Poco vemos a Federico X de Dinamarca en su agenda de trabajo. Llegó a la jefatura del Estado el pasado 14 de enero, fecha en que fue proclamado rey tras la abdicación de su madre, Margarita, que completó 52 años de reinado. El nuevo monarca, lejos de ganar presencialidad y visibilidad durante estos primeros meses, se mantiene en un discreto perfil bajo.
Ese 14 de enero el recién proclamado rey y su mujer, Mary, asomados al balcón del palacio de Christianborg, compartían con los daneses la nueva era de la corona danesa. Una ovación caldeó las calles de Copenhague. Muchos de esos aplausos eran para Margarita, de 83 años, que después de 52 de servicio, se jubilaba. Los daneses quieren mucho a su emérita. Su hijo, al recoger el testigo, tiene dos desempeños sobre la mesa: hacer su trabajo y convencer, ganarse a la gente. Esta parte de la comunicación social y del manejo de la imagen es la más complicada y llega con el tiempo. De momento, Federico lleva solo dos meses en el trono. Es muy poco para gestionar su aterrizaje en palacio y recomponer su matrimonio con Mary. Una reconciliación con perdón que llegó después de viajar a Australia, donde la abogada pasó varias semanas refugiada y arropada por su familia mientras trataba de superar las fotos de su marido de paseo por Madrid con Genoveva Casanova.
En estos primeros pasos, la agenda del monarca ha sido muy tranquila. El último post de las redes sociales oficiales nos lleva al viernes 1, cuando el Rey fue condecorado por la Cruz Roja Danesa con el máximo honor de la organización por su apoyo a la labor humanitaria. Una insignia de honor que se otorga a los ex presidentes de la Cruz Roja y que en esta ocasión ha recaído en el monarca, igual que su padre, el príncipe Enrique, que también fue distinguido.

Tan tranquila y relajada ha sido la agenda del monarca, que pudo cuadrar unas vacaciones de invierno con su mujer en febrero. Una escapada que se interpretó como la fórmula para acallar rumores de crisis en el matrimonio royal. Federico y Mary se marcharon a los Alpes suizos, a la estación de esquí de Verbier, donde la Familia Real posee una residencia. Llamó mucho la atención que el rey se tomara un descanso tan solo un mes después su proclamación, lo que provocó fuertes críticas por esta polémica decisión.