La primera jornada de la cumbre de la OTAN, celebrada en La Haya con la presencia de los líderes de los 32 países aliados, concluyó este martes con una cena de gala ofrecida por los reyes Guillermo y Máxima de los Países Bajos. El evento, celebrado en el histórico Salón Naranja del Palacio Huis ten Bosch, conocido como "la casa del bosque", reunió en un mismo espacio a figuras de peso internacional como Donald Trump, Pedro Sánchez, y una amplia representación de la élite política y diplomática del bloque occidental. El presidente norteamericano, que había advertido horas antes de que "España es un problema" por el bajo presupuesto que aporta a la organización, no compartió mesa con el presidente español. Trump quiere que todos los miembros de la OTAN aporten el 5% de su PIB (menos él. Pero España no se compromete a esa cantidad, ni de lejos, y, según el republicano, está a la cola de del ránking de la Alianza. Desde el Gobierno dicen que eso supondría apretarnos el cinturón, recordar gasto social, menos Sanidad Pública, Educación Pública y demás sacrificios para la población.
A su llegada al palacio, los invitados fueron recibidos personalmente por el monarca holandés, su mujer y su hija mayor, la princesa Amalia, cuya presencia no había sido anunciada previamente y causó gran expectación entre los asistentes. Recuperada recientemente de una fractura en el brazo que la obligó a pasar por el quirófano tras una caída practicando equitación, la heredera al trono reapareció con una imagen sofisticada y segura, acaparando todas las miradas. Vestida con un elegante mono azul marino de escote en "V", mangas cortas con lazos en los extremos y stilettos a juego, Amalia lució un peinado de ondas suaves y unos pendientes dorados que aportaban brillo a su conjunto. La joven princesa saludó con naturalidad a los jefes de Estado y de Gobierno, entre ellos al presidente Pedro Sánchez, quien conversó brevemente con los reyes en un gesto de cortesía que no pasó desapercibido para la prensa internacional.

Donald Trump llegó con gesto serio y traje oscuro, aunque se mostró cordial durante el saludo protocolario, manteniendo una breve conversación con el rey Guillermo antes de dirigirse al salón donde se desarrolló la cena, una velada donde la diplomacia se sirvió entre platos de etiqueta, joyas centenarias y discursos silenciosos cargados de simbolismo. El Salón Naranja, escenario del encuentro, no es un lugar cualquiera. Hace más de un siglo, en 1899, fue sede de la Primera Conferencia de la Paz de La Haya, un evento fundacional del Derecho Internacional Humanitario. Ese mismo espíritu de cooperación y diálogo fue invocado durante esta velada, concebida no solo como un gesto de hospitalidad real, sino también como un símbolo de unidad frente a los desafíos globales que enfrenta la Alianza Atlántica.

La etiqueta de la noche exigía chaqueta y corbata para los hombres, mientras que las mujeres optaron por estilismos elegantes y conservadores. La argentina Máxima volvió a brillar con un look que combinaba modernidad y tradición: un mono de seda verde lima con escote en "V", mangas de murciélago y pantalón palazzo de la firma belga Natan. El modelo, llamado Rippas, estaba ceñido en la cintura y fruncido en el centro, estilizando la figura de la soberana. Para completar su atuendo, eligió stilettos de ante ocre y dos joyas de gran valor histórico: una garceta de diamantes compuesta por doce ramitas que perteneció a la reina Emma y un brazalete de diamantes procedente de las Indias Orientales Holandesas, obsequiado a la princesa Juliana en 1937. La presencia de estas piezas no fue casual: con ellas, la reina rindió homenaje al pasado monárquico del país, enlazándolo con el presente en una velada que fue tan diplomática como simbólica. La elección del vestuario real fue interpretada por expertos como un gesto de continuidad institucional en tiempos de incertidumbre internacional.

En lo político, aunque los detalles de la conversación entre líderes se mantuvieron en la discreción propia de estos eventos, fuentes cercanas a la organización aseguran que la cena sirvió para limar tensiones, reforzar compromisos y preparar el terreno para las reuniones clave que se celebrarán este miércoles. Algunas fuentes señalan que tanto Pedro Sánchez como Donald Trump aprovecharan el ambiente distendido para mantener algún contacto informal con otros líderes en un momento en que el apoyo militar a Ucrania y la ampliación de las capacidades defensivas de la Alianza son temas prioritarios.

La reaparición pública de la princesa la princesa Amalia
La reaparición pública de la princesa Amalia en este contexto también ha sido leída en clave institucional. Apenas dos semanas después de su accidente, y tras una operación de urgencia por la fractura sufrida en una caída del caballo, la heredera demostró estar en plena forma. Su presencia, primero en una ceremonia militar el pasado 18 de junio, y ahora en un acto de tal relevancia diplomática, subraya su creciente papel dentro de la familia real y en la vida pública del país. La cena es solo el cierre de la primera jornada de la cumbre de la OTAN. Ofreció una imagen de cohesión entre aliados, reforzada por la hospitalidad de la monarquía holandesa.
