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Los tres días de angustia de Tamara Falcó que frustraron su viaje de lujo con Íñigo Onieva

Cansados de los rumores de crisis que les persiguen desde hace un tiempo, Tamara Falcó (42) e Íñigo Onieva (34) se escaparon este pasado fin de semana a la bodega Abadía Retuerta, en Valladolid, para pasar unos desconexión. Sin embargo, sus deseos no se pudieron cumplir. La marquesa de Griñón recibió la noticia de que su perrita, Vanilla, había sido ingresada en una clínica veterinaria.

Aquejada de una gastroenteritis aguda, la golden retriever fue hospitalizada hasta el pasado domingo en un centro de Madrid para ser tratada de este malestar. Nada más ser atendida en urgencias, su dueña se mantuvo pendiente, en la distancia, de los avances en su salud.

Este animal es la gran debilidad de la hija de Isabel Preysler y Carlos Falcó, que también tiene en casa a su querida Jacinta, su caniche toy. No obstante, parece que ambas mascotas conviven de nuevo juntas, y que todo quedó en un susto. Según informa Semana, a la vuelta de su viaje Tamara e Íñigo fueron a recoger a la perrita, ya dada de alta y recuperándose favorablemente después de tres días de convalecencia.

Este contratiempo agitó la estabilidad del matrimonio cuando, tras semanas de ajetreo en lo personal y lo laboral -Onieva se ha asociado para sus negocios con El Turronero-, buscaban distanciarse del ruido mediático. "Hay muchas noticias que son mentira. Hay periodistas detrás de mí diciéndome barbaridades sobre mi familia, mi marido... No tengo por qué aguantar eso", explicaba Falcó hace unas semanas en El Hormiguero.

La marquesa, agobiada

La aristócrata aseguró que se sentía muy agobiada por el interés mediático que despierta y que ella misma alimenta con sus exclusivas (muy bien remuneradas) a su revista de cabecera: "Intento que esto no me agobie", aclaró.

"Me he mudado a un sitio donde entro con mi coche, nadie tiene acceso a mí, tengo el gimnasio en el edificio... Yo no me escondo pero sí me protejo", dijo, y añadió: "Una cosa es que te pidan una foto y otra que te acosen. Hay gente que se cree con derecho de mirarte desde la calle con prismáticos. Podría demandarlos, pero no quiero perder energía en eso".

La aristócrata reveló que ser famosa es un calvario para ella y comparó su trabajo con el de un camarero: "A un camarero nadie le pide una ración de calamares cuando va por la calle, pues yo también quiero tener una vida normal cuando salgo de la televisión", ha dicho. "Muchas veces no puedes ni andar. He ido a misa un domingo rodeada de flashes".

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