Después de pasar la Navidad en Sandringham con la Familia Real inglesa, la actriz y el hermano del príncipe Guillermo decidieron poner tierra de por medio y viajar a la Riviera francesa para disfrutar de su privacidad y de unos días de descanso antes de iniciar los preparativos de la boda, prevista para el 19 de mayo. Lo jóvenes cogieron un avión en clase turista y ocuparon los asientos traseros, que se encontraban junto a los aseos, para pasar desapercibidos.
Tal como asegura la prensa británica, el príncipe Enrique (33) y Meghan Markle (36) llegaron acompañados de varios guardaespaldas y se sentaron en los asientos que nadie quiere, los que están junto al baño, en un vuelo rumbo a Niza, donde pasaron por dos pasajeros más.
Enrique, vestido con unos vaqueros, una chaqueta y una gorra de béisbol, se colocó junto a la ventana, mientras que Meghan trató de ocultar su rostro con un sombrero de lana. Nada más bajar del avión, dos oficiales les esperaban para sacarlos por la zona VIP. Los medios ingleses aseguran que este Servicio de Protección de élite de Francia no fue una petición del Palacio de Kensington: "No, se han ofrecido y no habría sido negociable", afirmó una fuente cercana.
No es la primera vez que un miembro de la Familia Real Británica rechaza un vuelo de primera clase y prefiere viajar como si fuera un turista normal. El príncipe Guillermo hizo lo mismo en 2014, cuando viajaba desde Nueva York a Washington para reunirse con Obama en la Casa Blanca.
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