Hija de una importante familia mallorquina de ascendencia catalana y filipina, Marta conoció al Rey en Palma a finales de 1980. Unidos por su pasión hacia el esquí y la vela, su amistad dio paso con los años a una relación más íntima, como ya relatamos en Informalia cuando salieron a la luz las conversaciones captadas por el CNI entre el marido de doña Sofía y la interiorista, hace algo más de siete años. El antiguo monarca confesaba su amor por Gayá. Aquellas conversaciones que recogimos ya en 2017 no causaron tanto revuelo como las que ahora se han filtrado, las de Bárbara Rey. Pero esa charla entre Juan Carlos I y la interiorista, que corresponde a 1990, fue la primera que saltó a los medios. Marta Gayá fue el primer nombre propio de mujer que relacionaron con el antiguo monarca tras su boda con Sofía de Grecia en 1962.
La revista Tribuna, dirigida por el fallecido Julián Lago, abrió la veda al publicar algo sobre la relación de Don Juan Carlos y Marta Gayá. Corría 1990 y, por aquel entonces, el Rey ya estaba totalmente prendado por esa morena le había enamorado y que residía en Mallorca, en un lujoso chalé de La Mola.
Dicen que le cautivó la belleza de Gayá, de cuerpo esbelto y un hermoso rostro de ojos verdes. Pero también su clase y su estatus, ya que era una mujer respetada y seria. Sus virtudes encandilaron al entonces jefe del Estado, que acababa de entrar en la cincuentena y ya sumaba más de 25 años de matrimonio junto a la reina Sofía.
El Rey entonces empezó a descuidar las obligaciones familiares y oficiales hasta que un viernes de junio, en 1990 sucedió algo que destapó su idilio. Don Juan Carlos ofreció en el Beach Club de Mallorca una cena en honor de Karim Aga Khan y de Alberto de Mónaco con motivo de las regatas de la Copa del Rey.
Ya en los postres y con más de 200 comensales, José Luis de Villalonga, Marta Gayá y el íntimo de don Juan Carlos, el príncipe Tchokotua con su mujer, Marieta Salas, ausentes hasta ese momento, se presentaron en la celebración y ocuparon la única mesa que se encontraba vacía. En lugar de enfadarse, el Rey se levantó de la silla y les saludó con efusividad, en un gesto que denigró a la Reina, quien desde entonces siempre sospechó de la relación de su marido y la decoradora.
Con el paso de los meses, la preocupación se fue apoderando del círculo íntimo de Don Juan Carlos. En Zarzuela llegaron a temer por la estabilidad del matrimonio real. Los encuentros entre JUan Carlos y Martas, cada vez más habituales, tenían lugar en Mallorca, Gstaad (Suiza) o incluso París, donde ella se instalaba en casa de José Luis de Vilallonga y de su segunda esposa Silyanne.
Felipe González: "El Rey no está"
Una de aquellas escapadas tuvo consecuencias políticas y provocó un gran conflicto. Era 18 de junio de 1992 y Felipe González fue preguntado por un periodista sobre el nombramiento del ministro que sustituiría en Asuntos Exteriores a Francisco Fernández Ordóñez, tras su renuncia. "No he podido hacerlo porque el rey no está", dijo el ex presidente socialista. Estas palabras dejaron entrever que algo pasaba: Don Juan Carlos no tenía ningún viaje previsto en la agenda oficial para ese día.
Se dijo que el Rey se encontraba en Suiza sometiéndose a un chequeo médico. Era cierto que estaba en una localidad próxima a Saint-Moritz. Pero no estaba visitando ningún médico. Estaba junto a Marta y un amigo de ambos, el príncipe Txokotua. El viaje era una manera de animar a la decoradora, que había sufrido una crisis de ansiedad tras vivir en directo la muerte en accidente de coche de sus amigos, el propietario de la compañía Spantax, Rudy Bay, y de su compañera Marta Girod.
Ante las críticas que comenzaban a aflorar por su ausencia, el Rey regresó el sábado 20 de junio. Sin embargo, por la noche ya estaba de nuevo en Suiza, dejando plantada a doña Sofía, entre lloros, en la celebración familiar del último cumpleaños de don Juan Carlos, que tuvo lugar en el Club Financiero de la calle Génova de Madrid, junto a la Plaza de Colón. La reina, al día siguiente, presidió, sustituyendo a su marido, la apertura de la Cumbre Iberoamericana. Desde ese momento, la polémica se apoderó de la figura real.
