Casas Reales

Cristina, Iñaki y aquella tensa cena de cuñaos: por qué no gusta que los Urdangarin se exhiban en Baqueira

"No puedo pagar la hipoteca de 52.000 euros trimestrales, los gastos. Es demasiado. Con los ingresos que tengo no llegamos", decía Iñaki Urdangarin a su cuñado, Felipe de Borbón en 2008, cuando la Casa Real, ante sus 'sospechosos' negocios, consideraba que la presión mediática era ya insostenible.

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"Es que os habéis comprado una casa muy grande", le contestaba quien hoy ocupa la jefatura del Estado. En la reunión donde tenía lugar esta conversación entre 'cuñaos' estaban la infanta y doña Letizia. Cristina replicó a su hermano: ¡Anda que vuestra casa, qué! La mujer de Felipe permaneció callada. 

Poco a poco, Iñaki rehabilita su vida, y hasta va exhibiendo algunos lujos, aquellos que tanto le gustaron. Él ha cumplido su pena, es cierto, pero la imagen de los ex duques de Palma pasando la semana de Navidad en Baqueira Beret, en el Pirineo catalán, junto a sus cuatro hijos: Juan Valentín, Pablo Nicolás, Irene y Miguel, no agrada en Zarzuela. 

Es la primera vez en cinco años que la hermana del Rey y su marido vuelven a la estación de esquí. La última vez fue en el invierno de 2016, poco antes de que Urdangarin  fuera a condenado a casi cinco años de prisión por su papel en el caso Nóos. Pero la ambición de Iñaki es conocida y nadie duda de que a Cristina le gusta vivir bien. No todo el mundo puede pagar una semana en Baqueira, con cuatro hijos.

Hace 20 años, Cristina de Borbón y su marido formaron al cincuenta por ciento la sociedad Namaste 97, clara referencia a la luna de miel que hicieron después de su enlace, del que en octubre de 2022 se cumplirán las bodas de plata.

El cuñado de Felipe de Borbón quería crear una empresa como base para facturar trabajos de asesoramiento técnico en la elaboración de proyectos, organización y promoción de espectáculos deportivos, culturales y relaciones públicas. El ex jugador de balonmano ya había conocido al que sería su socio, el profesor de ESADE Diego Torres, y preparaba con él el nacimiento de Nóos Consultoría. Los negocios, la mayoría de ellos en presencia de la infanta, o gracias a ella y su familia, dieron pie a las primeras pero tímidas críticas a Iñaki. Se decía que usaba su cargo como vicepresidente primero del Comité Olímpico Español (COE) para relanzarla los asuntos de la consultoría.

Para detener el tsunami se creó un gabinete de crisis y don Juan Carlos, entonces jefe del Estado, recurrió al secretario de las infantas, Carlos García Revenga, su propio asesor jurídico, José Manuel Romero, conde de Fontao y a su hija y su yerno. La Casa Real incluyó en el grupo a varios colaboradores de Nóos y profesores de ESADE, además de a Diego Torres. El principal objetivo era cómo 'vender' a la opinión pública las operaciones empresariales del duque de Palma y, en definitiva, para buscarle una trabajo fachada que justificara los ingresos y el nivel de vida que llevaban los duques de Palma.

Una de las ideas fue transformar Nóos Consultoría en el Instituto Nóos. Lo que parecía una madriguera de lobistas y comisionistas pasó a presentarse como una asociación científica destinada a promover la investigación sobre la gestión de las actividades de mecenazgo, responsabilidad social y patrocinio. Urdangarin por tanto pasaba sobre el papel de 'darles el palo' a cotizadas del nivel de Telefónica o BBVA a trabajar para beneficiar al tejido empresarial español: lo que se vería serían los congresos, las charlas o las publicaciones y no las facturas.

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Para maquillar más la operación, el Instituto Nóos de Urdangarin Iñaki contaría sin disimulo con el apoyo de la Casa Real. De hecho, en la junta directiva estaban la propia infanta Cristina, su secretario Carlos García Revenga, al asesor fiscal Miguel Tejeiro (cuñado de Torres y amigo de Iñaki) y Diego Torres.

