Por un instante, el hielo brilló bajo los focos de un pabellón repleto, los patines surcaron la pista con la misma precisión de un reloj suizo, y la pareja rusa formada por Evgenia Shishkova y Vadim Naumov ejecutó su último giro perfecto en la memoria de quienes los vieron elevarse, suspendidos en el aire, como si la ley de la gravedad no existiera. Pero la realidad es más feroz que cualquier coreografía. Este miércoles, la noticia llegó como un golpe seco: el matrimonio de ex patinadores, campeones del mundo en 1994, perdió la vida en el trágico accidente aéreo en Washington.
La historia de Shishkova y Naumov es la historia de un amor forjado en el hielo, una complicidad tejida entre entrenamientos agotadores, giras internacionales y el deseo de alcanzar la perfección sobre cuchillas de acero. En los años noventa, cuando Rusia todavía buscaba su nuevo rostro tras la caída de la Unión Soviética, ellos se convirtieron en un símbolo de belleza y técnica en el patinaje artístico. Su estilo combinaba la fuerza de la vieja escuela soviética con una elegancia que parecía sacada de un ballet de Tchaikovsky.
Nacidos en una nación que veneraba el patinaje como una expresión casi religiosa del cuerpo y el espíritu, Evgenia y Vadim crecieron en la rígida disciplina de los entrenadores rusos, donde la sonrisa solo se permitía al final del programa, cuando la ovación del público confirmaba que el sacrificio valía la pena. Se unieron como pareja deportiva a finales de los años 80 y, a partir de ahí, su carrera despegó como un saltador que toca el hielo apenas un instante antes de volver a volar.
En 1994, en los Campeonatos Mundiales de China, Japón, llegaron a la cima. Entre competidores de élite, en un circuito dominado por la destreza implacable de las duplas rusas, Shishkova y Naumov se alzaron con el oro, dejando una huella imborrable en la historia del deporte. Sin embargo, la gloria competitiva no es eterna, y tras dos participaciones en los Juegos Olímpicos, la pareja colgó los patines de la alta competencia. Su transición al otro lado de la valla fue natural: se convirtieron en entrenadores, trasladando sus conocimientos a las nuevas generaciones desde su base en Estados Unidos.
Su vínculo con la comunidad del patinaje estadounidense era estrecho. El Skating Club of Boston los tenía en su lista de entrenadores destacados y, más allá de las técnicas de saltos y piruetas, impartían una filosofía que solo aquellos que han sido campeones pueden transmitir. Su hijo, Maxim Naumov, siguió sus pasos y se convirtió en un patinador competitivo en EE.UU., como si la sangre y el hielo formaran una misma sustancia en su ADN.
El destino y la tragedia
Este miércoles, el azar—ese titiritero siniestro que a veces corta los hilos más inesperados—puso fin a la historia de esta pareja sobre un escenario impensable. Un vuelo comercial de American Airlines, en el que regresaban junto con otros miembros de la comunidad del patinaje tras un campamento de desarrollo en Wichita, colisionó con un helicóptero Blackhawk del ejército estadounidense. La aeronave, con 60 pasajeros y cuatro tripulantes, cayó en las gélidas aguas del Potomac.
BREAKING: ?Some of the victims of this tragic crash who were aboard American Airlines 5342 being identified as World Champion Figure Skating pair, Evgenia Shishkova & Vadim Naumov, Spencer Lane, Everly Livingston, Franco Aparicio.#planecrash #AmericanAirlines pic.twitter.com/cbgxZN2mMF
— Factseeker (@thtnonbb1) January 30, 2025
Las esperanzas de encontrar sobrevivientes se esfumaron con el amanecer del jueves. "Estamos en el punto donde pasamos de una operación de rescate a una operación de recuperación", anunció el jefe de bomberos de Washington, John Donnelly. Su voz tenía la firmeza de quien sabe que no hay milagros que buscar, solo cuerpos que recuperar.
El Kremlin, que aún sigue con un ojo puesto en la diáspora rusa repartida por el mundo, confirmó la noticia con palabras de luto. "Lamentablemente, vemos que esta triste información se confirma", declaró Dmitry Peskov, portavoz del gobierno ruso. "Enviamos nuestras condolencias a las familias y amigos que han perdido a sus seres queridos en el accidente".
El impacto de la tragedia alcanzó también al mundo del patinaje. La Federación Internacional de Patinaje sobre Hielo (ISU, por sus siglas en inglés) emitió un comunicado expresando su conmoción y tristeza. El fantasma de otra tragedia similar planeó de inmediato en la memoria de los aficionados: el desastre aéreo de 1961, cuando el equipo nacional estadounidense, junto con seis entrenadores y varios familiares, perdió la vida en un accidente en Bruselas mientras se dirigía al Campeonato Mundial en Praga.
El legado sobre el hielo
Evgenia y Vadim no solo fueron campeones, fueron testigos y protagonistas de una era en la que el patinaje aún mantenía el aura romántica de los duelos en la pista, donde las rivalidades entre rusos y estadounidenses eran el eco de una Guerra Fría ya disuelta, pero aún latente en el imaginario colectivo.
Los aficionados los recordarán por la cadencia de sus movimientos, por la suavidad con la que ejecutaban los elementos más difíciles, por la manera en que él la lanzaba en el aire con la certeza de que siempre caería con la precisión de un compás. Los más jóvenes, que quizás solo los conocieron como entrenadores, heredarán de ellos la disciplina, el compromiso y el respeto por un deporte que no admite atajos ni concesiones.
Maxim Naumov, su hijo, tiene ahora la carga de ese apellido que suena a victoria, a un pasado glorioso y a un presente truncado por la fatalidad. Seguirá en el hielo, como lo hicieron sus padres, quizás con la sensación de que cada salto es un diálogo con sus sombras.
En la memoria del patinaje mundial, su historia quedará grabada no solo por sus títulos y medallas, sino por la pasión con la que vivieron. Y ahora, cuando alguien vea a una pareja deslizarse sobre el hielo con la armonía de un poema en movimiento, quizá recuerde a Shishkova y Naumov. Porque en este deporte, la verdadera inmortalidad no está en los trofeos, sino en la huella que dejan aquellos que supieron danzar sobre el hielo como si el tiempo fuera solo una ilusión.