Miradorio, en Ruiloba (Cantabria), es una bodega familiar, de mimo y de proximidad. Unos viñedos que se asoman al Cantábrico en un paisaje infinito de poderosas vertientes y acantilados de hasta un 35% de pendiente "para que no se acumule el agua", me cuenta Gabriel Bueno, empresario bodeguero junto a Esther Olaizola. Asistimos al descorche de la Añada 2022.
Esther y Gabriel ponen el alma, las manos y el corazón en esta tierra de mar y salitre donde cultivan uva blanca de cuatro variedades con las que elaboran sus excepcionales vinos Tussío y Mar de Fondo.
En cada cata, cada botella y cada descorche, detrás, hay un trabajo ilusionante. Un proyecto cimentado sobre la admiración y el respeto por el terruño. Y esa es la pasión que nos transmiten los bodegueros, que cuidan de este rincón del litoral cántabro incluido en la Indicación Geográfica Protegida Costa de Cantabria. Nos abren las puertas de su casa en Ruiloba y entramos hasta la cocina: sus viñedos.

Llegamos a la cima de la finca, con los Picos de Europa a la izquierda y las monumentales vistas de Comillas de frente. Pisamos, nos cuentan, "un suelo súper orgánico, muy rico". Visitamos también los viñedos de Tussío, junto a los eupcaliptales. Son los más veteranos, de diez años; y los del Remedio, que se extienden sobre unos acantilados protegidos por boj.
Esther y Gabriel cultivan estos campos cantábricos, donde se dan cuatro variedades de uva blanca: Albariño, Godello y Hondarrabi zuri y Riesling. Cada uno de sus vinos presenta un equilibrio perfecto, fruto de esta tierra expuesta "a los vientos del oeste que vienen del Atlántico y nos traen mucha agua"; y también "al salitre". Nos relata la bodeguera vasca que todo, todo, está hecho por ellos. Tomamos un aperitivo en el wine bar, "decorado con pino, acacia, eucalipto, chopo y mucha madera que saca el mar y la vamos aprovechando", nos relata a pie de barra, iluminada con colores cálidos. Hasta la gran mesa de cata con un sobre de eucalipto de una sola pieza, que reúne hasta diez personas, está diseñada por Gabriel. Foto inferior: Esther Olaizola y Gabriel Bueno.
Catamos las dos referencias. Un maridaje que viene acompañado con un menú degustación que nos sirven en La Pradera. Sorprendente y amable lugar en el Valle, Ruiseñada (Cantabria), para compartir una comida y no levantarse nunca. Abrimos boca con Tussío 2021, ideal para aperitivos. Fresco, agradable, con sutiles aromas florales y cítricos. Acompaña a la cremosa flor de queso ahumado Cerreu y al lingote de foie, turrón y confitura casera de naranja. Seguimos con un arroz negro crujiente de langostinos y calamares. Cambiamos al Mar de Fondo, un vino equilibrado, de buena acidez, que se deja llevar con pescados y mariscos, como la sedosa merluza rellena de verduras con salsa de erizos. Culminamos con cochinillo asado en su punto y muy muy tierno. Seguimos con Mar de Fondo, que nos acompañó hasta el postre: un helado casero de arándanos con migas de chocolate. En pleno parque natural de Oyambre, nos dan las tantas hasta que las campanas de la Iglesia de San Adrián de Ruiseñada nos marcan la hora de concluir la sobremesa.
Descorche de la Añada 2022
Llega el momento más esperado: el descorche de la Añada 2022. Entra en escena Raquel González, catadora logroñesa, que arranca con unas palabras: "Con los vinos queremos mostrar el terruño, el mar y la salinidad". Empezamos con el Tussío, "en nariz, fresco, de notas cítricas y frutas de hueso. Se aprecia la salinidad. Esta añada, en boca, tiene acidez moderada y recuerda al heno fresco". Pasamos al buque insignia de la casa, el Mar de Fondo. "En nariz, tiene una evolución con el oxígeno muy positiva. Cítricos, higo, frutas y flores. Olor a tierra húmeda, a petricor. En boca, es de gran recorrido", señala Raquel. También probamos el Oureas, un tempranillo de 2019.
En este balcón de naturaleza, los empresarios del vino siguen con proyectos, como Miradorio Rural Boutique, dos apartamentos que abrirán en julio. Atención a las catas: ofrecen una con visita a viñedos y bodega (18 euros); y otra, con comida (40 euros). Un almuerzo de despedida frente a las viñas es el fin de fiesta de la visita: rabas de calamar en perfectísimo punto de fritura; anchoas del cantábrico, jugosa tortilla de bacalao y cocido montañés, intenso y meloso. Cocina sencilla, honesta, cercana y de corazón.