Hoy, 6 de junio, es momento de dejar a un lado las tablets y los móviles para divertirse con uno de los juguetes más clásicos que existen. Hablamos del yo-yo, un chisme que está hecho por un disco de madera o de plástico con una ranura profunda en el centro, en la que se enrolla un cordón que, anudado al dedo, se hace subir y bajar de forma alterna.
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Este lunes, 6 de junio, se celebra el Día Mundial del yo-yo, un juguete que, como sabemos, gozó de una popularidad enorme durante la segunda mitad del siglo XX en España. Y aunque ha habido periodos que ha caído en el olvido, el yo-yo siempre ha acabado volviendo de alguna forma. Pero, ¿quién inventó este juguete?
Napoleón llegó a usar el yo-yo como objeto antiestrés
Aunque no se sabe con exactitud cuál es el origen del yo-yo, se piensa que pudo estar en la antigua Grecia, pues en una copa ateniense del siglo V a.C. aparece el dibujo de una mujer sosteniendo un objeto esférico que pende de un hilo, el cual recuerda mucho al juguete moderno.
Pero tampoco se descarta que este juguete pudo haber nacido en China o Filipinas para extenderse después por Europa a finales del siglo XVIII. Sabemos que existe una pintura datada de 1769 en la que aparece un joven Luis XVII jugando con un yo-yo. El cachivache llegó a manos del mismísimo Napoleón, aunque seguramente que este lo usara para combatir el estrés.

La revolución del yo-yo se debe a Donald F. Duncan
En los años 20 del siglo XX, la palabra yo-yo se extendió después de que Pedro Flores, un inmigrante de origen filipino fundó en California Flores Yo-Yo Company, donde fabricaba sus propios yoyos. La auténtica revolución del yo-yo se debe a Donald F. Duncan (nació el 6 de junio de 1892). Este empresario estadounidense compró la patente a Flores y, además, introdujo el nudo corredizo. Esto permitió la realización de trucos como 'hacer el perrito' o la 'vuelta al mundo'.
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En 1932, Duncan se hizo con el registro de la marca de la palabra yo-yo, haciendo que la competencia tuviera que utilizar otros términos. Sin embargo, en 1965 se perdió el registro porque el tribunal de apelación decidió que no era posible mantenerlo después de que la palabra pasó a ser parte del vocabulario común y definir al juguete de forma genérica.
Y si la Duncan Company llegó a producir hasta 3.600 unidades a la hora en 1946, en 1968 se tuvo que declarar en banca rota por la decisión del juez. Vendió todos sus activos y nombre a Fambleau Plastic Company, empresa que en la actualidad sigue comercializando los yoyos que ya cuentan con importantes avances tecnológicos.
