Casas Reales

Yo para ser feliz quiero un Chanel: el bolso o la vida de las infantas Elena y Cristina

La infanta Elena no liga, que sepamos, desde hace más de 30 años, cuando conoció a Jaime de Marichalar. Después se casó con él, tuvieron a Froilán y a Victoria Federica y, hacia 2001, si no antes, empezaron a llevarse entre regular y mal. 

Coincidió el principio de su distanciamiento con los problemas de salud de Marichalar, si bien la infanta no se separó del padre de sus hijos cuando sufrió la isquemia cerebral que provocó a don Jaime (entonces le llamábamos don Jaime) una hemiplejía de la parte izquierda del cuerpo, de la que afortunadamente se fue recuperando progresivamente. Luego, en 2007, llegó el famoso "cese temporal de convivencia"; dos años después, el divorcio, y hasta hoy.

Al contrario de los que le sucede a su padre, ni a la primogénita del Rey Emérito ni a su ex se les han conocido muchos amores. Si los tuvieron han sido clandestinos. Al ex duque de Lugo le sacaron del Museo de Cera en una carretilla y de varios consejos de administración donde le habían colocado mientras fue yerno de Juan Carlos I, aunque permaneció trabajando para LVMH, el imperio mundial del negocio del lujo.

Ese lujo parece ser, además de sus hijos y de sus padres, y de los caballos, el verdadero amor de doña Elena, y también de su hermana la infanta Cristina, abandonada por Iñaki Urdangarin tras años de estabilidad matrimonial y escándalos, tras enamorarse el olímpico balonmanista de Ainhoa Armentia. También Victoria de Marchalar es fan del lujo, aunque la hermana de Froilán sí ha amado y sido amada de forma más o menos notoria desde que se hizo mayor.

¿Dejadas de la mano de Dior?

El lujo que da de comer a Jaime de Marichalar parece alimentar también la autoestima perdida, el desamor, el ego o, llámenlo ustedes como quieran, la categoría de las infantas, dejadas ambas de la mano de Cupido, pero no de la mano de Dior, y así las vemos enamoradas de sus bolsos como los de Hermès o de Chanel. Vemos a las borbonas con esas joyas de piel que no bajan de los 4.000 euros, cuando no de los 10.000, como el Chanel que llevaba Irene Urdangarin el día de su mediática y muy celebrada graduación. Estos caprichos inalcanzables para la inmensa mayoría de los plebeyos exhiben la capacidad económica de las hermanas del jefe del Estado, tan bien avenidas con el Emérito y suponemos que con la fortuna que ha amasado y conserva camino de los 90 años, que debe ser fabulosa incluso después de regalarle 65 millones de euros a Corinna, ajustar cuentas con Hacienda y pagar el convite suizo del Four Seasons con todos los Borbones de gañote menos Felipe VI, Letizia y sus hijas, aparte de Marichalar, que vio a sus hijos, suegros, cuñada y ex en Informalia y después en el Hola.

La infanta Cristina, de la que se dice que tontea con un empresario barcelonés de alta gama, se separaba de Urdangarin tras una infidelidad de portada. Mucho peor la humillación de ver a tu marido en el Lecturas de la mano con una más rubia y más joven, aunque sea plebeya perdida, que arrastrarse por un banquillo mallorquín o visitar al marido en la cárcel. Eso solo se cura con otro amor o colgando del hombro marcas de esas que retumban cuando les miras el precio.

Hablamos en el caso de Elena del bolso Saddle de Dior, perfecto para la gran amazona porque es en forma de silla de montar, un fascinante diseño de John Galliano y que en su versión 2023 sale por cerca de 4.000 euros. A su hija Victoria Federica le vimos otro Saddle (éste, floreado) no hace mucho. Pero Elena lució en Ginebra un modelo Kelly de Hermès, éste de hace más de un cuarto de siglo y que le hemos visto muchas veces. Debe andar por un pico porque a esos objetos de deseo les pasa como al vino con el tiempo.

A su hermana Cristina la vimos casi feliz malgré tout gracias a otro Hermès: un Garden Party de cuero y lona, que cuesta 4.000 euros. Se trata de un modelo relativamente moderno; más que los Chanel que le deja a su única hija: un 2.55 y otro Timeless (unos 10.000 euros). Ahora, con la tendencia de que los hombres pueden llevar bolso, les puede dejar modelos a sus varones. A Pablo le queda bien todo y si no que lo lleve la envidiada novia del jugador del Granollers, una más en la familia. Elena y Cristina no ligan pero más de una plebeya agobiada por la subida de la hipoteca cambiaría algo de pasión por estos apasionantes modelos. Desgraciadas en el amor, afortunadas en el juego del lujo y la ostentación. No hay como tener un padre comisionista que te compre más bolsos que Cristiano a Giorgina. Es un decir. Será por dinero.

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