A nadie le ha extrañado que Matilde Solís y Martínez Campos, la que fuera primera y hasta ahora única mujer del actual Duque de Alba, no estuviera este pasado jueves, en la iglesia sevillana de Jesús del Gran Poder, donde se celebraba el funeral por el que fuera su segundo marido. Borja Moreno Santamaría falleció días atrás de un infarto repentino, con poco más de 50 años.
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La que pudo ser duquesa de Alba por su boda con Carlos Fitz-James Stuart y madre de sus dos hijos no quiso acompañar en la iglesia a su hijo Borja, nacido de este segundo matrimonio de su madre. En cambio, allí estaba, recibiendo el pésame de todos los asistentes, Rocío Medina, la última pareja del fallecido, un hombre poco conocido socialmente, pero que vivió una polémica y complicada separación de Matilde Solís, con denuncias mutuas, orden de alejamiento por sentencia del juez pero al parecer un buen padre para su único hijo, que acaba de alcanzar su mayoría de edad.
Si la personalidad de este sevillano, ocho años menor que Matilde, dedicado al campo como empleado de la empresa Natea Soluciones Agrícolas, ha sido salpicada por episodios conflictivos con su ex mujer, no menos llamativos han sido los momentos protagonizados por Matilde Solís desde que se hizo visible públicamente, como prometida del hijo mayor de la duquesa de Alba. Aquella boda, celebrada en Sevilla, en junio de 1988, fue el acontecimiento social del año.
La novia, hija de los marqueses de la Motilla, arrastraba fama de chica independiente y de cierta rebeldía, teniendo en cuenta que su madre era miembro del Opus Dei y había recibido una educación muy estricta. La familia Solís residía en el imponente palacio de la calle Cuna y su fortuna era comparable o mayor que la de los Alba. Su hermano mayor, Miguel Solís, estaba separado de Carmen Tello, que lo había abandonado por el torero Curro Romero, pero en general era gente discreta que no aparecía en las revistas del corazón.
Los entonces duques de Huéscar se instalaron en Liria junto a Cayetana, casada por aquel tiempo con Jesús Aguirre, pero para la joven duquesa el palacio resultó una cárcel de oro. Convenció a su marido para mudarse a una casa propia, en la urbanización Somosaguas, pero, a pesar del nacimiento de sus dos hijos, Fernando y Carlos, el matrimonio resultaba una losa para la aristócrata sevillana, aquejada de depresión y dolencias psíquicas que desembocaron en un disparo de escopeta, empuñada por ella misma, que casi le cuesta la vida.
Una vez separada de quien era, como primogénito de Cayetana, futuro duque de Alba, Matilde empezó a tratarse con el doctor Javier Criado, el psiquiatra sevillano que atendía a casi todas las señoras bien de la ciudad. Al cabo de los años, Matilde Solís y otras mujeres denunciaron al médico por malas praxis y por abuso de una de sus pacientes. Fue la nueva ocasión en que la discreta aristócrata volvía a las portadas de la prensa.
Antes, había desafiado a la conservadora sociedad sevillana, manteniendo relaciones con Borja Moreno, un joven de clase media, empleado en una finca para atender tareas del campo.
Su boda se celebró en 2003, con Matilde embarazada de seis meses y sin ningún miembro de su familia presente. El matrimonio solo duró cinco años, en los que Borja Moreno lamentaba el complicado carácter de su esposa. A su vez, Matilde se quejaba en privado de un trato inaceptable, sobre todo cuando, una vez separados, su ex marido quebrantó la orden de alejamiento, porque, según contaba, ella le impedía ver a su hijo.
Las aguas se habían calmado en estos últimos años. Borja Moreno habia rehecho su vida con Rocío Medina, tenía una relación fluida con su hijo y Matilde lució como espléndida madrina en el palacio de Liria en las recientes bodas de sus hijos Fernando y Carlos.
Pero esta paz conseguida no era suficiente para que asistiera al funeral por el hombre que quiso rescatarla de sus miedos y depresiones y al que acabó llevando a los tribunales.