Casas Reales

El morreo salvaje de Urdangarin el 'empalmado' a Ainhoa Armentia solo puede acabar de una manera

No piensen mal: pero ese beso en el agua de Ainhoa Armentia e Iñaki Urdangarin, con las lenguas enterradas en sus respectivas gargantas, es casi porno emocional (dentro hay del otro) y solo puede tener un final. Aquellas exhibiciones de Ana Soria y Enrique Ponce son una peli de Disney (de las antiguas) en comparación con lo de este miércoles.

No nos referimos a los detalles escabrosos del ritual de apareamiento, que son obvios, sino al inminente divorcio que tiene que llegar ya tras una escena pública como ésta, que despeja dudas del nivel de enamoramiento del que disfrutan estos compañeros de trabajo que viven su amor por encima de todo: de sus matrimonios, de sus familias y de la opinión pública. Y del dinero. Porque, ¿de dónde sacan estos dos apasionados tortolitos la pasta para irse a hacer el amor a Formentera?

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Pero hay más: quieren que el mundo entero sepa cuánto se aman. Porque no es que lo exhiban, pero no se esconden tampoco, como lo prueba que varias revistas les hayan fotografiado. Semana también ha cazado a los tortolitos y los lleva a su portada.