Imaginemos a Elon Musk, el moderno Prometeo, descendiendo del Olimpo de Silicon Valley envuelto en un traje de Santa Claus, no para repartir juguetes, sino para entregar píldoras milagrosas que prometen salvar a la humanidad de la obesidad. Su barba blanca y su sonrisa enigmática son un guiño a una tradición que él, fiel a su estilo, desmantela y reinventa con ironía. Este Musk navideño no trae renos, sino fórmulas químicas y frases hechas que zumban como moscas en las redes sociales.
"Como Cocaine Bear, pero Santa y Ozempic", escribe en su plataforma X, mientras posa con aire travieso. Ozempic, Mounjaro, Wegovy… nombres que suenan más a planetas descubiertos por la NASA que a medicamentos, pero que en su universo adquieren la dimensión de herramientas del progreso. Musk, quien nunca ha ocultado su desdén por el gimnasio, confiesa que utiliza Mounjaro para mantenerse delgado, descartando el Ozempic porque, según él, lo hacía "eructar y tirarse pedos como Barney de Los Simpson". La anécdota, aparentemente trivial, en realidad encierra todo el espíritu de su personaje: una mezcla de genio, bufón y estratega del mercado.
La paradoja de Musk y el peso de la modernidad
Musk no es un simple consumidor de Mounjaro. Su entusiasmo por los inhibidores GLP-1, diseñados originalmente para el control de la diabetes, es parte de una narrativa mayor que él mismo alimenta. Según el magnate, estos fármacos representan la solución más eficiente a la epidemia de obesidad que azota a Estados Unidos. Su propuesta desafía las posiciones de figuras como Robert F. Kennedy Jr., designado como Secretario de Salud, quien aboga por una solución más tradicional: educar a los estadounidenses para que coman mejor.
Mientras Kennedy, con su aura de cruzado nostálgico, predica el regreso a los alimentos frescos y las porciones moderadas, Musk representa la antítesis: un mundo en el que la tecnología no solo facilita la vida, sino que también corrige los excesos. Para él, las píldoras son el atajo lógico en un sistema donde el tiempo es el bien más preciado.
El culto a la imagen en la era Musk
La declaración de Musk llega en un momento en que las figuras públicas abrazan cada vez más la química como herramienta de transformación. Whoopi Goldberg, por ejemplo, ha revelado que perdió casi 140 kilos gracias a Mounjaro, declarando con entusiasmo en The View: "¡Elon tiene razón!". La comediante, como Musk, es un testimonio viviente de una sociedad que se mira en el espejo con desdén y busca soluciones rápidas en vez de enfrentarse a su propia falta de disciplina.

En el fondo, Musk no es un evangelista del bienestar, sino un narrador consumado que convierte cada uno de sus movimientos en un espectáculo. Al final, su imagen como "Ozempic Santa" no es más que otro episodio en su interminable serie de ficciones modernas. Mientras algunos se indignan y otros aplauden, Musk sigue adelante, como el capitán de un barco que navega entre la sátira y la profecía, sin importarle demasiado si el destino es real o imaginario.
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