Trump y su familia rentabilizan la presidencia para negocios personales más que nadie antes en La Casa Blanca
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Sara Tejada
Trump juega con Europa a pasito p'alante y pasito p'atrás con los aranceles: tras golpear las bolsas el viernes anunciando un gravamen del 50% a sus productos, ahora retrasa de nuevo la fecha y amplía el plazo para negociar. Pero todo parece una distracción respecto de su conducta personal y la de su familia. Pese a acumular escándalos éticos y conflictos de intereses flagrantes, Trump ha tejido una red de negocios personales mientras ejerce el poder. La Casa Blanca y el Congreso republicano guardan silencio. Cuando Hillary Clinton era primera dama, una polémica sacudió la vida política estadounidense: se supo que años atrás había obtenido 100.000 dólares a partir de una modesta inversión de 1.000 en futuros de ganado. Aunque los hechos databan de más de una década antes de la presidencia de su marido, el episodio se convirtió en un escándalo nacional, con cobertura mediática durante semanas y una revisión oficial desde la Casa Blanca.
Más de treinta años después, estamos ante un gesto de Jeff Bezos que nadie parece cuestionar: tras una cena en Mar-a-Lago, aceptó financiar una película documental sobre Melania Trump que, según se ha filtrado, reportará 28 millones de dólares (casi 25 millones de euros) a la primera dama. Lo que antes hubiera sido un escándalo de proporciones mediáticas planetarias apenas ha generado ruido siquiera en Washington. La cifra multiplica por 280 los beneficios de Clinton en aquella operación y proviene, además, de un empresario con intereses directos en las decisiones políticas del Gobierno. Sin embargo, en el clima político actual, la reacción ha sido prácticamente nula.
Desde su regreso al poder, Donald Trump ha impulsado una estrategia de monetización del poder presidencial sin precedentes en la historia contemporánea de Estados Unidos. En apenas unos meses, la familia Trump y sus socios han ingresado 320 millones de dólares en comisiones a través de una criptomoneda vinculada al expresidente, han reactivado negocios inmobiliarios en el extranjero por valor de miles de millones y planean abrir un club exclusivo en Washington —denominado Executive Branch— con una cuota de ingreso de 500.000 dólares.
Una estructura paralela de poder y negocio
La semana pasada, el Gobierno de Catar entregó un avión privado de lujo destinado a uso personal del presidente y su futura biblioteca presidencial. El aparato, valorado en 200 millones de dólares, supera el total de regalos extranjeros acumulados por todos los presidentes estadounidenses anteriores. El pasado enero, días antes de asumir el cargo, Trump organizó una cena privada en su club de golf de Virginia para 220 inversores de la criptomoneda $TRUMP. El acceso se estableció en función del monto aportado, no a una campaña electoral, sino a un negocio que le genera ingresos personales. Expertos en gobernanza y corrupción institucional observan con asombro el nuevo paisaje político. "Llevo medio siglo estudiando corrupción en EE UU y todavía me cuesta asimilar esta situación", afirma en declaraciones a The New York Times Michael Johnston, profesor emérito de la Universidad de Colgate.
Desde la llegada de Trump a la presidencia por segunda vez, hace solo cuatro meses, se ha producido una normalización de comportamientos antaño considerados inaceptables. El deterioro de los mecanismos de control, unido al respaldo incondicional del Congreso republicano, ha desdibujado los límites éticos. No hay investigaciones oficiales, ni comités de supervisión activos, ni comparecencias públicas. Trump ha destituido a inspectores generales, debilitado organismos de fiscalización y designado a fieles aliados en cargos clave del Departamento de Justicia, el FBI y la SEC. "O bien al público nunca le importó realmente la corrupción, o bien ha dejado de importarle", reflexiona en el mismo periódico Paul Rosenzweig, antiguo asesor legal del fiscal independiente Ken Starr en el caso Lewinsky. "Creo que un 80% nunca se preocupó y el 20% restante está agotado", añade. La Casa Blanca se limita a defender al presidente con el argumento de que es tan rico que no necesita dinero. "El presidente cumple con todas las leyes de conflicto de intereses que le son aplicables", aseguró su portavoz, Karoline Leavitt.
