Se acabó el servicio a domicilio. Si Iñaki Urdangarin no quiere salir de su oficina a comer o encargar la comida para no tener que encontrarse de cara con los reporteros, tendrá que buscarse la vida. Porque se ha prohibido radicalmente a sus escoltas que se reconviertan en camareros, tal y como ha venido ocurriendo desde que saltó el escándalo de sus infidelidades a la infanta Cristina con su compañera Ainhoa Armentia.
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Una simple llamada de sus jefes a los escoltas les ha puesto sobre aviso. Se deben limitar a cumplir con sus funciones en temas relacionados, únicamente, con la seguridad de Urdangarin. Nada más.
El compadreo entre policías y personaje ha llegado a su fin, sobran los amiguismos, los encargos alimenticios, el servicio escolta-camarero. Y que nadie se salte las normas porque le puede costar muy caro.
Si Iñaki quiere esquivar a los periodistas en la hora de la comida se le acabó el chollo de almorzar sin moverse de su mesa de trabajo, a no ser que llame a alguna de las empresas de servicio a domicilio, quizá la mejor opción en estos momentos.