La infanta Sofía cumplió 18 años esta semana, alcanzando así su mayoría de edad, una etapa en la que se puede votar, decidir dónde trabajar o a qué dedicarse en el futuro, orientar los estudios, ingresar en la universidad o incluso independizarse de sus padres para vivir su propia vida. Sin embargo, nada de eso ocurre en el caso de la hija menor de los reyes. Sofía de Borbón y Ortiz no parece ser una ciudadana cualquiera: su hermana Leonor está destinada a ser reina de España, y eso condiciona tanto el presente como el futuro de Sofía.
Comparando a la Familia Real española con otras monarquías europeas, el estatus de la infanta resulta contradictorio e incluso poco compatible con los derechos que a la propia Sofía le garantiza una democracia.
Estos días se han publicado una serie de fotos oficiales de la infanta, probablemente tomadas en su colegio en Gales, pero hace meses que no se la ha visto públicamente en España. Se supone que pasó las vacaciones de Navidad con sus padres y la princesa Leonor; sin embargo, no existe una sola imagen de las hermanas disfrutando de las calles de Madrid, haciendo compras navideñas, saliendo con amigos o almorzando o cenando con sus padres en algún restaurante de la capital. Tampoco hay fotografías de Sofía soplando las velas de su tarta de cumpleaños con sus compañeras de colegio, algo que seguramente ocurrió. Pero que no sabemos.
Se ha publicado que su familia aún no ha decidido si estudiará una carrera universitaria en España, cuál sería esa carrera o si se tomará un tiempo sabático para viajar por el mundo, como hacen muchos jóvenes. Lo único claro es que no hará prácticas militares como Leonor ni recibirá una preparación especial en caso de que tuviera que asumir el trono, aunque sí participará en actos institucionales como miembro de la Familia Real. También se ha dicho que, en caso de trabajar, no lo haría en el ámbito privado, para evitar que un empleo remunerado entre en conflicto con la transparencia que se exige a la Casa Real, libre de sospechas de favoritismo o tráfico de influencias. ¿Está predestinada, entonces, la infanta Sofía a colaborar con una ONG o a realizar labores humanitarias donde normalmente no se pagan salarios, sino dietas o gastos de desplazamiento? Todo indica que está obligada a ser diferente a una joven española de su edad que trabaja, se gana la vida y puede comprarse un piso o costearse un viaje con su sueldo.
Entre los royals europeos hay muchos que tienen negocios propios. El rey Carlos III, por ejemplo, posee una magnífica finca agrícola en Cornualles que le proporciona una alta rentabilidad. Magdalena de Suecia, hija del rey Carlos Gustavo, acaba de montar una firma de cosmética. Marta Luisa de Noruega vende libros, ropa y productos de belleza, aunque también posee fincas y propiedades inmobiliarias, como otros príncipes y monarcas europeos que cuentan con fortunas familiares. No es ese el caso en España: que sepamos, Leonor y Sofía no heredarán una gran fortuna de Felipe VI, aparentemente un rey que no es rico. No hay datos disponibles sobre su situación financiera, inversiones, rentas o propiedades.
Hasta que contrajeron matrimonio, las infantas Elena y Cristina participaban en actos oficiales y se creía que recibían una asignación del presupuesto de la Casa Real por esas actividades. Hemos consultado esa información y nos aclaran que nunca cobraban por presidir inauguraciones o actos oficiales. Simplemente se financiaba la indumentaria que debían vestir y, para el resto de sus gastos, recibían de sus padres una especie de "paga juvenil" para salir con amigos; más tarde, para comprarse un coche o viajar. Ya casadas, los reyes ayudaron a sus hijas con la compra de sus viviendas, la adquisición de caballos en el caso de la infanta Elena, y con los gastos de estudios y deportes de sus hijos, todo ello como contribución de abuelos, no con cargo al erario público.

Los negocios de la infanta Elena
La infanta Elena fue accionista minoritaria de "Micos", un colegio privado en la colonia de El Viso de Madrid, donde ella misma daba clases de inglés. Fue Borja Prado, amigo de la infanta e hijo del administrador del Rey Juan Carlos, Manuel Prado y Colón de Carvajal, quien financió parte del único negocio que se le ha conocido a la primogénita de los Reyes Eméritos.
En 2008 salió a la luz que doña Elena había comprado la firma "Global Cinoscéfalos" junto con su secretario Carlos García Revenga, antiguo profesor del colegio Los Rosales, donde estudiaron el príncipe Felipe y las infantas. Más que un negocio, se trataba de una empresa para gestionar contratos de alquiler, contratar personal de servicio o realizar trámites con la Seguridad Social: un instrumento para facilitar la vida doméstica. Eligieron esa empresa porque a la infanta Elena le hizo gracia el nombre, el del caballo de Alejandro Magno. Sin embargo, pocos días después de conocerse la noticia, los máximos responsables de la Casa del Rey de entonces ordenaron a la infanta dar marcha atrás inmediatamente para evitar especulaciones, y así lo hizo: Elena obedeció y se deshizo todo. En pocas semanas, Sofía de Borbón terminará el segundo y último curso del Bachillerato Internacional que ha cursado en Gales. No sabemos cómo pasará el verano ni cuáles serán sus planes de estudios para el próximo curso.