Mientras la casa de Isabel Preysler hierve por el trajín de estilistas que entran y salen, mensajeros con flores y la inminente llegada desde Nueva York del traje de novia de Tamara Falcó para la tercera y última prueba de su modelo nupcial, firmado por Carolina Herrera, Mario Vargas Llosa, de 87 años, permanece hospitalizado, aunque ha abandonado la UCI de la clínica Ruber de Madrid y ha pasado a una suite en planta tras una mejora en su lucha contra el Covid 19. Sus hijos Morgana y Álvaro han mostrado una actitud distante y hostil hacia la prensa, que intenta conocer la evolución de su padre.
Paradojas de la vida: hace un año, el premio Nobel de Literatura y la viuda de Miguel Boyer cumplían sus ocho años de relación en la clínica Buchinger de Marbella, la misma donde Tamara y su madre se ponían en forma la semana pasada con el objeto de estar ideales el gran día de la marquesa de Griñón, o sea, este sábado.
Cuando finalizaba 2022, Isabel Preysler anunciaba el final de su romance con el escritor. Era el 28 de diciembre, día de Los Santos Inocentes, aunque su declaración no era ninguna broma. Era la noticia del año. O una de ellas.
Hoy, en la Avenida de Miraflores de Madrid, donde se encuentra la mansión que construyó Miguel Boyer, para vivir su felicidad conyugal con su nueva esposa, se brinda con champaña por el futuro de Tamara Falcó y quien será su marido desde este 8 de julio, Íñigo Onieva. Tamara está en casa de su madre, porque Isabel le ha pedido que deje esta semana el piso donde reside con su prometido y viva, en la casa familiar, como manda la tradición, y salga del nido materno para casarse, como se hacía antiguamente.
Nueva aventura política y futuro en la República Dominicana
Pero junto al escritor peruano, sin moverse de su lado, está Patricia Llosa, prima y segunda esposa del escritor y madre de sus tres hijos. Una vez más, quien fue su mujer, asistente y colaboradora indispensable ha vuelto a su lado, perdonando la última y larga infidelidad manifiesta, porque para ella eso es lo que fue el romance del genial literato con la filipina.
Patricia ya lo había hecho en ocasiones anteriores. Vargas Llosa ha sido un seductor nato, enamoradizo irremediable y a quien le han gustado siempre las mujeres hermosas. Pero después de cada aventura volvía a casa. Esta vez ha tardado ocho años en regresar y, aunque ha habido un divorcio, Mario ha vuelto, aunque enfermo y en la recta final de sus larga vida, con la madre de sus hijos.
El Nobel peruano no se rinde, tiene planes. Acaba de afiliarse a una nueva formación política, el Partido Liberal del ex presidente peruano, Pedro Cateriano, encantado por su parte de contar con tan ilustre militante. Y cuando mejore su salud, Vargas Llosa piensa pasar largas temporadas en República Dominicana, donde el matrimonio tenía una casa. El mandatario de aquel país, Luis Abinader, también le espera con los brazos abiertos, asegurando que le concederá la nacionalidad de aquel país. Abinader es el primer presidente nacido después de la dictadura de Rafael Trujillo, de la que escribió Vargas Llosa en El Chivo. Sólo falta que el gran escritor, salga de este trance y pueda hacer borrón y cuenta nueva.