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Luis Alfonso de Borbón, entre la apología del franquismo y el respeto por su bisabuelo (y esa absurda idea de ser rey de Francia)

Mientras se ultiman los detalles para que Eugenia de Borbón, hija de Luis Alfonso de Borbón y Margarita Vargas, haga su entrada triunfal en la alta sociedad en Le Bal de París, la vida del autoproclamado Luis XX sigue navegando en aguas tan polémicas como contradictorias. Por un lado, Luis Alfonso alimenta su sueño de ser reconocido como el legítimo heredero del trono de Francia, un título inexistente desde hace siglos. Por otro, defiende con fervor la figura de su bisabuelo, Francisco Franco, un legado que incomoda tanto dentro como fuera de España.

Esta doble faceta coloca al hijo de Carmen Martínez-Bordiú en una posición difícil de entender para muchos: entre el peso de la historia dinástica y la carga de un apellido asociado a la dictadura española. Aunque pueda parecer surrealista, Luis Alfonso combina actos de homenaje a Franco con un estilo de vida que lo sitúa como figura relevante de los círculos aristocráticos europeos.

Le Bal: el escaparate de la élite

El evento de este sábado en el lujoso Hotel Shangri-La de París será uno de los momentos más brillantes para Luis Alfonso como padre. Su hija mayor, Eugenia, participará en Le Bal, el Baile de Debutantes que combina glamour y tradición. Este evento reúne a jóvenes de familias aristocráticas y de élite de todo el mundo, y aunque parezca una actividad anacrónica, sigue siendo un escaparate de prestigio.

Para Luis Alfonso, el orgullo no es sólo personal. Cuando los organizadores de Le Bal anunciaron la participación de Eugenia, lo hicieron refiriéndose a ella como Su Alteza Real la princesa Eugenia de Borbón, reconociendo así la narrativa de su padre sobre la legitimidad dinástica. Este gesto simbólico refuerza la idea de que Luis Alfonso se toma muy en serio su papel como pretendiente al trono de Francia, a pesar de que esta aspiración no cuenta con respaldo oficial ni consenso entre los monárquicos franceses.

La legitimidad cuestionada

Luis Alfonso de Borbón se presenta como jefe de la Casa Real de Francia y utiliza el título de duque de Anjou. Para los legitimistas, aquellos monárquicos franceses que creen en la continuidad de la línea de los Borbones, él sería el legítimo Luis XX. Sin embargo, otros sectores monárquicos en Francia apoyan a los Orleans, la rama descendiente de Luis Felipe I, último rey francés antes de la instauración de la república.

Además, su título y tratamiento de Alteza Real son motivo de controversia incluso en España. Aunque este tratamiento le fue concedido por decreto durante la dictadura de Franco, su validez fue cuestionada tras la transición democrática. Luis Alfonso sostiene que, al haber nacido bajo ese estatus, lo mantiene de por vida. Sin embargo, ni la Casa Real española ni la mayoría de las familias reales europeas reconocen su reclamación.

La sombra de Franco

Más allá de sus aspiraciones monárquicas, Luis Alfonso mantiene un vínculo estrecho con el legado de Francisco Franco, su bisabuelo por línea materna. Como presidente honorario de la Fundación Nacional Francisco Franco, Luis Alfonso se ha posicionado públicamente en defensa de la figura del dictador. En eventos organizados por la Fundación, no ha dudado en elogiarlo como un "gran estadista" y en criticar la Ley de Memoria Democrática, que busca reparar a las víctimas del franquismo.

La Fundación Franco, que enfrenta una posible ilegalización bajo la actual legislación española, ha sido una de las plataformas desde las que Luis Alfonso expresa su desacuerdo con el Gobierno de Pedro Sánchez. Para él, la defensa de esta institución trasciende el ámbito familiar y se convierte en una cuestión ideológica, lo que le ha llevado a encabezar protestas contra lo que considera un intento de borrar la historia.

Los privilegios perdidos

La conexión de Luis Alfonso con la figura de Franco no se limita a la defensa de su legado. También se refleja en su frustración por la pérdida de títulos nobiliarios vinculados a la dictadura. En 1972, su padre, Alfonso de Borbón y Dampierre, fue nombrado duque de Cádiz por decreto franquista, un título que incluía el tratamiento de Alteza Real para él y sus descendientes. Sin embargo, este reconocimiento fue eliminado tras la muerte de Alfonso en 1989, devolviendo el título a la Corona española.

Luis Alfonso, no obstante, continúa utilizándolo como parte de su identidad pública, lo que genera tensiones con la Casa Real española. Este conflicto se hizo evidente en 2004, cuando la Familia Real no asistió a su boda con Margarita Vargas, heredera de una fortuna venezolana. Desde entonces, Luis Alfonso sigue reivindicando sus derechos dinásticos, tanto en España como en Francia, aunque sin el respaldo oficial de ninguna institución.

Contradicciones y aspiraciones

El caso de Luis Alfonso de Borbón es, en muchos sentidos, un reflejo de las tensiones entre el pasado y el presente. Por un lado, su defensa de Franco lo vincula a una etapa de la historia española que muchos consideran superada. Por otro, su reivindicación como legítimo heredero de los Borbones franceses lo sitúa en una narrativa que parece anacrónica en el contexto de las repúblicas modernas.

A pesar de las críticas y las controversias, Luis Alfonso ha sabido mantenerse en el ojo público, ya sea por sus apariciones en eventos como Le Bal o por su papel en la Fundación Franco. Para algunos, es un símbolo del peso de la tradición y la familia; para otros, una figura atrapada en un pasado que resulta difícil de reconciliar con el presente.

Un legado complejo

Es difícil ignorar el impacto de figuras como Luis Alfonso de Borbón en la cultura contemporánea. Su vida combina el glamour de la aristocracia europea con la carga de un apellido que divide opiniones. En muchos aspectos, encarna las contradicciones de una élite que lucha por mantener su relevancia en un mundo que valora cada vez menos los títulos y privilegios heredados.

Luis Alfonso puede no ser rey de Francia, pero en su mente y en la de sus seguidores legitimistas, lo es. Puede no contar con el respaldo de la Casa Real española, pero sigue utilizando los títulos que le otorgan un estatus especial en ciertos círculos. Y aunque su defensa de Franco lo coloque en el centro de la polémica, también lo mantiene como una figura relevante en los debates sobre memoria histórica en España.

Lo que está claro es que Luis Alfonso no pasa desapercibido. Sus aspiraciones y acciones lo convierten en un personaje singular, capaz de despertar tanto admiración como rechazo. Entre bailes aristocráticos y cenas en honor a Franco, el autoproclamado Luis XX sigue escribiendo su propia versión de la historia, por contradictoria que sea.

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