Hace tres años ya que la tragedia golpeó a Alessandro Lequio de la peor manera posible: su hijo perdió la última batalla contra el cáncer y a una edad en la que debería estar prohibido morir el joven nos dejó. Del apoyo a Aless durante el largo y terrible tratamiento para batallar contra la enfermedad, unido a Ana Obregón, el italiano pasó al desgarro indescriptible de la ausencia.
Alessandro Lequio ha vivido el duelo de un modo muy distinto al de la madre del fallecido, como recordó este lunes visiblemente emocionado. En la intimidad. En el silencio. Porque le remueve el alma escuchar el nombre de su hijo zarandeado en las discusiones de Sálvame y el resto de los programas. Lequio ha llorado encerrado, sin exhibir sus lágrimas en Instagram, sin el espectáculo mediático orquestado por la actriz, "muerta en vida", como ella narra en las revistas, en El País, en televisión o en sus cuentas en las redes sociales, hasta que hace tres semanas llegó al mundo una bebé cargada de amor, ternura y belleza. Feliz y ajena al océano de polémicas y controversias que ha suscitado su madre exhibiéndola, contando los detalles de sus orígenes y su futuro.
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Aless Lequio falleció el 13 de mayo de 2020 y su madre, cada 13 de mes, subía el recordatorio. Hubo portadas de Hola contando su pena y otras intervenciones públicas; hasta el estallido mediático del episodio del nacimiento de la pequeña recién llegada por gestación subrogada y el circo levantado por la protagonista de Ana y los siete.
Desde entonces se ha hecho mucho más patente la diferencia de entender el duelo de los padres de Aless. Frente al silencio y el duelo en la intimidad de Lequio nos hemos encontrado con la parafernalia organizada por Obregón: portadas, fotos, declaraciones y debates éticos, legales, morales, con implicaciones de expertos, famosos, políticos, familiares y todólogos.
La historia de Lequio tiene luces y sombras pero desde luego no es común ni gris ni aburrida. Nunca lo fue, pero tal vez ahora, a pocos meses de cumplir los 63 años, 35 meses después de perder a uno de sus tres hijos, el aristócrata se aproximaba a una existencia serena, centrada en su mujer y su pequeña Ginevra-Ena, de seis años.
Su trabajo en televisión, su golf, un reducido grupo de amistades, un refugio en Galicia y escapadas cuando su actividad y la de María Palacios se lo permiten, eran en gran medida su rutina, con una situación económica razonablemente desahogada.
La madurez le ha llevado a dejar atrás aquella vida trepidante, llena de luces y sombras, que conocemos, y que da para una serie de televisión desde sus orígenes familiares hasta sus días de vino y rosas. Pero ahora, cuando no quiere, de nuevo los paparazzi le buscan, los micrófonos le exigen declaraciones, versiones y explicaciones. Todo esto explicó este lunes en El Programa de Ana Rosa, donde ocupa una silla.
Lo hizo como pudo, tratando de evitar el conflicto con Ana Obregón, expresando su respeto por quien ha decidido vivir la tragedia y el duelo de la pérdida de un hijo tan joven de una manera radicalmente opuesta a la suya. Pero la libertad de Ana Obregón, de exhibir su dolor y su alegría, termina en la de Lequio, a quien la gigantesca ola del tsunami provocado por la actriz y presentadora le ha sumergido, por razones ajenas a su voluntad, en el centro de un terremoto de larga duración y cuyo epicentro no se va a quedar en Miami.
Las 48 últimas horas de vida de Aless, narradas por Ana Obregón
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Frente a los atronadores silencios de Lequio están los testimonios de Ana Obregón. Porque de casi todo lo que cuenta la bióloga solo tenemos constancia a través de su testimonio. No hay ninguna prueba de que la niña sea, como dice ella, hija de Aless Lequio. Podemos creerla, pero, hasta la fecha, dar por hecho que efectivamente Ana Lequio Obregón está concebida a partir del esperma de su hijo fallecido hace tres años, es un acto de fe. No se ha mostrado documento alguno que así lo certifique. No es que afirmemos lo contrario, pero, insistimos: no hay prueba hasta ahora de que Ana Obregón y Alessandro Lequio hayan sido abuelos post-mortem.
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Lo mismo ocurre con el supuesto deseo del fallecido, expresado a su madre y a su padre en sus últimos días, de tener descendencia una vez no estaba en la Tierra. Ana Obregón recordó hace ahora dos años en una entrevista para Vanity Fair cómo fueron los dos últimos días de su hijo antes de morir y no mencionaba ese deseo: "Tuve 48 horas para hacerme a la idea. Me había ido al apartamento a duchar y me quería echar una hora, pero le acababan de hacer un TAC y Alessandro me llamó: 'Ana, ven. Ya no hay tiempo'. Estuvimos 48 horas cogiéndole los dos de la mano… Y así se fue. Me quedé abrazada a él bastantes horas. Luego se lo llevaron".
¿Testamento ológrafo?
Fue hace una semana cuando Ana Obregón declaró en Hola que hay un testamento ológrafo, describiendo este tipo de documento de un modo que innumerables expertos han corregido después, explicando que no se otorga como ella explica en la revista. En todo caso, tampoco se ha mostrado públicamente documento alguno que corrobore las palabras de la actriz. Y entre los incontables silencios de Alessandro Lequio tenemos también el que se refiere a este asunto. No olvidemos que en la publicación a la que Obregón concedió la gran exclusiva es ella quien cita al italiano como testigo de esta voluntad. De nuevo estamos ante un testimonio desnudo, de una sola persona, como única prueba. Ni siquiera él ha corroborado esto, aunque tampoco lo ha desmentido.
Podemos desde los medios creerla. Pero lo mollar es si, llegado el momento, la ley podría exigir algo más que la palabra de Ana Obregón, una persona que, como es público y notorio, no ha dicho siempre la verdad. Se ha publicado que la ministra de Justicia Pilar Llop ha dado instrucciones al Registro Civil sobre la inscripción de la hija de Obregón.
Puede que Ana diga la verdad. Pero sabemos que, tres semanas antes de llegar al mundo la bebé, la actriz declaró en El País que estaba muerta en vida, a sabiendas de que su nueva alegría y razón para existir estaba a punto de llegar. Sabemos también que Ana declaró no haberse enterado del sexo del bebé hasta muchos meses después de haber sido fecundado el óvulo de la donante, supuestamente y como sostiene Ana Obregón, con el esperma de Aless Lequio. Extremo que todo el mundo sabe que no puede ser cierto en casos de gestación subrogada. También dijo que la niña se llama Ana Sandra Lequio y en el documento de adopción, del que no dijo nada en su entrevista de Hola, la inscribió con Ana Lequio, de nombre, y Obregón de apellido, tal y como adelantamos.
No es relevante tal vez que la opinión pública o los medios creamos a pie juntillas todo lo que dice Ana Obregón. Nuestra misión es tomar nota de sus declaraciones y así lo hemos hecho. Otra cosa es que estemos en condiciones de afirmar categóricamente que es cierto todo lo que sostiene. Porque no hay ni prueba ni segunda fuente. Al menos de momento. Pero sí será relevante, en caso de que la Justicia (no solo en el Registro Civil, sino en casos de herencias, por ejemplo) exija algo más que un testimonio, que haya algún documento que demuestre la voluntad de Aless Lequio expresada hasta ahora por su madre y solo por su madre. Nos preguntamos si las dudas sobre un relato que se basa exclusivamente en un testimonio pueden extenderse a otros familiares de Aless Lequio.