba salas y salones con sus comedias picantes y dramas exaltados y algunos de cuyos guiones hoy podrían ser delito. Era el reflejo de un país que despertaba, y ella era una reina en un mundo donde el brillo, aunque deslumbrante, siempre es efímero.

Apareció en más de 40 películas, convertida en un fetiche cinematográfico que no necesitaba argumentos sólidos para atraer multitudes. Entre esas películas, El último viaje de los vikingos o Conan, el Bárbaro inmortalizaron su rostro, pero también dejaron patente que la industria la consideraba más un cuerpo que un alma. Para el público, era la Venus de una España que aprendía a mirar a través de la pantalla con menos culpa y más deseo. Para quienes la manejaban, no era más que una marioneta que se deslumbró con su propio reflejo.

Sin embargo, detrás del mito había una mujer sola. Sus compañeros de reparto la describen como distante, un alma perdida que parecía moverse por inercia en un mundo que no la escuchaba. Quizás porque nunca le enseñaron a ser más que un espectáculo, o porque las luces del éxito siempre traen consigo sombras densas.

odo acabó como terminan los cuentos que no son de hadas: de un golpe. Nadiuska se enfrentó al destino cruel de tantas estrellas de la época: ser devorada por una sociedad machista y mercantilista que, una vez exprimida su juventud y belleza, se deshizo de ella como un juguete roto. Con el paso del tiempo, los contratos dejaron de llegar y las amistades se desvanecieron como humo. La caída fue brutal.

El amor, que podría haber sido su refugio, se convirtió en un infierno. En medio de su desmoronamiento, comenzaron a circular rumores de su relación con el rey Juan Carlos I. Años después, sería ella misma quien lo confirmara, asegurando que el monarca había sido "su novio" en los años de mayor esplendor. Pero la actriz también relató que ese vínculo, tan clandestino como poderoso, atrajo enemigos a su vida. "Querían deshacerse de mí porque no les gustaba que estuviéramos juntos", confesó alguna vez. La paranoia la atrapó y convirtió su vida en un laberinto de miedo. Cubrió las ventanas de su piso en Chamberí con sábanas negras, convencida de que la vigilaban, acosada por fantasmas que tal vez nunca existieron.

El abismo psicológico

Con el tiempo, Nadiuska desapareció de la vista pública. Los paparazzi dejaron de buscarla, y cuando volvieron a hacerlo, era solo para publicar imágenes sensacionalistas de una mujer que ya no se parecía a la estrella que una vez fue. Fue ingresada en hospitales, tratada por problemas mentales y, en varias ocasiones, intentó acabar con su vida. Hoy, a tres semanas de cumplir 73 años, Nadiuska vive internada en el Sanatorio de Ciempozuelos, bajo el cuidado de las Hermanas Hospitalarias. Apenas queda rastro de aquella mujer que en su día simbolizó la belleza y la liberación de una época. Salvador Herráiz, uno de los pocos amigos que le quedan, habla de ella con ternura: "Tiene sus días buenos y malos, como todos. Pero a veces parece estar más tranquila que antes".

En los últimos años, la escritora Valeria Vegas ha devuelto a Nadiuska algo de su brillo perdido con El enigma Nadiuska, una novela que reexplora su figura como ícono y como enigma. Pero la realidad que rodea a la actriz hoy está lejos del glamour que alguna vez la definió.

Las paseos por Ciempozuelos, cuando su salud lo permite, son los únicos momentos de contacto con el mundo exterior. Sin embargo, recientes problemas de visión la han confinado aún más a la soledad de su internamiento. Aunque sus días de estrella quedaron enterrados bajo el peso del tiempo, Nadiuska es sun reflejo viviente de las contradicciones de la fama: un faro que quema a quienes se acercan demasiado.

La historia de Nadiuska, tan esplendorosa como trágica, no es solo la de una actriz olvidada. Es un espejo de la fragilidad de los ídolos efímeros, de las ilusiones fabricadas que proyectamos sobre ellos y de cómo la industria, el público y la sociedad consumen y abandonan a sus presas sin piedad.

Hoy, mientras espera su cumpleaños en un rincón discreto del sur de la Conunidas de Madrid, Nadiuska es algo más que una mujer de 73 años. Es un símbolo de una era y una advertencia. Porque detrás de cada estrella hay una persona, y detrás de cada persona, un alma que lucha por no desmoronarse. En el caso de Nadiuska, esa lucha aún no ha terminado.

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