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El ciudadano Chaves pone a la corrupción ante su espejo

  • El PSOE ha mostrado un tímido y frío apoyo a Chaves y a Griñán
Chaves y Griñán en el banquillo de los acusados. Foto: Efe

Víctor Arribas

La comparecencia del ex presidente andaluz Manuel Chaves en el juicio por los falsos expedientes de regulación de empleo concedidos por la Junta de Andalucía durante casi una década pasará a la historia por la creación de un nuevo pero muy manido término imaginario: el "no lo" constante ante las preguntas de los fiscales y las acusaciones. "No lo conocí", "no lo autoricé", "no lo sabía", "no lo recibí"... Chaves estuvo casi veinte años al frente del gobierno regional andaluz, aunque escuchando sus respuestas en la vista parecería que estamos ante una reedición de El Rey Pasmado que delegaba todos los asuntos importantes de la Corte en su valido.

Hasta ahí, el mismo guión de siempre en el momento en que alguien debe responder a sus posibles responsabilidades en casos de corrupción. Lo hemos visto en el PP y sus múltiples procesos judiciales, y en otros responsables de formaciones nacionalistas como los de la antigua CdC en el entorno del ex presidente Pujol. Nada nuevo.

El PSOE ha mostrado un tímido y frío apoyo a Chaves y a su también ex presidente José Antonio Griñán. El papel equidistante que le ha tocado representar a Carmen Calvo, que formó parte de los gobiernos de Chaves, ha debido ser un trago amargo para ella. Afirmó que "el ciudadano Manuel Chaves se está defendiendo en los tribunales y nadie tiene que interferir en eso, su inocencia es un derecho que tienen todos los hombres y mujeres mientras no son condenados". Al margen de la atropellada manera de defender la presunción de inocencia, la dirigente socialista ha revelado una vez más la manera con la que en esta etapa de la vida pública española se afronta la corrupción y las responsabilidades: dependiendo de a quién afecten, así será la respuesta.

Una estrategia que su partido ha empleado hasta sus últimas consecuencias: la corrupción del adversario es denunciable e insoportable, la propia es en todo caso presunta y nadie debe denunciarla porque eso interfiere en la defensa de los señalados. La limpieza de esa vida pública tan maltratada debería empezar en la utilización de un mismo baremo a la hora de denunciar irregularidades en la gestión del dinero de todos, correspondan a las siglas que correspondan los sospechosos.

Al PSOE le pasa como al Real Madrid, que estos días está denunciando una campaña orquestada en su contra basada en la denuncia de robo en su último partido de la Champions por ese penalti histórico que tanto indignó al portero Buffon. Y tiene razón la entidad que preside Florentino Pérez: no se puede considerar un robo la equivocación de un árbitro, si es que la hubo, aunque sea en el último minuto de un partido tan importante. Hay que creer en la limpieza de la competición. El problema es que durante años, este club y su masa social han considerado que los éxitos de los demás eran fruto de conspiraciones idénticas a las que ahora denuncian, y en consecuencia prueban ahora la misma medicina que antes obligaron a alguno de sus grandes rivales a probar.