¿Ilusión óptica? ¿Malentendido? ¿Hostilidad inaudita? Hay opiniones, miles, y para todos los gustos, que incendian las redes sociales, ante los increíbles 15 segundos de una escena insólita que tuvo lugar a la puerta de la catedral de Palma al finalizar la misa de Pascua el pasado domingo.
Los reyes Felipe y Letizia abandonan la seo mallorquina, junto a sus hijas Leonor y Sofía. Detrás, les siguen don Juan Carlos y doña Sofía, en una escena de especial significado. Hacía cuatro años que el rey no asistía a este acontecimiento tradicional en Semana Santa, su presencia era un gesto de conciliación con la familia, con los españoles y con Palma de Mallorca, donde llevan años quejándose de la falta de interés de la familia por la isla.
Alguien, no sabemos si periodista, ciudadano mallorquín o turista, se dispone a hacer una foto de doña Sofía con sus nietas, en ese momento pegadas a su abuela.
La reina emérita, sonriente, sus brazos por los hombros de las pequeñas y, de pronto, Letizia entra en escena: da la espalda a la cámara, aparentemente, para impedir que se capte esa imagen de abuela y nietas y dice algo, evidentemente, para evitar una foto que no le gusta.
Leonor, futura reina de España, hace caso a su madre y se quita de encima la mano de doña Sofía en un gesto de contrariedad y poco respeto a su abuela. Don Felipe intenta mediar despejando la escena para que se haga la foto, apartando a Letizia que es el obstáculo y doña Sofía vuelve entonces a poner su mano sobre el hombro de la heredera. La mirada de don Juan Carlos situado a la izquierda de la imagen es glacial, de extremo desagrado. Fin de la secuencia.
Podemos imaginar que Letizia tendría razones para dar este espectáculo en público. Vio a un loco o al pelmazo habitual dando la lata de nuevo o imaginó que Puigdemont en persona estaba allí intentando aguarles la fiesta. Pero como nunca conoceremos las razones de su arrebato, nos quedamos con una demostración de torpeza, mala educación, desprecio manifiesto a su suegra (y reina) o ignorancia nefasta del protocolo. En todo caso, los 15 segundos de la catedral de Palma vienen a confirmar la leyenda negra que corre desde hace años sobre las malas relaciones de Letizia y sus suegros, con desaires públicos hacia doña Sofía, como cuando estaban de compras en una tienda en Palma, creemos recordar, y le dijo delante de todos algo así como: "Ya vale, ¿no?, nos vamos". O esa otra historia de que impide el contacto de Leonor y Sofía con su abuela la reina, mientras que su madre Paloma Rocasolano, tiene abierta la puerta de la residencia de los reyes y cuida a las niñas mientras Letizia y el rey están de viaje.
A ver si va a ser cierta aquella historia de que doña Sofía lloró amargamente en Grecia delante de amigos, mientras se quejaba de que apenas tenía contacto con sus nietas porque no le dejaban, se supone que su nuera.
¿Y qué papel tiene el rey Felipe VI en estos continuos desencuentros entre su esposa y su madre, a la que adora y ha defendido en sus soledad matrimonial? ¿Será cierto que quien manda o mangonea en el matrimonio real es Letizia, y el rey se resigna a que sea ella quien le diga a la heredera: "Sopla hija, sopla", porque la sopa está que arde?