Firmas
Inestabilidad política y economía
- España sufre hoy una evidente fragmentación política
Eduardo Olier
En 2011, el Fondo Monetario Internacional publicaba un trabajo firmado por Ari Aisen y Francisco José Veiga con el sugerente título de: How Does Political Instability Affect Economic Growth? Es un estudio "técnico" de 169 países que cubre períodos de cinco años entre 1960 y 2004. La conclusión del estudio no sorprende: altos grados de inestabilidad política conducen a menores tasas de crecimiento del PIB per cápita, menor productividad, y efectos negativos en la acumulación de capital, sea capital físico o humano.
Como contrapartida, mayores cotas de libertad económica y homogeneidad étnica conducen a mayores tasas de crecimiento; con la consideración de que la democracia no tiene grandes efectos en esos resultados. El párrafo final del análisis es concluyente: "nuestros resultados sugieren que los gobiernos en países políticamente fragmentados, con altos grados de inestabilidad política, deben abordar sus causas y tratar de mitigar sus efectos en el diseño e implementación de sus políticas económicas".
España sufre hoy una evidente fragmentación política; carece de una política económica definida; ha optado por una senda de aumento desbocado del gasto; y tiene un Gobierno "provisional" con aliados que no ocultan su "aversión" a la Constitución de 1978, y tratan incluso de destruirla en un camino hacia ninguna parte. Con la circunstancia de que el propio Gobierno ha optado por la polarización en contra de los partidos constitucionalistas, y sus acciones más significativas vuelven la mirada a lejanos años que teníamos olvidados.
Las pensiones
A la vez, instrumentos como el Pacto de Toledo, o los partidos que sustentan al Ejecutivo, claman por el aumento del gasto en unas cantidades que contribuirán muy negativamente a la desaceleración económica que tenemos encima. Es comprensible que voces autorizadas, como el Banco de España, manden tímidos mensajes alertando de que los crecimientos esperados no serán los programados; a la vez que Bruselas comienza a emitir señales de cierta preocupación. Mientras, el presidente del Gobierno sigue sin ver el elefante que tiene en el comedor. Y aguantar hasta 2020 es poco menos que imposible. Y no digamos pensar en 2030 para concluir un programa que, de momento, no se sabe cual es.
Con este escenario, habría que volver a otros análisis que vienen de fuera para ver las nubes que asoman en el horizonte. Ya comentamos en junio pasado las alarmas de Ben Bernanke, antiguo presidente de la Reserva Federal, anticipando una posible crisis alrededor de 2020. Lo que Bernanke definía como un "momento coyote", haciendo alusión a las caídas que sufría el coyote al borde de profundos barrancos persiguiendo al correcaminos.
Un panorama que el banco estadounidense J.P. Morgan ha venido a incidir este mismo mes de septiembre. Los estrategas de J.P. Morgan apuntan también a 2020 como inicio de la nueva crisis financiera. Crisis en cualquier caso -según sus analistas- de menor impacto que la de 2008; si bien que, previsiblemente, conduciría a un deslizamiento de un 20% en las compañías cotizadas de Estados Unidos, un aumento de casi el 3% en los diferenciales de deuda pública de las economías emergentes, con una caída del 48% en los valores de sus economías cotizadas, lo que llevaría a una depreciación superior al 14% de sus divisas. A lo que añadían otras consideraciones no muy positivas, como pueden ser las interrupciones en los mercados que conducirían a una "gran crisis de liquidez". Situación que sería dramática para nosotros en un contexto de ausencia de estímulos y mayores tipos de interés.
Si miramos a la España de hoy, donde todo es provisionalidad, mucho nos tememos que, de ser ciertos los anuncios, el impacto puede ser muy negativo. No hemos acabado de salir de una crisis que casi nos ha llevado un decenio solventar, cuando pueden venir nuevos tiempos "duros" sin ningún mecanismo de prevención. Cierto es que en Economía sólo se explica con exactitud lo que pasó, y las previsiones no dejan de ser, eso, previsiones.
Sin embargo, mirar para otro lado, gastar sin tino, no hacer reformas y no prever lo que puede acontecer, es siempre una mala política. En 2012 nos escapamos por la mínima de un rescate de la Unión Europea, que habría supuesto -lo hemos visto con Grecia- ajustes sociales fortísimos. No sabemos si el presidente del Gobierno actual acabará teniendo el sueño del faraón con las vacas gordas, las flacas y la falta de trigo. De sobrevenirle, quizás no habría tiempo para construir los graneros que harían falta para pasar una nueva tormenta económica. Conviene recordar, sin embargo, que en este capítulo de la economía se sabe desde antiguo que, como dice el refrán, más vale prevenir que curar.