Medios españoles y extranjeros sacaron a la luz ya a partir de entonces los últimos movimientos del monarca y centraron pusieron sus ojos en Gayá. La revista italiana Oggi publicó un reportaje sobre las relaciones del rey español, casado con doña Sofía, con la mallorquina Marta Gayá. Días después, la revista Época colocaba en portada la foto de la decoradora bajo un contundente titular: Atribuyen al Rey una relación sentimental con Marta Gayá.
Doña Sofía se rompió
La Reina entonces "se rompió". Sabino Fernández Campo, el entonces jefe de la Casa del Rey, llamó por teléfono al periodista Jaime Campmany, director de Época: "Mira, Jaime, te llamo desde el punto de vista humano; la reina está rota, no para de llorar, no hay persona que pueda consolarla. Te pido, desde nuestra amistad, que dejes de publicar más cosas sobre el rey y Marta Gayá, es lo único que podemos hacer por la reina como mujer".
Después de ese caótico verano, Marta desapareció paulatinamente de la primera plana de los medios españoles y su relación con Juan Carlos pasó al olvido, hasta marzo de 2017, cuando salió a la luz la conversación privada del antiguo monarca con un amigo, grabada por el CNI, en la que le confiesa su amor por Marta Gayá: "Nunca he sido tan feliz", desvelaba Juan Carlos I, que desconocía entonces que su relación haría temblar los cimientos de su matrimonio con Doña Sofía.
Espiado a finales de los 90 y no sólo por Bárbara Rey
El Rey emérito fue espiado a finales de los 90 mientras hablaba por teléfono con su amigo, un conocido empresario madrileño. El entonces CESID, servicio secreto anterior al CNI, grabó la llamada en la que el monarca confesaba su amor por Marta Gayá. "Nunca he sido tan feliz", decía Don Juan Carlos desde el asiento de su coche. La llamada en cuestión se produjo el 4 de octubre de 1990. En aquellos momentos, el Rey se dirigía al Palacio Real para asistir a una entrega de credenciales y después almorzar en su casa, en la Zarzuela, tal y como le cuenta el propio Juan Carlos a su interlocutor.
Durante la conversación, el jefe del Estado le confiesa a su amigo la tensión que se vivía en Palacio después de que la revista Tribuna desvelara meses antes su íntima amistad con "una mujer que procedía de una acaudalada familia mallorquina de ascendencia catalana y filipina, decoradora de interiores y divorciada", según un reporte de la época. Marta Gayá se movía por aquel entonces entre el madrileño barrio de Chamberí y Mallorca.
"Ayer tuve un momento regular que no se lo he dicho a ella", revelaba el Rey en la charla con su amigo. "Lo tuve que mandar callar. Le dije que yo no me metía en su vida privada. Que él hiciera el favor de no meterse en la mía. Comprendo que soy un hombre público pero yo sé muy bien lo que debo hacer", alegaba el antiguo monarca. En otro momento de la conversación se deduce que algún amigo del Rey le había dejado su barco y se quejaba de haber hecho mal uso de él: "Yo le suelto: oye, un momento, tú tienes un barco, se lo prestas a un amigo y ese amigo lleva tres putas, pues tú qué tal. 'Pues yo no volvería a prestarle el barco'. Digo, pues yo sí, mira. 'Ah qué horror vuestra Majestad es el Rey'".
El Rey comentaba durante su charla telefónica que existía una gran atención mediática con varias fotos y artículos, pero que "volverá a bajar el diapasón", manteniendo la tranquilidad y creyendo que todo iba a quedar en el olvido rápidamente.
"Como me decía un primo mío ayer, Michel: 'Mira, Juanito, date con un canto en los dientes. Llevas 15 años de Rey y es la primera vez que te atacan. Eres un mirlo blanco de todas las monarquías europeas. Fíjate las otras, no harían lo que han tenido que soportar durante los últimos diez años. Uno detrás de otro. No estamos acostumbrados aquí. Ni yo, ni tú, a lo mejor ni Marta (Gayá) ni nadie'. La sociedad española no está acostumbrada a que me digan: los pies blancos, los pies negros o la cabeza tal. En cuanto lleves dos años diciendo esto y cosas de éstas verás tú, no le doy ninguna importancia. Un momento. Es justo una campañita de atención", explicaba Juan Carlos I.
El Rey y su interlocutor también se quejaban de la poca indiscreción de alguna persona de su círculo cercano. Ambos convenían que tenían que "tener mucho más cuidado" y cerrar "mucho más los círculos": "Y yo cuando tenga que hacer una cosa, decirte: lo siento pero yo no piso Flanigan (restaurante de Mallorca) o no piso tal. Cuando lo pise, dos personas y, si hay una más, fuera. Y así de claro. ¿Estamos? Nunca he sido tan feliz", reiteraba el padre de Felipe de Borbón.