El Real Madrid, ese club que no solo juega al fútbol sino que también coquetea con la alta cocina, el urbanismo y las demandas judiciales, parece haber encontrado por fin la receta para enderezar uno de los líos más sonados de su majestuosa reforma del Santiago Bernabéu: el Sky Bar. Este espacio, concebido como el paraíso VIP del estadio, ha estado más cerrado que los partidos de la vieja guardia de Mourinho, con deudas, querellas y promesas incumplidas como telón de fondo. Pero ahora, todo apunta a que Manuel Marrón, empresario hostelero y atlético confeso, será el encargado de abrir las puertas del polémico local.
Marrón, dueño del icónico Zalacaín y experto en hacer magia con los fogones y los números, se perfila como la tabla de salvación para un proyecto que, hasta ahora, parecía destinado al olvido. Y eso que no faltaron nombres y aspirantes a gestionar este espacio de 700 metros cuadrados con dos terrazas dignas de un rascacielos neoyorquino. Sin embargo, las disputas entre los primeros adjudicatarios, Carlos García Delgado, Julio Mañas y Javier Utande, terminaron por atascarlo todo. Entre facturas impagadas, demandas cruzadas y promesas de marcas como Schweppes y Heineken, el Sky Bar se convirtió en un pozo sin fondo.
Florentino Pérez, que sabe bien lo que es lidiar con crisis, desde las galácticas hasta las vecinales, ha dado su bendición al nuevo plan. Y no es para menos: el club espera que, una vez abierto, el restaurante facture unos 15,3 millones de euros en su primer año, dejando al Madrid con un mínimo de 1,5 millones asegurados. Una cifra que subirá con el tiempo, porque si algo le gusta a Florentino tanto como ganar Champions es firmar contratos rentables.
El toque de ironía lo pone el hecho de que Marrón, además de ser atlético hasta la médula, también es socio de Gilmar, la inmobiliaria que lleva el nombre del mismísimo Jesús Gil, el eterno enemigo de los blancos. Pero esto no parece ser un problema para Florentino, siempre pragmático, ni para Marrón, que sabe que la gastronomía no entiende de colores. Y mientras el palco con 200 butacas se convierte en objeto de deseo de empresarios de toda clase, el Bernabéu sigue adelante con su transformación en un templo del fútbol y del lujo.
Por supuesto, este acuerdo no ha estado exento de giros y sorpresas. Además de Marrón, una multinacional británica había mostrado interés por el proyecto, aunque siempre con la condición de que las cargas judiciales desaparecieran. Todo apunta a que el traspaso se firmará esta misma semana, lo que permitiría al Sky Bar empezar a operar y cerrar una de las muchas pesadillas que ha traído consigo la remodelación del estadio.
Con este movimiento, el Real Madrid no solo zanja un problema económico, sino que también da un golpe de efecto en su eterna carrera por convertir el Bernabéu en un referente mundial, dentro y fuera del terreno de juego. Porque aquí, como en todo lo que toca Florentino, no se trata solo de ganar, sino de hacerlo con estilo. Y si para eso hay que recurrir a un atlético con estrella Michelin, que así sea.