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Así es la prisión tailandesa en la que ha ingresado Daniel Sancho: hacinamiento, violencia y comida "maloliente"

El hijo de Rodolfo Sancho ha sido trasladado este lunes a prisión tras haber confesado el crimen del cirujano colombiano Edwin Arrieta. Las cárceles tailandesas son conocidas por sus durísimas condiciones y Daniel tendrá que sufrirlas en sus propias carnes durante las próximas semanas. La suya, concretamente, se caracteriza por la violencia y la falta de comida e higiene.



Se trata de la prisión de Koh Samui, al sur de Tailandia. Conocida como El Gran Tigre, el centro penitenciario acoge a 7000 presos a pesar de contar con un aforo de 3500. Duermen hacinados en el suelo, repartidos entre las celdas y los pasillos, sin colchones y con tres mantas: una para el suelo, otra para sustituir a una almohada y otra para cubrirse. A las 6 a.m. los guardias tocan el silbato y todos deben levantarse para el recuento: hay un solo baño cada 45 presos y tienen 45 minutos para asearse mínimamente antes del recuento. "Las celdas son jodidamente irritantes, 45 personas todas queriendo mear temprano por la mañana, y algunos insisten en ducharse en el único retrete de la celda".

Tal y como han explicado dos ex reos que cumplieron condena en dicha prisión, a las 8 a.m. suena el himno nacional y se llevan a cabo rezos budistas. Después, los presos deben ponerse el uniforme: azul para los condenados, marrón para los que están en prisión preventiva, como Daniel Sancho. Treinta minutos después, la primera comida: "Arroz desagradable y caldo maloliente. Los cuencos se distribuyen entre las mesas y es cuestión de sentarse y elegir uno". A las 11 de la mañana tiene lugar el segundo recuento y la segunda comida: arroz y huesos de pollo. Los reos tienen una pequeña tienda dentro de la prisión donde pueden comprar algunos alimentos, como snacks, y también pueden pedir comida a domicilio por algo más de tres euros al día: "Si no pides fuera, no comes bien", dicen.

A mediodía es tiempo de gimnasio y ducha. El primero consiste en unos bloques de hormigón sobre una barra metálica y unas botellas de agua rellenas de arena. El segundo se lleva a cabo por silbatos: uno mojarse, dos enjabonarse y tres aclarar. Hay 16 duchas y dos abrevaderos para todos y el agua se agota rápidamente. Después, tiempo libre: hay libros para leer, juegos de ajedrez y una especie de petanca. 

A las 4 p.m. regresan a las celdas y comienzan los problemas: los presos pueden fumar pero no hacer fuego, por lo que son cacheados con esmero. Los guardias imponen castigos (más o menos duros) en función de lo que encuentren. De 5 a 9, tienen acceso a la televisión, controlada por los guardias, por lo que solo pueden verse programas tailandeses. En este espacio de tiempo tienen lugar peleas y enfrentamientos; se desata la violencia entre los presos y también los guardias. A las 9:01 p.m., todo vuelven a las celdas. La luz no se apaga nunca.

A la espera de juicio

Daniel Sancho ha ingresado este lunes en prisión preventiva a la espera de juicio. Deberá permanecer 10 días en aislamiento por protocolo Anti-Covid y en este tiempo solo su abogado podrá visitarlo. Su padre, Rodolfo Sancho, ya viaja a Tailandia para estar cerca de su hijo aunque, como decimos, no podrá verlo hasta dentro de casi dos semanas.

El joven chef, de 23 años, ha declarado que la policía le está tratando bien y ha transmitido tranquilidad a sus amigos y familia, aunque las autoridades tailandesas aseguran que le han impuesto un estricto protocolo de vigilancia ante el alto riesgo de suicidio. Daniel se declaró culpable de haber asesinado a Edwin Arrieta, cirujano colombiano con el viajó a Tailandia: "Yo lo maté, pero yo era su rehén, me tenía en una jaula. Había amenazado a mi familia", ha declarado.

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