Si la Reina acudiera a Arabia Saudí este fin de semana junto a su marido correría el riesgo de que la tomaran por adúltera, ya que así consideran a las divorciadas en ese país. Allí, a las extranjeras, al entrar, les entregan una indumentaria para vestir con el "decoro" que su religión exige. Tampoco podría presentar el Telediario como hizo hace años en España: las periodistas de televisión no pueden mostrar su belleza por ley, y están obligadas a vestir una túnica (abaya) y un pañuelo negro. Sin duda, llegado el caso, se tendría en cuenta la condición de consorte de la ilustre huésped para establecer las excepciones que la diplomacia exige. Pero eso no cambia la realidad de ese país y la percepción que se tiene en Europa. Probablemente las razones oficiales de la ausencia de la esposa del Jefe del Estado en este viaje, si es que se da alguna, no tengan que ver con estas cosas pero a buen seguro la postura de doña Letizia será aplaudida por amplios sectores de la sociedad.
El inminente viaje del Rey a Arabia Saudí llega cargado de polémicas. Como todo el mundo sabe, Su Majestad se desplaza como consecuencia de una decisión del Gobierno, y el objetivo esencial de la visita del Jefe del Estado es apoyar intereses de empresas españolas. Sin embargo, no hay consenso parlamentario en este sentido. Y parece que en Zarzuela tampoco: la Reina se abstendrá de bendecir con su presencia un país donde las mujeres tienen prohibido conducir; donde las casadas no pueden viajar solas y deben ir acompañadas siempre por un cuidador (mahren) de la familia del marido.
Con polémica o sin ella, el Rey aterrizará el sábado y estará por la zona hasta el martes. La visita se produce para responder a la invitación realizada por el Custodio de las Dos Sagradas Mezquitas del Islam y acompañan al Jefe del Estado los ministros de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, y de Fomento, Íñigo de la Serna. Eso, si no hay nuevos aplazamientos. Recordemos que el viaje se ha suspendido dos veces: la última, por el fallecimiento del Príncipe Turki bin Abdulaziz Al Saud, hermano del rey Salman, en noviembre. La cita ya había sido aplazada por la coyuntura política, con un gabinete gabinete en funciones, desde que se programó en febrero del año pasado.
Por muchos intereses materiales y conveniencia empresarial que albergue este viaje, resulta difícil justificar ciertas cosas. Por ejemplo, el embajador de Arabia Saudí en Estados Unidos, miembro de la familia reinante, preguntado sobre si sus aviones seguirían bombardeando Yemen, respondió: eso es como obligarme a decir que jamás pegaré a mi mujer.
Letizia no es la primera mujer que choca con la religión, la ley y la cultura de Arabia Saudí. La principal candidata a sustituir a Angela Merkel al frente de Alemania, Ursula von der Leyen, ministra de Exteriores en la actualidad, se presentó hace un mes en el palacio del Príncipe Heredero de Arabia Saudí con una clara objeción: ella no se iba a colocar el velo durante su visita oficial, como sí hicieron en su día Hillary Clinton, Kate Middleton o Lady Di.
"Personalmente respeto por supuesto la cultura y las costumbres de los países a los que viajo y trato de adaptarme, pero en lo referente a la vestimenta hay un límite: yo no me cubro con velo y yo llevo pantalones", dijo la ministra cuando los responsables de protocolo de la Embajada alemana en Riad le preguntaron si tanto ella como sus acompañantes se iban a colocar las ayabas, repartidas anteriormente por las habitaciones del hotel.
Ursula von der Leyen se salió con la suya y nadie fue capaz de decirle lo contrario. No así sucedió con el resto de mujeres de la delegación alemana, a quienes se les instó a mantener la corrección del viaje y cubrirse al modo árabe. Esta insistencia provocó que la política sentenciara: "Ninguna mujer de mi delegación debe ser obligada a vestir abaya. Elegir su propia ropa es un derecho que asiste igualmente a los hombres y a las mujeres y me enfada que se las esté presionando en ese sentido". Lo cierto es que la administración saudí no presentó queja alguna.
Antes de la ministra alemana, doña Sofía, en un viaje oficial en 2006, optó valientemente por reivindicar la libertad de la mujer frente a las imposiciones. La reina no se cubrió la cabeza en ningún momento e incluso vistió ropa de colores vivos, desafiando las normas. Desafió al protocolo saudí y en alguna ocasión llevó vestidos por la rodilla dejando al descubierto las piernas. Pero lo más llamativo de aquel viaje ocurrió al final. Cuando los reyes de España se despedían a pie de avión, la reina intentó darle un beso al príncipe Salman, gobernador de Riad, pero éste apartó ostensiblemente su cara en una cobra que dio la vuelta al mundo. Esa sí que fue una cobra en toda regla, y no la de David Bisbal a Chenoa. El gesto dio la vuelta al mundo y la reina fue aplaudida por mujeres de toda condición y países, que aplaudieron su gesto y entereza. Doña Sofía reaccionó con una sonrisa y subió al avión.