Por 5.700 dólares usted podrá armar, a su medida, la mujer que responda a todas sus necesidades sexuales. Eso sintió el empresario David Mills, aunque cuidadito porque existe el riesgo de enamorarse de ellas, porque las muñecas de plástico llamadas Real Dolls se han convertido en los mejores juguetes masculinos.
Un deseo sexual que funciona a las mil maravillas en el mundo del negocio. Hace poco David Mills se ha convertido en dueño de la firma RealDoll, la Rolls Royce de las muñecas sexuales, creada hace dos décadas por el artista y empresario Matt McMullen.
Al acceder al recinto en donde se crean gracias a la inspiración del artista matt Mcluhen una de las primeras cosas que puedes observar, según cuenta el propio creador en una entrevista para Vanity Fair, son figuraciones con "shorts de sexo indefinido".
Puedes ver las estructuras de metal de un rostro con cabezas enroscadas y formadas por tubos de metal, estilo a una medusa, pensadas para una película de adultos.
Usted podrá desnudar a esta figura rápidamente, cerrará los ojos con ganas y hará todo lo necesario para abandonarse al placer. En paz. En silencio. Sin un ser con cuerdas vocales, necesidades y complejos que lo puedan molestar.
Los deseos de MCMullen
McMullen, si vas a su empresa te muestra el placer femenino. Pechos de quita y pon, que llevan unos genitales incorporados, y con los que uno puede cambiar de sexo de forma bastante convincente. "Éste es un proyecto que funciona al margen de lo de las muñecas, nos estamos introduciendo en un terreno nuevo", explica el ideólogo de las muñecas de plático sexuales. "¡Ahora resulta que me gano la vida con tetas!", exclama el artista.
Las hacen de todos los tamaños y de todas las formas para todo tipo de hombres. Crean diferentes tipos de pezón para satisfacer las demandas de la gente.
"Siempre habrá alguien que diga: 'Yo quiero tenerlos rojos y voluminosos'. Y yo pregunto: '¿Rojos?'. 'Sí, rojos como un camión de bomberos'", menciona McMullen.
Cuando se enchufa, esa muñeca fantástica y futurista se enciende como si fuera un pinball cuyas entrañas dan vueltas. un auténtico remolino sexual para el hombre en la cama.
Sus circuitos electrónicos de algunas excitan sexualmente a los fetichistas del sexo con robots, según confirma la gerente, pero este objeto solo es una obra de arte. Al margen de los pechos, la muñeca no puede cumplir su cometido, a diferencia de lo que les sucede a dos rubias esculturales que parecen de otro mundo y que dan la impresión de estar escudriñándonos o atravesándonos con la mirada.