Hasta entonces, ningún miembro de la Familia Real había no aceptado cargo alguno en organizaciones de nueva creación, es decir, que no estuvieran avaladas por una trayectoria intachable y labrada durante años. Pero la infanta Cristina lo aceptó el cargo, de forma ejecutiva, ya que tanto la infanta como Revenga firmaban las actas, como quedó claro años después en el sumario caso Nóos.

Como todo el mundo sabe, el instituto fue creciendo y su facturación: entre 2004 y 2006 Nóos llegó a su máximo nivel. Gobiernos autonómicos como el de Baleares y el valenciano firmaron convenios de colaboración con Urdangarin y Torres para la organización de los Valencia Summit, el Illes Balears Fórum, o los fallidos Juegos Deportivos. Fueron casi 6 millones de euros, facturados a través de sociedades mercantiles de su propiedad como Aizoon.

Hasta Jaime de Marichalar intervino en algunas de las cumbres de turismo. Eran los propios cuerpos de seguridad del Estado los que revisaban cada dos semanas los ordenadores de Nóos para evitar espionajes, escuchas o simplemente fisgones molestos.

A pesar de la operación de blanqueo, hacia 2006 los negocios del duque de Palma ya eran un circo en los medios, hasta el punto de que el rey envió a Barcelona al asesor jurídico de la casa, el conde de Fontao, que aconsejó a Urdangarin que dejara su labor en el Instituto Nóos.

Le recomendó que cuidara "las apariencias", literalmente, según declaró Diego Torres ante el juez. Es decir, debía aparecer menos, no dejarse ver, evitar la foto. Incluso echaron mano de Jaime de Marichalar, al que incluyeron en varios consejos de administración.

Urdangarin no aceptó el consejo, de algún modo se rebeló contra el mandato de don Juan Carlos, y Cristina tampoco entendió que su familia, o sea, la Casa Real, dejara de apoyar su chiringuito. Además, cambiaron a su jefe en la Fundación La Caixa. El dinero dejó de llegar, Letizia y Felipe evitaban verse con ellos, y no eran invitados a Zarzuela.

Iñaki había pertenecido al grupo cortesano de don Felipe por el que pasaron desde Jaime de Marichalar a Pablo y Nicolás de Grecia, Kubrat y Kardam de Bulgaria, además de sus verdaderos amigos como Álvaro Fuster, Javier López Madrid, o incluso el cuñado de Letizia. Pero quedó fuera, como muchos otros. Iñaki se buscó otras salidas.

En 2007, intentó implicar a Gwyneth Paltrow (amiga de Felipe) con el Gobierno valenciano para hacer un programa de gastronomía española. También contactó con la familia real jordana para el tema de Aguas de Valencia, tirando de los contactos de su mujer. La Infanta conocía a la familia real jordana desde hacía muchos años y, después de casarse con Iñaki, ambos habían empezado a verlos con frecuencia.

En la primavera de 2008 Urdangarin fue recibido en Ammán por Mansour Tabba, cuñado del príncipe Faisal, casado con la única hermana de la princesa Alia. Fue él quien les presentó a los responsables del Gobierno que podían ayudar a la expansión de Aguas de Valencia en Jordania. Después de aquella cita, Agval recibió la primera factura del duque de Palma por 125.000 euros. Luego llegarían mucho más.

Otra llamativa ocurrencia de Urdangarin tuvo lugar a finales de 2008, cuando propuso a ESADE abrir una delegación de la escuela de negocios en Emiratos Árabes, siendo él el representante oficial de ESADE en el país y llevándose una comisión por cada alumno matriculado. Le dijeron que no.

Para consolarle por la retirada de otros apoyos, la Casa Real le dio pequeños premios como sentarle en los consejos de administración de Altadis o Lagardère, entre otros: más de un millón de euros al año. Pero Iñaki, decía, necesitaba más. Y se lanzó a la búsqueda de otros negocios. Lo demás, ya se fue sabiendo: acabó en la cárcel y arrastró a su mujer hacia la enemistad total con su hermano y a ser denostada por una gran parte de la opinión pública. Pero ahora, una vez en semi libertad, Iñaki vuelve a enseñar la patita de su ambición: vivir muy bien. Tal vez por encima de sus posibilidades. Una semana de esquí en Baqueira con su mujer y sus cuatro hijos puede costar un buen dinero, pero lo grave es salir en el Hola. En Zarzuela, con la que está cayendo con el Emérito, lo saben. Y no gusta.

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