La tía escritora de Vargas Llosa, Julia Urquidi, no había cumplido 30 años cuando se divorció para casarse con su sobrino, que no había cumplido los 20. Vivieron casi una década juntos en lugares tan fascinantes como el París de mediados de los años cincuenta, hasta que el peruano dejó a su tía porque se había enamorado de su prima, Patricia Llosa Urquidi, también sobrina de la primera esposa. La historia es muy conocida porque hay dos libros autobiográficos que la cuentan. Mario Vargas Llosa publicó 13 años después de su primer divorcio La tía Julia y el escribidor, memorable obra del Nobel. Cinco años después, Julia Urquidi dio su versión en otro libro titulado Lo que Varguitas no dijo, al hilo de lo narrado por el ya ex novio de Isabel Preysler.
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Viene muy a colación recordar estas novelas por varias razones. Primero, porque Vargas Llosa muy a menudo ha escrito sobre sus vivencias, en ocasiones las más íntimas. Y no sería de extrañar que si la vida le regala el tiempo que necesita, nos encontráramos en los quioscos algo parecido a La tía Preysler y el escribidor. Es un decir. Pero recordar tanto La tía Julia y el escribidor como la 'secuela' publicada por Urquidi es relevante también porque con el retrato que obtenemos del extraordinario escritor de Arequipa leyendo esas biografías podemos proyectar algo de la compleja y fascinante personalidad que envuelve al autor de Pantaleón y las visitadoras.
Sabemos que desde siempre le han gustado las mujeres tanto como escribir. Encamado y recién casado con su tía, diez años mayor, le fue infiel tantas veces como quiso; hasta que se enamoró perdidamente de su prima, que se convirtió en su mujer, madre de sus tres hijos, su pilar esencial y organizadora de su vida durante medio siglo, hasta que el escribidor se enamoró de Isabel Preysler y se divorció de nuevo.
Aventuras aparte, sabemos que Mario Vargas Llosa ha viajado, en términos de amor y pasión, de fantasía en fantasía. A mediados de los 50, siendo casi un adolescente, su fantasía fue su tía, diez años mayor. Y él vivió esa fantasía con tanta intensidad como para casarse con ella contra viento y marea, con gran oposición familiar precisamente porque Julia y Mario eran tía y sobrino. Pero a Mario no le importaron las dificultades.
Cuando las infidelidades hicieron mella en la relación de tío y sobrina, y la llama de aquella pasión se fue apagando, Mario no pudo resignarse a otra fantasía: su prima. Y esta sí que fue intensa porque Patricia Llosa ha sido, con permiso de cualquiera de las otras personas que han pasado por el corazón del literato, la mujer de su vida: medio siglo de matrimonio. Y la otra gran fantasía de Vargas Llosa ha sido la Preysler.
Isabel ha dado a entender que los celos "infundados" del escritor, un sentimiento al parecer reiterativo, han sido la gota que ha colmado el vaso de su paciencia, el motivo principal de la ruptura. Pero la madre de Tamara también viene a decir que su Mario nunca ha dejado de mirar a otras mujeres. Tal vez los celos de Mario Vargas Llosa tengan algo que ver con cierta mala conciencia del escritor, por eso de que cree el ladrón que todos son de su condición, refrán que podemos versionar con que cree el pendón que todos son de su condición.
Es verdad que Mario no es aquel adonis de 19 años capaz de seducir a una mujer diez años mayor, su propia tía, ni tampoco el treintañero que abandonó a la tía para casarse con la prima. Pero no parece que el escritor sea un hombre aficionado a la soledad sentimental, aunque en marzo le caen 87 castañas.
Tampoco Isabel ha estado sin pareja. La vida sentimental de Preysler, mucho más conocida aún que la de Vargas Llosa, se resume en tres matrimonios y una relación de casi ocho años con el peruano. Nunca se le ha conocido a la filipina infidelidad ligera, por mucho que su relación con Miguel Boyer pudiera haberse superpuesto con su matrimonio con Carlos Falcó. Sin embargo, de infidelidades, como víctima cornuda, sí debe saber algo una mujer que estuvo casada durante siete años con Julio Iglesias, padre de sus tres primeros hijos. Su matrimonio con el padre de Tamara, que apenas duró un lustro, naufragó en cierta medida porque Isabel es cualquier cosa menos una mujer de campo, casi lo contrario de una socialité. Pero si Patricia Llosa ha sido para Vargas Llosa la mujer de su vida, Miguel Boyer, tercer marido de la filipina y padre de Ana, su hija menor, puede haber sido el hombre esencial en la vida de Preysler. Su matrimonio duró un cuarto de siglo, mucho más que la suma de los dos anteriores, y solo terminó con la muerte del ex ministro de Hacienda socialista, del que Isabel cuidó en los momentos más complicados de su larga enfermedad con abnegación y sacrificio.
Ojalá que Mario Vargas Llosa tenga el arrojo, las ganas y el tiempo de deleitarnos con una novela centrada en sus años de relación con Isabel. No sabemos si llegará a las librerías La tía Preysler y el Escribidor pero podemos asegurar sin miedo a equivocarnos que si se publica, con el título que sea, venderá más ediciones que cualquier otra obra del escritor.
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