Este mismo sábado era el portavoz oficial de la parte más mediática de los Mohedano, José Antonio, marido de Gloria, la hermana de Rocío Jurado, quien confirmaba que ninguno de ellos estaría el uno de julio próximo en la inauguración del museo que Chipiona dedicará a La más grande.
Desde el más allá, la tonadillera se lamentará de tanto desencuentro familiar, ella, que tanto luchó por mantener unidos a los suyos. No era tonta, sabía que existían problemas y desacuerdos, pero mientras estuvo viva nadie se atrevió a exteriorizar un cisma ya evidente para el resto de los mortales.
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El sueño de la cantante, tener su propio museo en su tierra natal, se hace realidad, desgraciadamente, sin su presencia. El próximo miércoles, uno de junio, se cumplirán dieciséis años del fallecimiento de Rocío, y hoy ya se ha visto, en el homenaje recordatorio organizado por su hija Gloria Camila en tierras chipioneras, quiénes están de un lado y del otro.
Hasta José Ortega Cano, que asistió a la Misa y la visita al mausoleo de su esposa, declinó comer con su hija y otros miembros de la familia en un restaurante de la localidad. Las desavenencias entre la esposa y la hija del torero han puesto a Ortega entre la espada y la pared.
Ni tampoco se vio por allí a la nieta de la homenajeada, Rocío Flores, que excusó su asistencia esgrimiendo que tenía que estudiar para los exámenes finales. Banal excusa en un día tan especial.
El cisma crece y, en el fondo, Rocío Carrasco, la primogénita de la Jurado, asiste como espectadora de piedra a las diferencias entre los que ella, según ha dejado entrever, no considera, inexplicablemente, miembros de su familia.