Indicadores EEUU

Dígalo en voz baja... pero la 'Trumponomía' empieza a funcionar


    Matthew Lynn

    Le rodean los escándalos. Su despacho es una leonera. Sus tweets son cada vez más ridículos y las amenazas de destitución se arremolinan febrilmente sobre el Congreso. Poco antes de que se cumpla un año de su imprevista victoria electoral, Donald Trump se perfila como uno de los presidentes más patanes de la historia de Estados Unidos.

    Pero el hecho de que dirija una Casa Blanca desquiciada, con una agenda que tambalea de un extremo al otro, no quiere decir que todo lo que esté haciendo sea un fracaso. De hecho, hay algunos indicios de que la 'Trumponomía', si es la palabra correcta, empieza a funcionar.

    Su ataque contra el alud de normativas que había coagulado las arterias de la economía estadounidense ha resultado ser sorprendentemente eficaz y su reforma del sistema fiscal es, a la vez, audaz y pro-negocios. Los resultados se están empezando a ver en un crecimiento más rápido. Sigue habiendo muchas cosas que podrían desbancar a Trump y con mucha razón pero la economía no es una de ellas.

    Estados Unidos ha tenido presidentes ineficaces, caóticos, perezosos y unos cuantos no muy de fiar pero Trump tiene la particularidad de puntuar en todos esos aspectos. Desde que asumió el cargo en enero, ha estado implicado en un escándalo sobre la participación rusa en su campaña electoral. Ha tenido varios jefes de personal y todavía más secretarios de prensa. Del cambio climático al comercio, sus acuerdos con el resto del mundo han sido de una ineptitud impactante. Mientras se regodea, a veces cuesta entender por qué querría un puesto para el que es tan poco apto.

    Pero nada de lo anterior debería cegarnos en cuanto al hecho de que, al menos en algunas áreas, Trump podría estar haciendo algo útil y con efectos visibles. ¿Por ejemplo? Para empezar, pensemos en su campaña de relajación de parte de la burocracia que había crecido alrededor de los negocios. Su "Día de la desregulación" tal vez haya pasado por alto pero las jornadas "Recorta la burocracia" celebradas en diez agencias federales han tenido un gran impacto y la congelación de nuevas normas de Washington empieza a surtir efecto. El total de reglamentos federales nuevos ha bajado 18 puntos frente al gobierno de Obama. Las normativas importantes (con un impacto de 100 millones de dólares o superior) han bajado 58 puntos respecto a su predecesor. El número de grandes leyes nuevas durante los primeros seis meses de Trump fue de solo 65, frente a las más de 200 que se aprobaron en el primer semestre de las últimas seis presidencias.

    Se ha dicho a los funcionarios que deben descartar dos leyes antiguas por cada nueva que introduzcan. Según el Competitive Enterprise Institute, Trump ha cerrado el ejercicio fiscal como el presidente menos regulador desde Ronald Reagan, allá por los años ochenta. Pero eso no acaba aquí. A finales de septiembre, la Casa Blanca anunció otro importante ataque a la burocracia; sostiene que los cambios que ha acometido ya han supuesto un ahorro a las empresas de 300 millones de dólares y promete que habrá más.

    La economía del lado de la oferta ya no se lleva, sobre todo en el mundo académico, pero hay muchos indicios de que una de las maneras más eficaces de bajar el índice del crecimiento es acumular normativas nuevas para los empresarios y una de las formas más efectivas de subsanarlo es suprimirlas. Apartar la burocracia innecesaria solo puede ayudar a la economía.

    Además, Trump ha conseguido por fin urdir un plan radical de renovar el sistema tributario y en especial la forma en que se grava a las corporaciones. Pretende descartar la tasa básica de 35 a 15 puntos en la mayor remodelación de la ley tributaria desde 1986, que la llevaría de ser una de las más altas del mundo a una de las más bajas.

    Al mismo tiempo, rediseñar normas complejas sobre repatriación de beneficios hará que las empresas de Estados Unidos tengan menos incentivos para acumular efectivo en el extranjero. Por supuesto, habrá que ver cuánto de ese paquete se transforma finalmente en ley.

    Las últimas cifras del crecimiento procedentes de Estados Unidos son sorprendentemente buenas. La última encuesta ISM indica que la manufactura creció a su ritmo más rápido en 13 años en septiembre. El calibre de no manufactura del Institute for Supply Management marcó 59,8 el mes pasado, con la lectura más alta desde agosto de 2005. A finales de septiembre, el índice de crecimiento global en el segundo trimestre se revisó al alza, con un índice anual de 3,1 puntos por encima del objetivo del gobierno de 3.

    En las últimas cifras mensuales, el desempleo bajó de 4,4 puntos a 4,2, y aunque el total de puestos cayó ligeramente, fue el resultado sobre todo de los daños por el huracán. Los salarios aumentan mientras la inflación sigue atenuada. Hay un motivo por el cual Wall Street bate récords y la Reserva Federal está subiendo poco a poco los tipos de interés: la economía estadounidense está yendo bastante bien.

    Sería un disparate decir que Trump ha sido el responsable de todo eso. Pese a su retórica electoral, asumió una economía en una condición respetable y que ha continuado así. Aun así, también ha hecho cambios importantes. En las últimas décadas, Estados Unidos se había convertido en una de las economías más sobre-reguladas del mundo desarrollado. Un ejemplo: en algunos estados, hace falta un permiso para lavarse el pelo en el barbero, eso sin hablar de cortárselo.

    Eso explica por qué una de las sociedades más emprendedoras había llegado a un punto en que se creaban tan pocos negocios que el total de empresas en realidad descendía. Y sus corporaciones eran de las más fiscalizadas del mundo (ahora que Chad ha recortado sus tipos, solo los Emiratos Árabes Unidos y Puerto Rico tienen impuestos a empresas más altos). Y eso ha dejado marca.

    Retroceder en la normativa y recortar los impuestos a las empresas tiene un efecto potencialmente dramático en el crecimiento. Es una fórmula que ha funcionado siempre que se ha probado y en un país tan instintivamente emprendedor como Estados Unidos, será desde luego efectivo. Es cierto que Trump es bochornoso: un dinosaurio sexista, egocéntrico y tosco, con el encanto de una babosa enferma.

    Es desorganizado y totalmente incapaz de encontrar la palabra perfecta en cualquier ocasión. Pero eso no significa que ninguna de sus políticas funcione. Nadie lo gritará desde los tejados pero la 'Trumponomía' está empezando a fortalecer la economía nacional y, si sigue así, el índice de crecimiento solo puede acelerar.