La obsesión del hijo de Camilo Sesto por las pelucas sobrepasa los límites de la normalidad. Desde que Camilín descubrió en una maleta las que utilizaba su padre no ha parado de comprar pelucas por Amazon. Las tiene de muchos colores, sus preferidas son unas de color rojo y azul, pero también las tiene fluorescentes, con rizos, rubias, pelirrojas, blancas o amarillas. Se ha gastado un buen dinero, porque muchas están fabricadas con pelo natural, que es carísimo. La mayor parte proceden de Japón y del sudeste asiático, es un maniático y se puede pasar horas eligiendo modelos. Cuanto más extravagantes, mejor.
Ahora le ha dado por vestirse de mujer y compra igualmente por Internet ropa interior femenina, especialmente braguitas tipo tanga, se hace fotos con ellas y las sube a las redes sociales.
Otro problema añadido es el mal estado de su dentadura. Desde su entorno nos llega la noticia de que se está arreglando la boca y le van a poner unas carillas. Pero lo que resulta lamentable es que presuma en público de los huecos y de los dientes estropeados.
Ajeno a los mensajes de advertencia de su madre, sigue recibiendo en su casa a visitantes nada recomendables, que le llevan lo que él denomina "golosinas". A buen entendedor pocas palabras bastan. Mientras continúe con esa dinámica de autodestrucción es tarea complicada hacerle entrar en razones. Su madre, Lourdes Ornelas, le ha intentado reconducir multitud de veces por el camino correcto sin lograr los resultados esperados. Es fácil de entender la desesperación de la mexicana.