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Maduro persigue también a los músicos disidentes: Rawayana, premiados con un Grammy, cancelados por el régimen venezolano

La última víctima de la censura orquestada por el régimen de Nicolás Maduro no son activistas ni líderes opositores, sino músicos. La banda venezolana de rock/reggae Rawayana, conocida por su mensaje de paz y libertad, ha sido forzada a suspender su esperado tour por Venezuela, a pesar del éxito que les otorgó su reciente Grammy Latino a la Mejor Canción Pop por su tema Feriado. La razón no es otra que las amenazas provenientes de los altos funcionarios del Gobierno bolivariano, encabezados por Maduro y su ministro de Interior, Diosdado Cabello. El comunicado de la banda, breve pero contundente, refleja la tristeza y la impotencia de los músicos ante la censura: "Cancelado nuestro tour por Venezuela. Gracias a todos los involucrados por intentarlo. Así es como nos despedimos de nuestro país hasta nuevo aviso. Nuestra música no está hecha para dividir… Paz… Cambio y fuera".

El régimen de Maduro, conocido por su rechazo a la oposición y cualquier expresión que se le oponga, ha extendido su represión a los terrenos de la cultura y la música. En su estrategia para mantener el control sobre la sociedad venezolana, no hay espacio para la disidencia, ni siquiera en los escenarios musicales. Las amenazas contra Rawayana, tras el rotundo éxito de su gira mundial ¿Quién trae las cornetas?, no solo tienen que ver con sus posturas políticas implícitas, sino con la creciente influencia de su música sobre la juventud venezolana, a quienes el régimen teme por su potencial de movilización.

La persecución no se detiene en los músicos establecidos, sino que se extiende incluso a jóvenes talentos que buscan expresarse a través de géneros más cercanos a la juventud como el rap. Ulises Vergara (Aka Odiseo) y Luis Rodríguez (Aka Sobredosis), dos raperos de 18 años, fueron arrestados tras el 28 de julio, víctimas de una ola de represión que busca silenciar cualquier forma de disidencia. Estos jóvenes fueron detenidos sin pruebas claras, solo por el hecho de ser parte de una cultura que, a juicio del régimen, podría sembrar las semillas del cambio.

En este contexto, la canción Veneka, de Rawayana y el rapero Akapellah, se convirtió en un blanco del régimen. La canción, que aborda la xenofobia hacia los venezolanos en otros países de Sudamérica, especialmente en Perú, fue utilizada como excusa para atacar a la banda. Veneka hace referencia al término peyorativo 'veneco', utilizado en muchos países de la región para denigrar a los emigrantes venezolanos. En un arrebato de furia, Maduro acusó a los artistas de tratar de desfigurar la identidad venezolana, específicamente la de la mujer, y vociferó: "¡A las mujeres de Venezuela se les dice dignidad, se les dice respeto y se les dice venezolanas, no son venecas!".

La crítica de Maduro, sin embargo, no fue únicamente cultural. Cabello, en un ejercicio de paranoia política, acusó a Rawayana de estar vinculados con un supuesto plan insurreccional diseñado por la opositora María Corina Machado, buscando manipular a la juventud venezolana con mensajes subversivos. En su delirio, ambos altos funcionarios no dudaron en utilizar insultos machistas contra Machado, a quien descalificaron de manera grotesca, llamándola "La Sayona" o "vieja decrépita". Estos ataques revelan la fragilidad del poder de Maduro, quien ve en cualquier forma de expresión crítica una amenaza directa a su régimen.

En un país con más de 1.900 prisioneros políticos, de los cuales 245 son mujeres, el caso de Rawayana y la persecución de los músicos disidentes no son incidentes aislados, sino parte de una estrategia más amplia de control social. En el Venezuela de Maduro, no hay espacio para la libertad de expresión, ni siquiera en las notas de una canción. La música, como todas las formas de arte, se convierte en un campo de batalla más, donde el régimen intenta aplastar cualquier atisbo de rebeldía.

La cancelación del tour de Rawayana es solo una muestra más de la descomposición de un sistema que se sostiene a base de represión, censura y miedo. Sin embargo, la música, como todas las formas de resistencia, sigue siendo una herramienta poderosa. A pesar de las amenazas, Rawayana seguirá siendo una voz que, aunque silenciada en su propio país, resuena en el resto del mundo, llevando consigo la esperanza de un futuro mejor para Venezuela.

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