La política moderna, en muchos casos, parece más una representación teatral que un ejercicio de gestión pública. Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana, ha dado un paso más en esa dirección al fichar como asesor a Josep Lanuza, un consultor especializado en comunicación digital que ya trabajó para Pablo Casado en su desastrosa campaña electoral de 2019. Con este movimiento, Mazón demuestra que, más allá de los desafíos reales de gobernar, su prioridad parece ser mantener intacta su imagen en las redes sociales y los titulares.

El apodo de "Peter Sellers" para Mazón no es gratuito. Como el icónico actor británico, el presidente popular parece capaz de adaptarse a cualquier rol que le exijan las circunstancias, aunque esto implique contradicciones o actuaciones poco creíbles. Tras el desastre de la DANA, que dejó más de 200 muertos y daños materiales incalculables, Mazón optó por priorizar la gestión de su narrativa antes que la de la crisis. En lugar de ser el rostro visible de una respuesta clara y efectiva, su estrategia ha consistido en externalizar la comunicación a alguien cuya trayectoria está marcada por el contramarketing y las tácticas de desinformación.

Es revelador que Josep Lanuza, quien ayudó a diseñar una campaña electoral que hundió al Partido Popular en 2019, sea ahora el encargado de pulir la imagen de Mazón. Su historial, según informes, incluye actividades que podrían considerarse cuestionables en términos éticos, como la desmovilización electoral. Sin embargo, para Mazón, su experiencia parece ser un activo valioso. La política, al parecer, se reduce para él a gestionar percepciones más que a liderar soluciones.

La elección de Lanuza como asesor también plantea preguntas sobre la transparencia y la legalidad. Aunque oficialmente no trabaja para la Generalitat, su acceso a las instalaciones del Centro de Coordinación de Emergencias y su participación en reuniones con el presidente generan dudas. ¿Dónde termina su rol como consultor privado y dónde comienza su influencia en las decisiones públicas? Más preocupante aún es que su contrato no es con la Generalitat, sino con el Partido Popular, lo que abre la puerta a conflictos de interés.

Además, no podemos ignorar el contexto en el que se produce esta contratación. La DANA no solo expuso la vulnerabilidad de la Comunidad Valenciana frente a fenómenos climáticos extremos, sino también la incapacidad del gobierno regional para reaccionar con rapidez y eficacia. En lugar de centrarse en los damnificados, Mazón ha dirigido su atención a contrarrestar las críticas hacia su gestión. Es difícil no cuestionar sus prioridades cuando, en medio de una tragedia, decide rodearse de asesores cuya especialidad es la manipulación de mensajes y no la gestión de crisis reales.

Este episodio es un recordatorio de cómo la política española está cada vez más atrapada en el juego de las apariencias. En un momento en que la ciudadanía demanda líderes que enfrenten los problemas con valentía y competencia, Mazón opta por la teatralidad. Si bien Peter Sellers hizo reír al público con sus transformaciones, en política estas actuaciones terminan por erosionar la confianza. Mazón, al igual que Casado, corre el riesgo de que su insistencia en las formas por encima del fondo le pase factura en las urnas.

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