Firmas

Pensiones, tiempo y responsabilidad

  • El problema se lleva parcheando cuatro décadas con medidas parciales

Fernando Méndez Ibisate

Contrariamente a lo establecido en el marco del Pacto de Toledo, partidos políticos, sindicatos y, algo menos, aunque también, las patronales, se empeñan en usar el tema de las pensiones, que afecta a unos nueve millones de votantes (el número de pensiones está en torno a los 9,6 millones), como arma desestabilizadora e imán de voluntades, mientras obvian y retrasan soluciones (llevan cuatro décadas haciéndolo); parchean, desde 1985, el problema con medidas correctoras parciales y siempre reductoras de prestaciones o de promesas originarias; proponen retrocesos y marcha atrás de medidas que contribuyen al progreso de nuestra economía, como el retorno a la indexación según el IPC o añadir impuestos específicos para su pago, como si las cotizaciones sociales no fuesen impuestos sobre los salarios, etc.

En realidad me gustaría saber qué pintan, y por qué, todas esas personas y agrupaciones en decisiones privadas y particulares tales como el momento y la forma en que nos jubilamos, total o parcialmente, de determinadas actividades (pues podemos ejercer otras) y sobre el plan financiero con que planeamos hacerlo. Insisto, esto debería ser una cuestión de cada uno y, todo lo más, en acuerdo con nuestro empleador o empresa, si somos trabajadores por cuenta ajena. El Estado, lo político, intervendría nada más y nada menos que para regular el sistema y vigilar su cumplimiento. Pero no para decidir sobre mi retiro y pensión.

Sin embargo, desde esos ámbitos políticos y sus confluencias se hace mucha demagogia con las pensiones cuando, en realidad, deberían tener poco o nada que decir. Una posible explicación a esos despropósitos es que el ruido y lío montado, además de los objetivos políticos y electorales antes mencionados, les evita tener que abordar el verdadero problema de las pensiones, en realidad un problema de todo el sistema de protección social que actualmente tienen las economías y sociedades occidentales, el cual es el de su sostenibilidad y eficiencia (problemas de justicia e incentivos incluidos en este apartado).

Tal problema, en el caso de las aportaciones, ingresos, financiación o como quiera llamársele, de las pensiones radica en que no es un verdadero o auténtico sistema de pensiones, es decir, relacionado con el rendimiento y capitalización de un ahorro materializado mediante, y fruto de, unos activos (sean del tipo que sean: reales, financieros, fondos de ahorro o de inversión, ahorro a plazo fijo...). Nuestro actual sistema de pensiones es un engendro de reparto de ingresos presentes que pagan prestaciones (mal denominadas sociales) de jubilación o retiro presentes: es decir, en cada momento, cada mes, se perciben, los magnánimos políticos y anexos nos conceden o dan, dicen, prestaciones según los aportes de ese mismo momento. En tal radica un sistema financiero de reparto, donde el tiempo no interviene o interviene de forma muy liviana, casi imperceptible.

Y yo me pregunto, ¿en qué cabeza cabe que un sistema de pensiones, que consiste precisamente en una cobertura sobre una contingencia concreta de muy largo plazo, planificada y desarrollada a lo largo de varias décadas (tres, cuatro o más), donde puedo, con cierta probabilidad, planear cuándo y cómo me retiro e incluso, dado el largo período temporal, puedo ir variando mi plan en determinados momentos del proceso, cómo es posible, digo, que haya personas de toda índole que traten este asunto de la financiación de las pensiones obviando o excluyendo del mismo la variable tiempo? ¿Estamos realmente tan perdidos?

Tal variable aparece en consideraciones demográficas (retrasar obligadamente la edad de jubilación, por ejemplo). Pero nuestro actual sistema de financiación de las pensiones depende de la demografía porque el método (piramidal) de reparto así lo obliga; un auténtico sistema de pensiones no lo hace. Si cada uno contribuye para la capitalización de su pensión, por supuesto que además pagamos impuestos y si es preciso contribuimos para que nadie quede literalmente tirado en la calle (pero, ojo, sin trampas ni pillajes), da lo mismo la estructura de nuestra pirámide poblacional (al menos para tal propósito aunque posiblemente no lo haga para otros) y además nos hacemos responsables de ese tipo de decisiones.

Cuando en treinta años se duplique el porcentaje de población por encima de 67 años (pasará del 15 al 30%, sobre el total) las trampas y arreglos arbitrarios que llevan aplicándose desde 1985 no servirán. Es injusto que no cobre pensión contributiva quien ha trabajado y aportado al sistema menos de 15 años o que la pensión tribute como rendimiento de trabajo. Y es una reducción de la pensión, se mire como se mire, que para acceder a una determinada prestación, aunque sea de la misma cuantía, haya que contribuir dos años más. Tampoco se hable de solidaridad intergeneracional cuando, tras disfrutar de unas condiciones y niveles de pensiones determinadas con el esfuerzo de varias generaciones, muchos pensionistas no pueden ya ni podrán contemplar que los trabajadores actuales y sus jóvenes hijos cobren pensiones con los mismos criterios, condiciones o proporción de sus padres y abuelos.