El pasado 29 de octubre, mientras la Comunitat Valenciana se debatía bajo el azote de una DANA histórica, Carlos Mazón, presidente de la Generalitat, decidió que no había mejor manera de gestionar una emergencia climática que comiendo tranquilamente en el restaurante El Ventorro. Porque, claro, cuando la naturaleza desata su furia, lo único sensato es discutir temas de alta política entre un plato de arroz meloso y una botella de vino blanco, ¿verdad? Y ahora, con la serenidad de un filósofo estoico, Mazón se atreve a sentenciar: "No veo la noticia por ningún lado". Quizá porque estaba demasiado ocupado buscando el punto exacto de cocción de la paella como para mirar por la ventana.
La clase magistral de transparencia
Mazón, que ya podemos considerar un verdadero mago de la narrativa, asegura que la famosa comida no tiene nada de extraordinario. "Siempre fue una comida del PP", ha repetido hasta la saciedad, como si la frase en sí tuviera el poder de evaporar las críticas. Según él, presentar la factura al Tribunal de Cuentas y a Les Corts es un acto de "transparencia". Porque nada dice "transparencia" como tardar dos meses en explicar quién pagó la comida mientras el público se entretiene imaginando conspiraciones entre los postres. Es casi poético: la opacidad elevada al rango de virtud.
Mazón ha declarado también que, de ser necesario, mostrará el ticket a los valencianos. Aunque, para ser justos, tal gesto parece innecesario. ¿Qué podrían descubrir? ¿Que el PP pidió un café solo? ¿Que Vilaplana optó por un menú ligero? En este apasionante drama político-gastronómico, el verdadero misterio no es quién pagó la cuenta, sino cómo Mazón logra decir que "no ve la noticia por ningún lado" con un semblante que no se derrite de pura ironía.
Una DANA como telón de fondo
La escena, por si alguien aún no la ha visualizado, es digna de un guion de cine. En una esquina de la Comunitat Valenciana, las calles se convierten en ríos, los ciudadanos huyen desesperados y las autoridades luchan por coordinar los esfuerzos de emergencia. Mientras tanto, en un rincón tranquilo de El Ventorro, Carlos Mazón saborea un entrecot, ajeno al caos que le rodea. Según él, estuvo perfectamente informado durante toda la tarde. Es más, asegura haber hablado con todos los responsables pertinentes: alcaldes, conselleras, presidentes de diputaciones… Vamos, que lo único que no hizo fue llamar al chef para pedir que bajara la sal en la ensalada.
Pero, claro, en su inagotable generosidad, Mazón también encontró tiempo para reflexionar sobre los candidatos a la dirección de À Punt. Porque no hay mejor momento para pensar en la radiotelevisión autonómica que cuando las lluvias torrenciales están arrasando pueblos enteros. Y si alguien se atreve a cuestionar sus prioridades, él tiene una respuesta infalible: "Siempre fue una comida como presidente". ¿Quién podría discutir con semejante lógica?
La épica del ticket perdido
Uno de los grandes hitos de este relato es el destino del famoso ticket de El Ventorro. Según Mazón, la factura sigue "su curso normal" hacia el Tribunal de Cuentas, como si se tratara de un manuscrito medieval que necesita ser escoltado por monjes copistas a través de los Pirineos. Mientras tanto, el PSOE exige su publicación inmediata, porque, claro, la transparencia no debería depender de los tiempos administrativos. Pero Mazón, siempre un paso por delante, lanza un reto: ¿Por qué no pedimos también los tickets de todos los demás? ¿Qué estaba comiendo Pedro Sánchez en la India? ¿Qué menú eligió la ministra Ribera en Bruselas? En el universo de Mazón, la transparencia es una competición internacional de dietas políticas.
Es más, en un giro digno de una novela de intriga, Mazón insinúa que otros actores clave en la gestión de la DANA también tienen algo que ocultar. ¿Qué hacía la delegada del Gobierno durante esas cruciales horas? ¿Estaba en el Cecopi o en una pastelería comprando croissants? La imaginación es el límite, y Mazón sabe cómo aprovecharla al máximo.
El arte de no estar donde debes
Mazón, que no formaba parte oficialmente del Cecopi (el centro de coordinación de emergencias), defiende con vehemencia su decisión de no personarse allí hasta bien entrada la tarde. "Estaba informado, como cualquier otro presidente de comunidad", asegura. Y aunque es cierto que otros presidentes autonómicos también optaron por no asistir físicamente al Cecopi, uno no puede evitar preguntarse: ¿realmente es comparable coordinar una emergencia desde una oficina a hacerlo desde un restaurante?
Pero Mazón no está solo en su cruzada. El PP, como partido disciplinado que es, ha cerrado filas en torno a su líder. Según fuentes de Génova, no tienen constancia de si el partido pagó la comida, pero, claro, tampoco parecen muy preocupados por averiguarlo. Porque, al fin y al cabo, ¿qué importa un ticket más o menos cuando tienes toda una DANA de la que preocuparte?
Una lección para la posteridad
Al final, este episodio nos deja una lección invaluable: cuando la política se mezcla con la gastronomía, todo es posible. Mazón ha demostrado que es capaz de transformar una simple comida en un acontecimiento mediático de proporciones épicas. En un país donde cada día surgen nuevas crisis, él ha encontrado la manera de convertir un almuerzo en El Ventorro en el tema de conversación nacional. Es un talento que no se enseña en ninguna escuela de política, y por ello debemos reconocer su singularidad.
Y mientras esperamos que el ticket de El Ventorro llegue finalmente al Tribunal de Cuentas, podemos consolarnos con la certeza de que Mazón seguirá deleitándonos con sus reflexiones. Quizá algún día incluso ofrezca un curso de periodismo en el que explique cómo detectar noticias relevantes. Aunque, claro, para él esta historia nunca lo fue. Porque, como bien ha dicho: "No veo la noticia por ningún lado". ¿Qué noticia podría haber en un presidente que come tranquilamente mientras su comunidad se hunde bajo el agua? Sin duda, es un misterio que solo Carlos Mazón podría resolver.
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