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La pena que da Miguel Bosé, entre apóstol del Apocalipsis y Mártir de la Conspiranoia: tunante bandido

Equipo de investigación (La Sexta, 22 h) emitió este viernes el reportaje Miguel Bosé: el negacionista : aparece el hijo de Luis Miguel Dominguín en grabaciones junto a Josep Pàmies, el fitoterapeuta milagrero que promovió ingestas de clorito para curar el autismo, la covid y más dolencias. Nos sitúa entre la risa, la pena y el pánico.

Hubo un tiempo, ya lejano, en que Miguel Bosé era conocido por su música, su elegancia y su carisma escénico. Ahora, sin embargo, ha decidido dar el salto al circo de las teorías conspirativas, convirtiéndose en una suerte de Mesías del despropósito. Su nueva faceta como profeta de calamidades nos recuerda que el pecado más grave de la ignorancia no es no saber, sino creerse sabio. Porque si algo caracteriza a Bosé en su cruzada negacionista, es esa mezcla de soberbia y candidez que lo lleva a predicar que las vacunas son parte de un complot mundial y que la DANA, sí, la DANA, es un arma climatológica creada por Bill Gates y sus secuaces para destruir España. ¡Qué nivel de disparate, señores!

El arte de la conspiranoia como carrera profesional

Deberíamos, por decoro, empezar reconociendo que las teorías conspirativas tienen su gracia. Son como las novelas de ciencia ficción barata: entretenidas mientras las tomes como lo que son, una distracción momentánea. Pero Miguel Bosé, en su afán por ser el nuevo Nostradamus del siglo XXI, ha cometido el pecado mortal de creerlas reales. Desde que decidió abrazar su misión divina de "despertar conciencias" (es decir, arrastrar al delirio a quienes aún lo escuchan), nos ha regalado joyas como que las vacunas tienen microchips, que las antenas 5G controlan nuestras mentes y, más recientemente, que las tormentas son armas diseñadas por malvadas élites globales para cumplir con la agenda 2030.

Todo esto sería hilarante si no fuera por el eco que encuentra entre legiones de seguidores dispuestos a tragarse cualquier sandez sin cuestionarla. Y ahí está el verdadero peligro: no en Bosé, que al fin y al cabo es un bufón desquiciado, sino en esa masa crédula que lo sigue como si fuese un iluminado.

Un catálogo de despropósitos

La carrera de Miguel Bosé como pensador alternativo tiene hitos dignos de mención. Empezó negando la existencia del COVID-19, porque, según él, todo era una farsa orquestada por las farmacéuticas. Luego arremetió contra las vacunas, esas mismas que años atrás alababa en galas contra el sida. Pasó de ser el embajador de la ciencia y la investigación a un enemigo declarado de la razón. La contradicción no parece preocuparle; en su universo, todo vale si sirve para construir su narrativa de "nosotros contra ellos".

Y ahora llega su gran hallazgo: la DANA como arma climática. Según Bosé, estas devastadoras tormentas no son fenómenos meteorológicos normales, sino pruebas de que "ellos" —Bill Gates, George Soros, el Foro Económico Mundial, y quizá hasta los Pitufos— quieren destruir la humanidad. No contento con desprestigiar a los científicos y a las instituciones, ahora también se lanza contra los meteorólogos. Que tiemble el hombre del tiempo, no sea que Bosé lo acuse de cómplice en esta cruzada.

Un profeta de la nada

Lo más hilarante (o triste, según se mire) es que Bosé se presenta como un defensor de la libertad, mientras su discurso está impregnado de miedo y paranoia. Porque, ¿Qué es más opresivo que vivir creyendo que todo está controlado por un maléfico comité de élites? ¿Qué clase de libertad es esa, que te encierra en un mundo lleno de enemigos invisibles y complots universales? Miguel Bosé no es un liberador; es un sembrador de pánico, un alquimista que convierte la desinformación en combustible para el fanatismo.

Y, como buen profeta, no está solo. Lo vemos rodeado de personajes como Josep Pàmies, un "fitoterapeuta" que promueve beber clorito de sodio como cura milagrosa para cualquier enfermedad. Bosé lo defiende, claro, porque en su lógica todo lo alternativo es bueno, aunque sea peligroso. También se apoya en textos pseudocientíficos y en lecturas esotéricas que confunde con verdades absolutas. En una entrevista de los años 90 confesó su fascinación por El retorno de los brujos, un libro que mezcla ocultismo y ciencia ficción. Es como si alguien leyera Harry Potter y decidiera buscar Hogwarts en el GPS.

Un final digno de tragedia griega

Lo peor de todo es que Miguel Bosé podría haber quedado como una figura respetada, un artista que marcó una época. Pero su descenso a la locura conspiranoica lo ha convertido en una caricatura de sí mismo. Su discurso, que mezcla ignorancia, prepotencia y delirio, no solo lo aleja de la realidad, sino también de cualquier forma de respeto intelectual.

En el fondo, Bosé nos recuerda una gran verdad: que la soberbia y la ignorancia son una combinación letal. Y aunque él crea que está librando una batalla épica contra las élites, lo cierto es que su guerra es contra sí mismo. Una lástima, porque ni siquiera ha entendido que el verdadero enemigo no es Bill Gates, ni las vacunas, ni la DANA. El verdadero enemigo, querido Miguel, es tu propia estupidez.

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