Una declaración vacía, dado que dichas leyes no se aplican al presidente de Estados Unidos, algo que el propio Trump ha repetido en más de una ocasión. Tampoco ha renunciado a su imperio empresarial. Sus negocios siguen gestionados por sus hijos, y Forbes estima que su fortuna ha aumentado a 5.100 millones de dólares, su nivel más alto registrado. Donald Trump Jr. dejó clara la nueva postura familiar en un foro empresarial en Doha: "Nos van a atacar igual, así que jugamos el juego". A pesar del escándalo, la indignación pública es escasa. Algunos signos de hartazgo han empezado a aflorar, como en el caso del avión qatarí, que despertó críticas incluso entre figuras conservadoras como Ben Shapiro, Laura Loomer y Tucker Carlson, este último muy próximo a Trump durante la campaña. Un sondeo de Harvard/CAPS Harris publicado la semana pasada indica que un 62% de los encuestados considera que el regalo catarí plantea serias dudas éticas.
Sin rendición de cuentas
Para figuras como Christopher Murphy, senador demócrata por Connecticut, la vía judicial y legislativa está cerrada: "No habrá fiscales especiales. No habrá acción del Departamento de Justicia. Todo depende de la movilización pública". Trump prometió en 2016 que "drenaría el pantano" de corrupción en Washington. En campaña, atacó a los Clinton por aceptar dinero de regímenes como Arabia Saudí. Sin embargo, esos fondos fueron dirigidos a la Fundación Clinton. En la actualidad, los millones que maneja la familia Trump proceden directamente de inversores internacionales y fluyen hacia cuentas privadas. "La familia Trump representa un caso absolutamente excepcional, no solo por las cantidades, sino por su desprecio por las normas", subraya Johnston. La situación ha llegado a un punto en el que ni siquiera se intenta guardar las apariencias. Trump ha sido condenado por 34 delitos relacionados con falsificación de documentos, ha sido considerado responsable civilmente de fraude, y el Tribunal Supremo le ha concedido inmunidad por sus actos oficiales. Ya no hay frenos. "Estamos ante un uso de la presidencia para beneficio personal sin precedentes en la historia de Estados Unidos", denuncia Fred Wertheimer, fundador de Democracy 21. "Trump se ha ganado un lugar en el salón de la fama de quienes han saqueado el poder público para su beneficio".
Mientras los republicanos han dedicado años a investigar a Hunter Biden, hijo del ex presidente, por lucrarse con el nombre de su padre, no han mostrado el mismo interés por los negocios de Donald Trump Jr., Eric Trump o Jared Kushner, cuyos ingresos superan ampliamente a los del hijo de Biden. En la cena de Virginia, algunos inversores confesaron que aprovechaban el encuentro para influir en la futura regulación del sector. Trump, según un vídeo obtenido por The New York Times, respondió con promesas de que su Gobierno no actuaría con dureza, como sí lo ha hecho la administración Biden. Entre los asistentes más destacados estaba Justin Sun, magnate chino acusado de fraude por la Comisión de Valores en 2023. Sun adquirió más de 40 millones en tokens de $TRUMP, lo que le dio acceso a una recepción VIP con el presidente. Tras el regreso de Trump al poder, la demanda quedó suspendida.
Trump ha dejado de atacar a Jeff Bezos y a Catar
El cambio de tono también se observa en las relaciones exteriores. Trump ha dejado de atacar a Jeff Bezos y a Catar, dos actores a los que criticó duramente durante su primer mandato. Bezos, propietario de The Washington Post, sufrió presiones para encarecer los costes de envío de Amazon y perdió un contrato del Pentágono. Catar, tildado entonces de "financiador del terrorismo", hoy le regala un avión.
El patrón se repite: Trump ha colocado a antiguos socios o figuras con conflictos de interés al frente de organismos clave. El administrador de la NASA es un estrecho colaborador de Elon Musk, mientras que la actual fiscal general, Pam Bondi, validó la legalidad del regalo catarí tras haber trabajado como lobbista para ese país. También se multiplican las conexiones familiares. Zach Witkoff, fundador de la firma criptográfica de los Trump y hijo del enviado especial del presidente, anunció un acuerdo de 2.000 millones en Emiratos Árabes justo antes de una visita oficial. Trump ocupa los 10 primeros puestos del ranking histórico de corrupción presidencial. Puede que tarde, pero todo esto terminará pasándole factura. O Puede que no.