Casas Reales

La verdadera relación de los Reyes con Carlos y Camilla: buen rollito pero... ¡Gibraltar español!

Casados ambos con mujeres divorciadas, comprometidos con el concepto más moderno de la monarquía, tanto Carlos III como Felipe VI tuvieron que imponer su voluntad en asuntos amorosos a sus padres. La lucha del monarca británico por sacar adelante su deseo de estar junto a la mujer de su vida, a pesar de todas las dificultades, es mucho más conocida que la de Felipe de Borbón enfrentado a su padre, Juan Carlos I, que señalaba a Letizia como el cáncer que acabaría minando la continuidad de una institución. Sin embargo, el tiempo nos dice que Camilla ha pasado de villana a reina coronada de Inglaterra y que Letizia es todo lo contrario: una pieza básica que sostiene a la Corona con su buena imagen, también en el plano internacional. La tarea añadida que enfrentan Letizia y Felipe es la de recomponer la imagen de corrupción que ha dejado Juan Carlos I mientras que en el Reino Unido se echa de menos el poderío de la figura sagrada e incuestionable de Isabel II y el reto del nuevo Rey y su consorte es mantener algo de esa herencia de prestigio y popularidad.

Carlos III Felipe VI se vieron por última vez en persona en noviembre, cuando el soberano español visitó nuestra Cámara de Comercio en Londres e invitó oficialmente a su colega británico a visitar Madrid junto a Camilla. De fondo, Gibraltar, claro.

Casi 20 años de edad separan a Felipe VI de Carlos de Inglaterra. Mayor es la diferencia entre Letizia y Camilla, un cuarto de siglo mayor que nuestra consorte. Sin embargo, el hijo de Juan Carlos I empezó a reinar con 46 años mientras que el primogénito de Isabel II ha tenido que esperar hasta la edad de jubilación para acceder al trono.

Ambos descienden de la Reina Victoria de Inglaterra pero la distancia entre el monarca que hoy se corona y nuestro jefe de Estado va mucho más allá y puestos a comparar podemos afirmar sin género de dudas que los españoles tenemos mejor rey y mejor reina que los británicos.

Las vidas de Felipe VI y Carlos III se han mezclado más de lo que parece. Puede parecer que el padre de Guillermo y Harry se ha cruzado en persona más con Isabel Preysler que con el soberano español. Pwero no es así. Fue en el peor verano de la vida de Lady Di (si descontamos el de 1997) cuando el entonces Príncipe de Gales aterrizaba en la base aérea de Son Sant Joan, en Mallorca.

Isabel II, en un acto de desesperación, le había pedido a Juan Carlos I que hospedara unos días a su hijo y su esposa, cuyo matrimonio ya hacía aguas, con la vana esperanza de reconducir la paz conyugal. Le debían a la Soberana británica grandes favores, sobre todo que fueran ella y sobre todo el Duque de Edimburgo quienes acogieran a Constantino de Grecia y su familia cuando el hermano pequeño de doña Sofía, primo de Felipe de Edimburgo, tuvo que salir por piernas de su país. Fue allí, en aquel aeródromo de Palma, cuando ambos herederos quisieron mostrar al mundo de que sus lazos personales y familiares estaban por encima de Gibraltar.

Fue un gesto entre un crío de apenas 18 años emocionado con el verano y sus primeros escarceos y un señor que caminaba hacia los cuarenta y tenía ya dos hijos... Y dos mujeres. Han tenido que pasar caso cuatro décadas para que se volvieran a saludar en público pero en privado sí se han visto y han hablado en muchas más ocasiones de las que han trascendido.

Pero la china en el zapato de estos ilustres parientes se llama Gibraltar. No olvidemos la humillación que supuso para España que Carlos y Diana comenzaran su luna de miel en el Peñón allá por 1981, lo cual borró a Juan Carlos y Sofía de la lista de invitados a la boda en Westminster.

El viaje de Estado que emprendieron en 2017 ya como Reyes Felipe VI y doña Letizia, invitados por Isabel II, incluyó un momento de verdadero acercamiento entre nuestro monarca y su esposa y el entonces heredero.  Carlos y Camilla, a la sazón, duquesa de Cornualles, les invitaron a tomar el té en Clarence House. Vimos una sorprendente empatía entre Letizia y Carlos en aquel encuentro, donde compartieron sus inquietudes en temas como la alimentación, la ecología o la cultura.

Las crónicas tanto de los tabloides británicos como de la prensa española resaltaron entonces el buen rollo entre los cuatro, a pesar de no se precisamente de edades parecidas (o tal vez por eso) y los respectivos aparatos de propaganda pusieron de manifiesto los valores compartidos por ambas instituciones.

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