Casas Reales

Federico y Mary Donaldson se estrenan como reyes y Christian como heredero en la Cena de gala de Amalienborg

Cena de gala en el Palacio de Amalienborg

En Dinamarca, el Año Nuevo no comienza con explosiones de pólvora ni gritos en las plazas, sino con el eco ceremonial de una cena de gala en el Palacio de Amalienborg. Este 1 de enero, sin embargo, la tradición ha adquirido un brillo especial: por primera vez, Federico y Mary han presidido el banquete como reyes. Bajo las arañas de cristal y rodeados de terciopelos y tiaras, los nuevos monarcas han ofrecido algo más que un despliegue de pompa; han presentado un espectáculo en el que el simbolismo se convierte en el salvoconducto para superar los vaivenes de los escándalos familiares.

Presente también estaba la reina emérita Margarita II, quien, tras abdicar en enero de 2024, ha cedido el trono pero no el protagonismo. Con un vestido azul de terciopelo y un abrigo de piel marrón, Margarita parecía el eco de una era que se resiste a desvanecerse. Su tiara Aigrette, formada por tres piezas móviles, brillaba como un recordatorio de su largo reinado y de la elegancia que siempre ha encarnado.

La estrella de la noche fue Mary, quien, como toda buena reina, sabe que cada detalle de su atuendo es un mensaje en clave. Eligió un vestido verde de terciopelo y encaje, el mismo que había usado en sus primeras fotografías oficiales de gala. Este gesto, lejos de ser casual, parecía un tributo a los años en los que su llegada a la corte danesa transformó su vida y la de la monarquía. Pero el verdadero centro de atención fueron las esmeraldas que lucía: parte de las joyas de la corona, su brillo era un recordatorio de la estabilidad que la institución representa, incluso cuando tambalea.

No podía faltar la princesa Benedicta, tía de Federico, quien, con su discreta presencia y un vestido que rememoraba épocas pasadas, parecía un recordatorio viviente de las raíces familiares que sostienen a la monarquía.

En el pecho, prendía la insignia de la Family Order, con la imagen de Federico X. Este pequeño retrato, reservado solo a las mujeres de la familia, es un símbolo silencioso del deber y la continuidad, un mensaje que Mary llevó con la serenidad de quien ha hecho de la tradición un refugio personal.

El nuevo rey, Federico X, parecía cómodo en su papel, aunque bajo la pulcritud de su uniforme y el brillo del collar de la Orden del Elefante se podía adivinar el peso de las expectativas. Este primer banquete como anfitrión fue también una prueba: reunir a toda la familia bajo un mismo techo, incluyendo a su hermano Joaquín, con quien los rumores de tensiones no han cesado.

Con palabras medidas, Federico dedicó un espacio de su discurso a su hermano y su cuñada, Marie, quienes viajaron desde Washington para asistir a la gala. "Me alegra que hayan encontrado su lugar," dijo, un comentario que podría interpretarse como una tregua.

Marie, esposa de Joaquín, lució un vestido azul marino de Rikke Gudnitz, simple pero elegante, con un escote en pico y mangas largas. Aunque su elección no fue tan espectacular como la de Mary, destacó por la tiara floral de diamantes que lució, un préstamo de la reina Margarita II. Esta pieza, que había llevado el día de su boda en 2008, parecía un puente simbólico entre el pasado y el presente de una familia que, pese a sus fracturas, sigue encontrando formas de brillar en público.

En la esquina del salón, el príncipe Christian, heredero al trono, vivió su primer gran evento como parte central de la monarquía. Con un traje impecable y una sonrisa juvenil que no ocultaba el nerviosismo, Christian simbolizaba el futuro, una promesa de continuidad en un mundo donde la tradición es el pilar de lo eterno. La cena de gala de Año Nuevo no es solo un evento social, es un escenario donde cada gesto, cada palabra y cada prenda de vestir cuentan una historia. Bajo las luces de Amalienborg, la familia real danesa mostró que los escándalos y tensiones internas no se enfrentan con declaraciones, sino con la precisión de un ritual que enaltece la imagen del deber cumplido.


Federico y Mary, con el respaldo de joyas ancestrales y la mirada atenta de Margarita II, demostraron que la pompa y el simbolismo siguen siendo las armas más efectivas para enfrentar las tormentas. Al final, mientras los invitados alzaban sus copas, quedó claro que la monarquía danesa, como un diamante, puede resistir cualquier presión sin perder su fulgor.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBeloudBluesky