"Mamá, papá, si me pasa algo, acordaos de la muestra que dejé en el laboratorio de Nueva York. Quiero tener hijos, aunque ya no esté. Es mi deseo. Prometedme que lo vais a hacer, por favor". Éstas son las palabras atribuidas a Aless, las que, según recoge Ana Obregón en su libro, pronunció su hijo en presencia también de Alessandro Lequio.
Posiblemente son éstas las frases sobre las que descansan las justificaciones por las acciones llevadas a cabo por la coautora de la publicación y que han desembocado en el nacimiento de Ana Sandra Lequio Obregón, siendo Lequio uno de los nombres, como adelantamos y corroboró Alessandro días después en El Programa de Ana Rosa.
Ana Obregón repite por tanto lo mismo que dijo desde el principio, en el sentido de que ella actuaba para cumplir los deseos de su hijo, y uno de ellos era ser padre post mortem. Un extremo que, hasta ahora, solo se sostiene por el testimonio de la actriz, ya que no ha sido corroborado por el otro testigo de aquellas supuestas palabras, quien de momento trata de mantenerse en silencio. Es decir, no ha desautorizado la versión de la madre de su hijo pero desde luego no la ha confirmado. Si lo hace tomaremos nota.
Tampoco se ha hecho público documento alguno, salvo las entrevistas y el libro escrito por la propia Ana Obregón, que corrobore las afirmaciones de la presentadora. No se trata de ser descreídos ni mucho menos de llamar mentirosa a quien su padre apodaba de niña Antoñita la Fantástica. Pero es inatacable que estamos ante hechos insólitos, tremendamente inhabituales, no muy verosímiles.
Lequio habla con sus silencios y sus gestos
Resulta igual de extraño que si Alessandro Lequio escuchó a su hijo decir en su lecho de muerte semejante cosa, como recuerda Ana con sospechosa nitidez, su actitud sea la que hemos visto públicamente reflejada en sus intervenciones televisadas, en las que parece bascular entre el silencio y un deseo contenido de transmitir su postura sin polemizar con Ana Obregón, ya sea por respeto a la memoria de su hijo o por la evidente prudencia de quien no desea echar más leña al fuego. La cuadratura del círculo.
Pero Lequio, en sus contadas y cortas intervenciones, se desmarca de la madre de Aless y no solo por las caras que pone cuando le preguntan por todo lo relacionado con esto. Frente a afirmaciones de la actriz, como que ella habla con Lequio "todos los días", el italiano pasa palabra pero no evita la descomunal elocuencia de su gesto.
Cuando se le habla de si va a conocer a Ana Sandra, quien se entiende que es nada menos que su nieta, fruto del supuesto deseo que su hijo le expresó antes de morir, Lequio contesta muy gráficamente: "Llevo 25 años casado, con otra familia y mi vida es otra. Eso es pasado". (Y hay que verle la cara). Cuando una compañera de tertulia como Cristina Tárrega le plantea si le apetece conocer a la niña, y le dice que a ella le consta que le gustan mucho los niños, Alessandro es tajante: "Me gustan los míos", sentencia.
Ana Obregón ha vendido que su maternidad, o abuelidad, es el deseo y el legado de un hijo, pero los hechos muestran al presunto abuelo como una persona que no participa de esta obscena coreografía comercial, porque, aparte de todo, lo que no es discutible es que hay un evidente aspecto mercantilista del baile mediático organizado por Ana Obregón, un exhibicionismo muy bien pagado. Y no nos referimos a las ventas del libro, cuyos beneficios van a parar a la Fundación y la loable y muy necesaria lucha contra el cáncer.
La cuestión es que, en lo mollar, en la participación de Lequio en la toma de decisiones, aunque Ana diga que hablan todos los días, sabemos que el italiano, para enterarse de la culminación y algunos detalles de lo ocurrido, se tiene que ir a una librería y comprarse un libro, como sostiene la propia Obregón en la obra, cuando escribe que Lequio se enterará al leer el libro de que la salvó del suicidio.
En la misma cadena en la que trabaja el aristócrata se ha llegado a decir, literalmente, que "a Lequio le han endosado un nieto". Y no es en absoluto descabellado a tenor del relato de Ana Obregón frente a la actitud del padre de Aless. Desde luego si algo no hemos visto en Lequio es la imagen de un abuelo feliz por la llegada de una nieta ni por haber cumplido el deseo que, presuntamente, le expresó su hijo en sus últimos días de vida, si damos credibilidad al testimonio de Ana Obregón.
Es una versión de lo ocurrido, pero no necesariamente fue así
Lo que está claro es que la presentadora ha querido contar su historia y a ella se la ve feliz en la tercera portada de Hola. Si soltar en un libro su testimonio le va a ayudar a sanar su duelo, ésa es un buena noticia. Pero el relato que adelantó en la revista es en lo esencial calcado al que escribió en su ordenador. Y no es un documento con verdades absolutas e indiscutibles. Nada hay probado. Ella es dueña de su relato y pone los detalles que le alivian. El libro es de Aless en un diez por ciento y el resto es de ella. 70 páginas en un libro no son más de 25 folios. Ésa es la aportación del coautor fallecido.
La catarsis que Ana Obregón ha llevado a cabo se puede entender; otra cosa es que lo que ocurrió sea exactamente como ella, y solo ella, lo describe. Pero Ana no ha dicho que haya escrito sus vivencias o sus reflexiones o un cuento sobre su trágica experiencia. Tal vez hubiera sido más honesta explicando que los textos publicados son la versión libre que ella ha querido reflejar, lo que ella sintió o quiso entender.
Belén Esteban no entiende lo que es probar algo
Con todo, hay gente como Belén Esteban que da carta de verdad absoluta a lo que dice Ana Obregón en el libro: "Yo dije aquí que el semen estaba en América, que no se lo habían llevado de España", comentaba este miércoles, como si hubiera aparecido un nuevo documento o se hubiera conocido un testimonio distinto al que ya desveló la propia Ana Obregón. Porque Belén Esteban, como otros muchos, no se da cuenta (o no quiere darse) de un detalle: la letra impresa no es ley, lo que pone en un libro no tiene por qué ser cierto. "Mamá, papá, si me pasa algo, acordaos de la muestra que dejé en el laboratorio de Nueva York. Quiero tener hijos, aunque ya no esté. Es mi deseo. Prometedme que lo vais a hacer, por favor". Eso es lo que prueba, según Belén, que el semen salió de Nueva York. O sea, las palabras que Ana Obregón, y solo ella, asegura que pronunció su hijo en presencia de Alessandro Lequio. Resulta extraño, atendiendo a la literalidad del texto publicado por la autora, que el joven dijera "acordaos de la muestra que dejé en el laboratorio de Nueva York", un comentario tan a la medida de la justificación que necesita Ana. Es forzado, porque se supone que bastaría decir "acordaros de las muestras que dejé", sin hacer hincapié ni mención expresa de dónde las dejó. Añadió después, según Ana: "Quiero tener hijos, aunque ya no esté. Es mi deseo. Prometedme que lo vais a hacer, por favor". Y lo dijo delante de su padre, el silencioso. Ahora ese silencio es más atronador que nunca porque si Lequio escuchó a su hijo decir tal cosa y actúa como lo está haciendo...