Hacerse mayor es abrumador, pero si se es mujer y escritora el reto se complica. Aranzazu Sumalla (San Sebastián, 1970) defiende esta teoría en Las buenas chicas (Berenice), un ensayo sobre la narrativa escrita por mujeres que surge de la tesis doctoral que la autora presentó al finalizar sus estudios universitarios. "Lo verdaderamente fascinante para mí de todas las novelas de las que hablo en el libro es lo parecidas que son, a menudo, las experiencias de sus protagonistas y cómo los pensamientos de unas y otras se asemejan de una manera tan increíble que puede parecer que entre todas las protagonistas de estos libros, había un hilo telepático que las conectaba", explica Sumalla.
El libro pone el foco en algunas de las autoras más inspiradoras de nuestra literatura, nombres que sería injusto olvidar. Ellas son, en palabras de Sumalla, "las verdaderas autoras" de este ensayo de nombre corto y contundente. En total son diez, entre ellas, Josefina Aldecoa, Ana María Matute, Clara Janés, Soledad Puértolas e Irene Gracia, aunque tampoco pueden faltar en esta recopilación otras escritoras consagradas. Mujeres que marcaron un antes y un después en la vidas de sus lectores y, especialmente, en el futuro de las lectoras más jóvenes.
De Carmen Laforet a Ana María Boix: adiós a la inocencia
Por supuesto, hay un espacio en el libro para Carmen Laforet, aquella escritora catalana que se ganó el corazón de todo un país al hacerse con el Premio Nadal en su primera edición, en 1944. Con solo 24 años publicó una novela entrañable, cercana, fundamental. Era Nada. Su protagonista, Andrea, una joven de 18 años recién llegada a Barcelona, se daba con un canto en los dientes al encontrarse con un medio social y familiar inesperados para ella.
Sus frustraciones no eran –ni son– ajenas a nuestra propia experiencia. Por su parte, Carmen Martín Gaite se cuela entre las páginas por las dificultades sentimentales que planteó en Entre visillos, su debut en la narrativa, publicado en 1957. El personaje principal, Pablo Klein, es un profesor que vuelve a la ciudad de provincias donde pasó su infancia para dar clases a un grupo de alumnos entre los que se encuentra Natalia. Como sus compañeros, esta joven también se enfrenta a una rutina aburrida, repetitiva y falta de esperanza. Ana María Moix, otra de esas "buenas chicas", lanzó en 2002 Julia, una crónica de una adolescente que no quiere madurar. Con ella, Sumalla rescata también La intimidad. (1997), un libro de Núria Amat en el que esta detalla la influencia de los libros en su juventud.
Sumalla no solo trata en su ensayo las particularidades de la escritura de autoría femenina. Las buenas chicas cuestiona patrones culturales, tópicos sexistas y prejuicios adheridos a la mirada que durante siglos ha sido la hegemónica, y que ha perpetuado un pensamiento caduco, repleto de tintes patriarcales. Como punto de partida, acude a El segundo sexo, el famoso ensayo de Simone de Beauvoir que plantea el concepto de 'bildungsroman', que se refiere a la novela de formación ética y fisiológica. "La novela de aprendizaje escrita por mujeres es esencialmente la búsqueda de una voz propia condenada, de antemano, a silenciarse, a quedarse en la garganta ahogada y no dicha", sentencia la autora.
"La novela de aprendizaje escrita por mujeres es esencialmente la búsqueda de una voz propia condenada, de antemano, a silenciarse, a quedarse en la garganta ahogada y no dicha"
Aranzazu Sumalla es licenciada en Psicología y doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Trabaja en el mundo editorial desde hace más de dos décadas y es autora de Mientras mi mirada te busque (Huso, 2021), sobre las hermanas Jungman y el Londres de entreguerras. Las buenas chicas, celebra, es el ensayo literario que siempre quiso escribir.
