Casas Reales

Felipe, Letizia y doña Sofía, las cartas ganadoras de la monarquía

  • Anfitriones en Palma

Si la recepción de la Almudaina celebrada ayer en Palma fuera una jugada de póker sería pareja de reinas, y además quedaría un Rey suelto, la carta más alta. Las dobles parejas son imposibles ahora porque el rey emérito, padre del actual, se ha excluido de la vida institucional veraniega y, por lo que parece, ni está ni se le espera. Don Juan Carlos prefiere navegar en solitario y ha sido visto haciendo su vía crucis Michelín, en Saint Tropez o en Canarias, invitado por algunos de sus amigos. No es la única ausencia: la imagen de la Corona está en juego y la partida se gana con la estrategia adecuada.

Quiere otorgarse carta de normalidad al hecho de que  Felipe VI y Letizia estuvieran acompañados solamente por doña Sofía en su segunda recepción veraniega como reyes, en el Palacio de la Almudaina. Pero esa normalidad no es tal si la comparamos con otros royals eméritos del entorno europeo. Su emérita esposa disfruta del cese temporal de convivencia con el padre de sus hijos gracias a la presencia de todos sus nietos, como hemos visto en las preciosas fotografías de la abuela con los Urdangarín, los Marichalar y los Borbones, que parecían sacadas de una serie tipo 'Con ocho basta'. Pero el colorido y la ternura,  y la sonrisa de Sofía de Grecia en esas escenas no borran las significadas ausencias.

Es cierto sin embargo que la recepción balear de don Felipe, junto a su mujer y su madre, tiene ya el aire de clásico: no hay más que mirar la velada que tuvo lugar hace un año para intuir que el trío de anfitriones en la cita de la Almudaina va a ser el habitual, es decir, el que componen las tres figuras cuya imagen pública resiste a los hechos. La comunidad balear ha sufrido probablemente más que ninguna otra las embestidas de los escándalos borbónicos: Cristina de Borbón ya no es duquesa de Palma y visita la isla más bien para comparecer ante el juez. Su marido Iñaki es allí más despreciado que en ningún otro lugar: las urnas dan una idea concreta y objetiva de los efectos de la corrupción en Mallorca.

La infanta Elena, tercera en la línea de sucesión al trono, y ajena a cualquier implicación con la corrupción, sí mantiene su afición a la vela, a la isla y a estar junto a su madre, sus hijos y sus sobrinos, pero está excluida de la agenda oficial. Apenas unas fotografías furtivas jaleando a su hermano en competición o acompañando a sus hijos y su madre dan testimonio de su presencia. Ni que decir tiene que a Jaime de Marichalar ni se le ocurre aparecer, aunque sea a ver a sus hijos, Victoria Federica y Froilán, a quien sus fechorías, entre comillas, se le perdonan con indulgencia porque aún se consideran travesuras de adolescente.

La descomposición de la familia del Rey no es noticia nueva, desde luego, pero sí la estrategia de imagen que se observa repasando fotografías y crónicas, y comparándolas con las de años anteriores. Acercar la monarquía al pueblo, limpiar la metástasis del escándalo y capitanear el frente anticorrupción son objetivos claros: 400 invitados entre los que encontramos poco famoso, mucha gente corriente y algún republicano confeso, ausencia absoluta de personalidades contagiadas por cacerías o Corinnas, y contundencia 'fraticida' contra los presuntos delincuentes de la familia, incluyendo retirada de título y desprecio público para marcar la conveniente distancia con la dañina corrupción.

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