Industria
El coste de altos vuelos de usar los B-2 Spirit: Trump ha gastado más de 125 millones de dólares en el bombardeo de Irán
- El Pentágono desplazó la mitad de su flota para atacar las instalaciones nucleares
- Cada B-2 representa millones en costes operativos por misión
- Lanzar las bombas antibunker supuso 'tirar' 50 millones de dólares
Julio De Manuel Écija
Estados Unidos ha elevado la presión en Oriente Medio lanzando sobre Irán una de las operaciones aéreas más espectaculares del siglo XXI. Más de 125 cazas y hasta 7 bombarderos estratégicos atacaron en una operación aeronaval que contó con la participación de la Quinta Flota como apoyo y de la Séptima para despistar los movimientos aéreos. El despliegue, más propio de una guerra abierta, no le salió gratis al Pentágono.
Los protagonistas de la misión fueron los bombarderos furtivos B-2 Spirit. Capaces de transportar las armas más pesadas de la Fuerza Aérea de EEUU y penetrar las líneas enemigas sin ser detectados, estas aeronaves suponen el mayor derroche de la Administración militar estadounidense. Cada hora de misión roza los 200.000 dólares de gasto en combustible, mantenimiento, reprogramación y recambios. Eso solo sin contar el coste de la munición: una bomba antibúnker GBU-57 está cifrada en unos 3,5 millones de dólares. Y se lanzaron 14 sobre Irán.
Teniendo en cuenta solo los bombarderos, que incluyó siete Spirit que volaron directamente desde Misuri a Irán en modo sigiloso, más otros cinco bombarderos desplazados a Guam como maniobra de despiste; el coste de la operación ascendió a más de 125 millones de dólares, según los cálculos realizados por elEconomista.es. La operación Martillo de Medianoche puso en el aire más de 36.000 millones de dólares en activos militares.
El precio del poder
El programa del B-2 Spirit se remonta a los últimos años de la Guerra Fría. Construidos por Northrop Grumman, las proyecciones iniciales de unidades se redujeron por la caída de la Unión Soviética y los sobrecostes del programa. Su función actual es complementar los otros dos modelos de bombarderos estratégicos que posee EEUU: los B-1 Lancer y los B-52 Statrofortress.
Desde el principio, los Spirit fueron un agujero en las cuentas. El rápido encarecimiento obligó al Pentágono a reducir a la quinta parte los bombarderos encargados a Northrop Grumman. Su alto coste, su extrema complejidad técnica y su engorroso mantenimiento han puesto en dudas la capacidad real de estos bombarderos en una guerra a gran escala contra China, según explica The Atlantic. Finalmente, las Fuerzas Aéreas de EEUU se quedaron con una veintena de aeronaves, de los cuales la mayoría han sido desplegados en la operación contra Irán.
La principal ventaja del B-2 es a la vez el mayor perjuicio para el Pentágono. La tecnología de no detección y el diseño complejo de la aeronave obliga a una supervisión muy costosa. Por cada hora de vuelo, hacen falta 60 horas de mantenimiento, según Strategy Page. El coste mensual de tener los aparatos listos para el combate sobrepasa los 3 millones de dólares por cada avión.
El Spirit es un derroche para el Pentágono. Las operaciones con los B-2 son escasas al no enfrentarse EEUU a grandes amenazas. Su coste de servicio duplica al de los otros dos bombarderos estratégicos. El Spirit es el avión más caro de la historia y ni siquiera ha sido capaz de cumplir su destino inicial: sustituir a los B-1 Lancer, que a su vez se construyeron para jubilar los viejos B-52.
El abuelo, sin embargo, venció a los jóvenes. El Statrofortress sigue en pie tras casi un siglo surcando los cielos y representa una de las inversiones militares más amortizadas de la historia. Aunque los tres modelos pueden portar armas termonucleares, los B-52 representan uno de los tres vértices de la tríada nuclear de Estados Unidos. Mediante vuelos permanentes, pueden desplegar docenas de ojivas nucleares en una guerra atómica.
¿Recortes? Mejor operaciones espectaculares
Una de las supuestas obsesiones de Trump y gran parte del Partido Republicano era poner coto al despilfarro de Estados Unidos. Las cuentas de Washington se encuentran completamente descontroladas, con un déficit desbocado superior al 7% del PIB. Elon Musk, su ex aliado reconvertido en archienemigo,, ejecutó en pocos meses un ambicioso y fallido plan de recorte de todas las dependencias del Gobierno, incluido el poderoso y caro ejército de Estados Unidos.
Las reducciones fiscales de Musk, apoyadas en despidos masivos de funcionarios sin planificación, han desaparecido del mapa en los planes gubernamentales. En un giro clásico de la derecha estadounidense, que antepone el gasto militar a otras áreas, la ley fiscal contempla un aumento del presupuesto en Defensa del 12% hasta sobrepasar el billón de dólares en 2026. Parte de la inversión recalará en proyectos tan polémicos como la Cúpula Dorada, un sistema defensivo que puede alimentar una carrera armamentística en el espacio.
Si bien durante su primer mandato mantuvo un perfil bajo en el plano militar con respecto a otros presidentes, Trump está ahora utilizando los recursos militares en los últimos meses a espuertas: desfiles militares en Washington, movilización de soldados para aplacar protestas en California, flete de aviones del Pentágono para deportar inmigrantes a las cárceles salvadoreñas… Ahora se añaden operaciones espectaculares en países extranjeros.